Analista Político
La oposición de quienes perdieron la alcaldía de Medellín, arrancó el mismo día de las elecciones, después se tradujo en una convocatoria en marcha de revocatoria de mandato, asumida por algunos de frente y tibiamente por otros, sin consideración de los soportes legales para un ejercicio de este tipo: la inconformidad social generalizada y el incumplimiento del programa de gobierno. Sólo rabia y amargura de los derrotados.
Además del sinsabor ante la pérdida de la alcaldía por parte de fuerzas poderosas como el uribismo, el federiquismo y el fajardismo, ante un inicialmente candidato desconocido pero atrevido, lo que no admiten, no aceptan la pertinencia de asumir el costo de arrebatarle a un poderoso sector empresarial de la ciudad el manejo y control de EPM, en los últimos años, puesta al servicio de intereses privados en menoscabo de los públicos.
Ese sector privado ha sido el gran financiador de las campañas políticas locales y el auspiciador, con sus cuotas políticas al frente de la alcaldía, la gerencia y la junta de EPM, de la puerta giratoria por donde transitaban sus representantes que iban y venían, siempre en defensa de los intereses privados del grupo.
Ello se tradujo en que EPM se convirtió en la tabla de salvación de empresas en quiebra como Conconcreto e Integral, y en que EPM asumiera en los últimos 10 años los costos y sobre costos de malas inversiones, en el país y por fuera, auspiciadas por esos voceros privados con presencia en las instancias de decisión de la empresa pública y la alcaldía.
La contingencia de Hidroituango, resultado de fallas humanas y técnicas, con altos sobrecostos, sin que hubiera alguna reacción seria por parte de la entidad sobre los responsables de la afectación del patrimonio de los medellinenses, es el colmo de la connivencia y la complicidad entre personas más interesadas en dejar las cosas como están y en hagámonos pasito, para provecho de los culpables.
Esa es la gran pela que Quintero se atrevió a asumir. No hay mejor defensa del patrimonio público que acabar con esa puerta giratoria. La lucha contra la pobreza y la desigualdad en Medellín, el gran reto superior, con muy precarios o nulos resultados hasta ahora, requiere deslindar esa frontera de lo público y lo privado.
Ante tamaña osadía de Quintero, los perdedores en octubre de 2019 de la alcaldía, muchos ligados al grupo empresarial, solo encuentran tema para alimentar la oposición en sí nombró a alguien o no, los títulos académicos homologados, las equivocaciones en las declaraciones de prensa, si es amigo o no de Luis Pérez, si afrontó con perfección las vicisitudes de un fenómeno impredecible e incierto como la pandemia, si la cama UCI número mil, si hay basuras en las calles etc. etc., insignificancias frente al gran reto de la defensa del patrimonio público, así haya que arrebatarlo a un poderoso grupo empresarial experto en financiar determinadas campañas políticas y usufructuar el poder.
Termino con lo siguiente: en gran parte Daniel Quintero está terminando lo que Fajardo no fue capaz de hacer: Desclientelizar cabalmente la administración local.
Fajardo avanzó en la depuración de la alcaldía al quitársela a algunos grupos políticos tradicionales de la ciudad, pero cayó en el otro extremo, entronizó el clientelismo empresarial, las cuotas más significativas de la administración municipal ya no eran de los grupos políticos, pero sí de los círculos económicos. ¿Cuál más nocivo?
La favorabilidad alta de Quintero en todas las encuestas, da cuenta de que eso es lo que quiere la ciudad, cada loro en su estaca.
Tomado de Minuto 30
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