Mauricio Castaño H
Colombiakrítica
Historiador

Los perdedores, los fracasados han llamado mi atención. Pensarlos en su adversidad, en su mundo adverso, mirarlos quizá en un lugar indigno al que fueron destinados... arrinconados. Sé que son muchos y de muchas partes, de muchos lados, incluso los que pueden estar en la cuerda floja o en el filo de la navaja como suele decirse, pero son los estudiantes a los que quiero referirme. Algo conozco de ellos. No me son ajenos y sí muy familiares. He pasado parte de mi vida en la enseñanza formal e informal. Sé que el término fracasados o perdedores es chocante y repele a la institucionalidad. Pero mi intención va más allá de lo que algunos pueden apreciar como un gusto considerado o compasivo por estos seres marginales. 

Es otra perspectiva, otro el foco de donde se les quiere mirar más allá del mundo del éxito. Nuestra mirada está más bien del lado de lo que han pensado ciertos autores en ver allí otras lógicas diferentes a aquella monogamia del triunfalismo. Pienso en autores como Bataille con su estética del fracaso, en ver en los miserables la protesta silenciosa contra capitalismo, esos mismos que se las arreglan  para vivir con lo casi nada porque están por fuera del circuito de la producción. Los que viven alejados de la distribución y de las buenas maneras burguesas, establecidas como valores de verdad para que todo el mundo se enganche como soldados obedientes. Y son esos mismos que al ser alejados del circuito de la distribución, dice Bataille, lo único que les queda, entonces, es la destrucción.

Todos éstos marginales están en medio del azar y la necesidad. A ellos se les hace justicia cuando se los sitúa en lógicas distintas que colisionan con el orden establecido. Me vienen a la memoria algunas referencias. Dice Borges sobre los derrotados: "Yo sé (todos lo saben) que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece..." O está otra sobre las lógicas distintas que poseen cada cultura y que en la superposición se trastocan, entonces  las convenciones que se creen son rectas son torcidas para otras: "El Goofus Bird es un pájaro que construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa a dónde va, sino dónde estuvo." Esto no es más que la imposibilidad de pensar lo impensado, son nuestras limitaciones de la cultura dice Michel Foucault: "En el asombro de esta taxinomia, lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo, se nos muestra como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto." Nietzsche también nos es familiar en advertir sobre estas imposibilidades de ver lo diferente: "la represión y la ideología no constituyen el combate de las fuerzas, tan solo son el polvo levantado en la batalla (….) Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo.»

Esta elección por los marginales o los perdedores, este gusto no es más que un camino que vale como método. Y una meta, un viaje precisa de buenas compañías angelicales que nos alertan sobre desviaciones para centrar la mirada donde la pasábamos de largo. Digo angelical para decir mediador. El buen ángel, recordando a Serres, es el que permite la comunicación sin interferencias, deja que todo fluya para que emerja lo mejor. En contraposición está el ángel maldito, caído porque se guardó la información para sí. O para decirlo mejor, toda construcción es social, está fundada en las motivaciones y sueños en la que otros deciden acompañarnos. Pero queremos hacer una anotación que fustiga cierto método hecho verdad total y es tomado por la institucionalidad universitaria como una preforma que debe calcarse y aplicarse a todo objeto de estudio. Y tanta es la aberración que se ha llegado al extremo de crear metodológos y objetivólogos que dirán la última palabra por dónde debe caminarse, y muy en contravía de la sentencia que versa: "caminante no hay camino, se hace camino al caminar." Al respecto y para fustigar ese método imperial en el que prevalece la forma sobre el contenido, Dagognet cita a Bachelard: "Recordando la picante anotación de Gaston Bachelard que fustigaba los métodos: “ 'todo discurso sobre el método es un discurso de circunstancia”. ¿Cómo separar el paisaje y el camino que él lleva?' .... El método  se encuentra en la obra misma, en el proceder; ¿cómo extraerlo, sacarlo por fuera de su movimiento mismo, sin echarlo a perder o reducirlo a un formalismo perezoso?" Dagognet. p. 255s

Una cosa lleva a la otra. Esta expresión hace comprensible cómo un diseño, en especial de indicadores, desencadena en casacada una serie de prácticas pegadas a un mismo fin que desvían la esencia educativa. Demos dos ejemplos. El primero corresponde con el diseño del indicador universitario de publicaciones científicas producidas. A partir de allí todo gira a su alrededor, toda acción se tasa a partir de allí, que tanto se produce, que tanto se publica y sobre todo crea unas élites del conocimiento por un lado y por otro, en la marginalidad, una gran cantidad de frustrados, de fracasados que no acceden al éxito académico, son esos profesores que según la publicación referenciada padecen estrés en más del 82% (muy pertinente la publicación española ver link aquí). Esto es centro de toda la vida universitaria que supedita lo demás y para resumir diremos que el meollo del asunto está en qué la universidad fue absorbida como una pieza más del gran Mercado Industrial, y a partir de allí todo resulta envenenado: el estudiante es tratado como un Cliente cuyo destino es la sociedad de mercado. A partir de allí todo se deriva en lógica capitalista: profesores vinculados, provisionales, contratados por horas o cátedras, investigaciones que interesan al mercado, número de publicaciones en revistas especializadas. Y con ello corre la perversión de venderse al mejor postor y producir a toda costa, no importando los medios sino el fin, y de allí lo inescrupuloso o lo no ético de los profesores que se apropian o roban las producciones intelectuales de sus estudiantes para cumplir con sus metas a toda costa. Esto llevó a abandonar en cierta medida la función de la escuela que es movilizar saberes y enseñanzas de la sociedad ganadas a través del tiempo. Ya no se ven rastros de una moral amorosa de la enseñanza cuya función es la transferencia con la sóla satisfacción de estar haciendo el bien, es el principio de la transitividad del que hablaba Michel Serres, y en el cual todos ganan en este proceso de enseñanza aprendizaje, nadie queda privado en el circuito de la distribución.

Otro tanto y guardando las proporciones sucede en la educación secundaria. El estudiante es tratado como cliente cuyo gran destino es la empresa capitalista. A partir de allí se desprende todo el diseño escolar cuya figura central es la cabeza del director o rector. Acá una anotación central: apartir de la reforma educativa en la década del noventa, éste pasó de ser una figura Pedagógica a ser una figura meramente Administrativa que tan solo se preocupa por administrar cosas y gente en función de unos indicadores, en especial los de cobertura educativa pero sin importar la calidad. Esta figura actual no tienen nada que ver con la anterior que estaba investida del saber Pedagógico que orientaba y guiaba a sus coequiperos profesores y a su muchachada de los estudiantes. Hoy sólo la preocupación es responder a unos indicadores de cobertura y de ser eficientes en administrar las cosas que le fueron asignadas, que en esencia refiere a hacer mucho con poco, que en muchos casos se ha entendido con la tacañería en el mejor de los casos, en otras se va al extremo de la exclusión: creer que los estudiantes de la educación pública son unos perdedores que no tienen derecho a nada y más bien les cuelga la condena de llevar una vida miserable y desgraciada, esto es una especie de segracionismo o fascismo en el cual han confluido muchos profesores, encontrando así excusa y refugio para su mediocridad.

Esta disertación no tuvo otra intención que la de visibilizar esos marginales, esos fracasados producidos por un sistema que nos les halló un lugar digno, y por el contrario son arrinconados y privados de los bienes sociales que sin lugar a dudas son patrimonio de la humanidad, del mundo.

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