Historiador
El ruido es incómodo y quita paz, el silencio es su contrario como escaso en una sociedad del barullo. Uno y otro parecen ser dos caras de una misma moneda, el yo interior necesita salir, exteriorizarse, sólo que hay maneras de hacerlo. Occidente se le conoce como una cultura del ruido. Fue Michel Foucault quien planteó un Ethos del Silencio: "Recuerdo muy bien cuando me encontré con el director de cine Danieldt Shmidt, quien me visitó, no recuerdo para qué propuesta, nosotros nos dimos cuenta unos pocos minutos después, que realmente no teníamos nada para decirnos el uno al otro. Así nos quedamos cerca de las tres de la tarde hasta la media noche. Nosotros bebimos, fumamos picadura y cenamos. Y no creo que hayamos hablado más de veinte minutos durante estás diez horas...
A partir de este momento una estrecha amistad surgió. Fue para mí la primera vez que una amistad fue originada estrictamente por nuestro comportamiento silencioso." También recuerda Foucault que en su niñez había una forzada necesidad de hablar con los visitantes en su provincia, esta situación le resultaba extraña y aburrida: "Frecuentemente me preguntaba por qué las personas tenían que hablar. El silencio podría ser una manera mucho más interesante de relacionarse con las personas… A los jóvenes romanos o a los jóvenes griegos, les enseñaban a quedarse en silencio… estoy a favor del desarrollo del silencio como un ethos cultural."
El silencio se tiene por virtuoso. Buda sentenció que quien mucho habla poco sabe, vale más la calma y las buenas prácticas, el ejemplo arrastra, la verborrea es una capa que oculta lo que no se quiere mostrar. El demagogo, el sofista tiene por profesión el engaño, con bonitas palabras encanta para hacerse a espacios de Poder. El mismo Borges en el libro de Arena, dirá de la innecesidad de los gobiernos si la gente aprende a autogestionarse: "Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más completa que este resumen."
Dalai Lama insiste que la solución está en el interior y no fuera, la gente del común busca solucionar sus problemas comprando cosas como un carro, una super casa, alcanzar fama, ser adinerados... cuando las falencias están dentro de sí, por eso recomiendan las técnicas de meditación para saciar los espíritus inquietos faltos de paz interior.
Estamos en una sociedad de gran mercado y mucho ruido para llenar la existencia. El silencio es cosa extraña y esquiva, morimos de tedio en la soledad y en el silencio, así las genuinas amistades no son posibles, nos evadimos todo el tiempo, nos refugiamos en el ruido sin poder encontrarnos. El poeta antioqueño León de Greiff en su musa esquivó el ruido de esta gente necia, local chata y roma: "Amo la Soledad, amo el Silencio. Pláceme la luz vaga: La penumbra. Lo exótico y absurdo reverencio. No tolero la luz que me deslumbra."
Una pregunta es pertinente ¿Qué cosa retumba en los adentros que sale con la violencia del ruido? ¿Qué pasa en nuestra cultura antioqueña y colombiana, que todo suceder es forzado a salir rompiendo con el silencio de manera estrepitosa? Los fiestones son hasta el amanecer con música a todo dar, el bazuco o Cocaína anestesian la realidad. Están en lo suyo caótico. La llamada cultura tranqueta es desafiante con sus rumbas amenizadas con pólvora, muy acostumbradas en época decembrina.
Dícese que el polvo de la batalla no deja ver la verdadera victoria, similar pasa con el ruido, es un sedimento cultural que nos lleva y nos atrae como masa, nos pone ahí sin que siquiera lo sepamos. No es extraño que los domingos en la tarde es donde la gente se suicida más, es el tiempo forzado que exige silencio para romper con el ruido de la alienación y aprestarse para la cotidianidad de la subsistencia. Michel Foucault llegó a proponer la existencia, vivir la vida como una obra de arte. Es una invitación para no dejarse llevar por las borrascas de los formateos que no nos dejan ser ni pensar, no nos permite transitar por los espacios necesarios del silencio.
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