Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Krítica


En Colombia tienen corroído el carácter más de dos millones quinientos mil desempleados, siendo la cifra más alta de América Latina, según datos disponibles en Bloomberg para 11 naciones del continente. Aquí al desempleado lo tenemos prácticamente tirado en el pavimento. La Corrosión del Carácter es una de las consecuencias directas que sufren las personas en la transformación del Capitalismo Moderno. El Carácter, es entendido como el valor ético que atribuimos a nuestros deseos y a nuestras relaciones con los demás, rebasando la significación moderna de la personalidad, término referido a los deseos y sentimientos que sólo suceden dentro de nosotros mismos. Y por el contrario, el carácter refiere tanto a movimientos internos (deseos) de la persona como a los externos en los cuales se interactúa con sus congéneres, tal como nos lo define Richard Sennet en su obra que da el título al presente artículo.

La corrosión del Carácter, la encontramos en hombres desempleados con mirada baja, despojados de su dignidad, dudosos en las conversaciones que sostienen con otros que están en mejores condiciones. Su Yo, está diluido casi en la nada, sin identidad alguna. Viven una metamorfosis particular. Empiezan a justificar sus fracasos buscando responsables. En su catarsis culpan a los patronos de su desgracia personal, luego son sus propios compañeros los responsabilizados, y finalmente se repliegan sobre sí mismos erigiéndose como únicos autores de su desgracia personal.

Es lo que suele suceder con las personas que bien han perdido un empleo que bien viven, cambiando su sitio de trabajo como auténticos nómadas de empresa en empresa. Sus vidas llevan notorios deterioros económicos, apenas si tienen para garantizar su comida y la de su grupo familiar en el mejor de los casos, en otros es la solidaridad de otros grupos familiares los que los acogen evitando que el hambre los hiera de muerte. También, es característico que muchos, una gran mayoría, no cuentan con unos ahorros que les permita hacerse a una vivienda propia o para asegurar una mejor educación para sus hijos que la que ellos mismos tuvieron.

La persona desempleada va por el mundo como una especie de leproso al que todo mundo le quiere hacer el quite, quizás porque es una especie de espejo en el que los individuos repelen en verse algún día reflejados. Su mundo interior está destrozado, sin fuerzas para emprender nuevas conquistas.

El capitalismo moderno corroe el carácter, desajusta la personalidad de un individuo y rompe los vínculos de su comunidad. El capitalismo hace pasar sus principios o valores propios y mejor aún los propios fracasos de su sistema como si fueran de las personas o de los trabajadores.

Es bastante común ver en varios discursos empresariales recomendar La Flexibilidad, El Riesgo, estar Abiertos al Cambio, estar A la Deriva, no depender o permanecer en empleos fijos durante largo años. Nos ponen como reto evitar La Rutina y El Fracaso, inevitables en este falso espíritu aventurero que nos quieren vender.

Inculcan a sus trabajadores que el cambio para el triunfo está en ellos mismos y no en sus jefes, a quienes deben ver de manera horizontal, como un compañero más, por ello no es raro ver a los directivos sin corbata, mezclados entre los trabajadores rasos sonrientes y compartiendo en el mismo comedor comunitario. Si en la vida personal entra el infortunio, no se busca por fuera de sí, sino dentro de la persona misma. Todo lo malo que pueda suceder a la persona tiene un único responsable: Él Mismo.

Colombia tiene un porcentaje de dos dígitos en desempleo, el 12%, el más alto de América Latina, y la informalidad ronda el 59%. Y el resultado para las empresas son de altos dividendos económicos y para los trabajadores altos grados de ansiedad y pauperización. La economía va bien, el país va mal, sentenciaba en su momento un importante industrial. apellidado Echeverry, ya muerto él. Las empresas no sólo les va bien por sus ganancias netas sino que además tiene una variedad de exenciones de impuestos por parte del Gobierno pensados como estímulos para la inversión, hoy ellos mismos le llaman Sisbén o subsidio para ricos, es un Robin Hood a la inversa, roban a los pobres para dar a los ricos. Y como contraste, se está lejos de menguar la masa de desempleados, que no tiene garantizado un mínimo vital, que recibe un mal servicio de salud y le fue aumentado en 5 años la edad de jubilación; es una paradoja en el mundo del capitalismo: se es muy viejo a los 25 años para emplearse pero joven para jubilarse a los 62. 

Mientras tanto «La gente no sabe qué le reportarán los riesgos, ni qué caminos seguir.» Hablando claramente la flexibilidad que nos quieren vender como virtud para todos, no es más que un término para suavizar la opresión que ejerce el capitalismo sobre la gran masa de desposeídos. El discurso es una anestesia pedagógica aplicada a la masa de futuros empleados como a desempleados. ¿Cómo aspirar a tener relaciones duraderas en nuestra vida, si todo es a corto plazo? ¿Cómo evitar que más personas diluyan su yo y queden desorbitados al borde de la miseria o la locura? El lector, motivador de estas reflexiones, ¡tiene la palabra!
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