historiador

Aprendimos el mundo de la guerra, la escuela más reciente fue la Primera y Segunda Guerras Mundiales. A partir de allí los líderes de cada país sacan sus garras más afiladas para defender sus límites territoriales. Los motiva esa feria de vanidades que es el poder, que a su vez son impulsados en sus derivaciones micro para alimentar su engranaje burocrático que les da sustento. Cada nación se subdivide en regiones, se va de una escala mayor a una menor. Tomemos a Colombia, se desagrega en Departamentos, Ciudades, Municipios, veredas, comunas, barrios. Contando los tres primeros en la división administrativa, a sus mandatarios se les llama Gobernador, Alcaldes, y para ello se hace un despliegue electoral. Complementario son sus órganos que se suponen de control político del orden de las leyes, llámese Congreso, Asamblea Departamental, Concejo Municipal. Una arquitectura de la democracia imperfecta, y mayor aún en la compinchería, en la asociación de estos del ejecutivo y del controlador para repartirse el ponqué burocrático, y así callan las grandes necesidades del pueblo en ruina. 

Y decimos vanidades porque en la adicción al poder, surge en cada quien lo peor de su condición humana, sin importar los medios usados para llegar al fin. Bien suele decirse de las familias patricias, son dueños de los territorios, y que cada cual quiere afamar el apellido de los suyos, tratando de llegar a las altas dignidades, su escaño más alto es ser Presidente de un país. Por eso se verá a estos hombres ambiciosos, en su recorrer del camino, tener puesta la mirada allí. Se está de alcalde, gobernador, o legislador, y siempre deseando llegar a Presidente. Por eso el asunto de gobierno es de marketing político, de cómo vendo mi mejor imagen, cómo agrado al mayor número de electores, cómo controlo la información que favorezca; cual es mi mejor trino mediático, mi mejor pose, puchero, sonrisa, mi mejor foto de conveniencia familiar, etc. De allí se explica la proliferación de las encuestas que miden la percepción ciudadana, y ese interés casi que desmedido por el poder de los medios de comunicación, que modelan los gustos de la audiencia.

Entonces, así las cosas, no viene más que la tristeza por la mentira y trampas de estos hombrecillos de poder, enceguecidos en su ambición y vanagloria, su inspiración no es la ejecutoria responsable para el gran ciudadano de a pié, fundamento de la democracia, sino cómo en sus cocteles de aprestadas familias, se les rendirá culto. Todos van montados en esa barca, ninguno se percata de los graves problemas que amenazan ruina en la gran mayoría de la población pobre e ignorante. Hace años, muchos, que este país reclama un reordenamiento territorial. La mayoría de sus regiones o departamentos y municipios son inviables, no tienen capacidad de auto sostenimiento; se recomienda que las subregiones se agrupen según sean sus vocaciones económicas y de identidades culturales; se ha dicho y contradicho que los Gobernadores son figuras bobas, decorativas, poco prácticas, pero gana más el pódium de la fama y los intereses económicos que la racionalidad técnico administrativa, que el bienestar del pueblo. Todos quieren esa carrera local de la fama del poder. Y desde ya, calibran su popularidad, su aceptación en la gran masa. No importa que los ciudadanos mal estén, no importa que sus campañas de gobierno sean meras burlas y habladurías, ellos quieren abandonar su actual puesto por otra de mayor vanidad.

En consecuencia, tenemos que en la prevalencia del poder político no importa su careta de tradición, moderno o alternativo que luzcan, su prioridad es la repartición del territorio para que cada quien tenga su filigrana de feudo, y así dar gusto al gamonal que pone votos y que quiere su propio reinado. Las consideraciones culturales y demás, son materia secundaria; sí importa, satisfacer al glotón señor en su guarida preferida.

Detrás de cada hombre de poder, hay un gran negocio. La estadística mundial cuenta que el peor cáncer es la corrupción. El gobernante paga sus favores con contratos. Y en el afán de obtener el poder, vale más la imagen que sus ideas de gobierno. En un porvenir muy próximo, por lo que vemos, las reinas de belleza serán buenas consejeras de los hombres de la política, bien saben ellas de las ferias de la vanidad, de subir al el pódium de la fama, razón del poder.

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