Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica
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Colombiakrítica
Los felinos, los gatos no son caprichosos, son libres, su libertad los define bien. Nadie pone en duda que hacen parte de los seres domesticados por el hombre, esto es verdad hasta cierto punto. El gato está donde está la presa. Su acercamiento al hábitat humano fue por el atractivo de los ratones. Si hay hábitat humano hay queso, y si hay queso hay ratones. "En la ausencia del gato, los ratones están de fiesta." Así gatos y hombres hicieron sus alianzas, conviven bajo el mismo techo, bajo mutuos beneficios. Para acentuar la libertad Felina se puede comparar con el perro dócil, obediente, amaestrado, obedece al amo: te estás ahí. Quieto. Y el perro obedece. Con el gato no sucede así. Ellos ejercen su plena libertad, así sea en el encierro de las cuatro paredes de la casa, pero aún así están donde quieren estar: duermen dónde los coja el sueño, es inútil asignarles nidos y lugares predeterminados por el humano, ellos terminan imponiendo su voluntad de principio a fin.
El ejercicio de su libertad también se ve con las preferencias de personas que son de su agrado, permiten su cercanía y consienten a su amorosa mano. Rehuyen de las bruscas manos de los niños que no saben de la caricia suave y sutil. Borges decía de la amistad silenciosa de los gatos, están ahí porque quieren estar, de manera desprevenida. De los faraones también se dice que los tenían por alta estima al asimilarlos con dioses: cuando llegaba un invitado a palacio y los gatos lo repelían, el gesto presagiaba malas energías y un consejo para el faraón de no hacer negocios con el extraño. Esto era acto sagrado, el invitado era expulsado.
Es posible que el silencio y cierta independencia en el gato, sean los atractivos para decidir tenerlos. El pensador Michel Foucault, el literato Julio Cortázar, se les ve amistosos con el gato, quizá sus espíritus convulsionados a la hora de crear, fue el gato quien daba algo de paz. El ego de los humanos en última instancia permite cierto grado de neutralidad e independencia, los halagos como las ofensas resultan incómodas, por ello esos seres genuinos gatunos son tan atractivos. Un gato es un tigre en miñatura, decía Borges. Ellos están ahí, con sentimiento transparente para una merecida compañía.
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