Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Intersecciones y Mezclas


Vamos de un lado al otro, de la casa al trabajo, del trabajo al punto de encuentro acordado con los amigos. En casa y cuando viajo estoy hablando por teléfono, luego contesto chats, emails. Todo el tiempo se está conectado en esta red mundo. Vamos de un punto a otro, todo es mezcla, todo es intersección. Una intersección es un punto que está conectado con múltiples vínculos venidos de muchas partes. La vida es mezcla, es intercambio. La ciudad bien lo es con sus múltiples  circuitos de intercambios... y sus ruidos, claro está.


Venimos de muchas partes, de diversas afluencias, todo está conectado con todo, pero cuidado, no todo es limpio, no todo es puro, somos más bien una Torre de Babel. Precisamos de muchos esfuerzos para comunicarnos, para liberarnos del ruido. Mientras se dialoga se invierte más tiempo tratando de expulsar el ruido que teniendo una efectiva comunicación. Todo está plagado de interferencias, de ruido como lo es la vida y la ciudad misma.


Mezcla, Mestizaje, Redes


 Somos una mezcla, un mestizaje, lo diferente me define y me reafirma. El pensamiento es una multitud de redes. Nosotros, los hombres, vivimos de mensajes. Somos regiones de intercambio, avanzamos por las intersecciones, por los intercambios, por la información que circula. Todo es intercambio, seres y cosas. Construir, pensar es intercambiar. Incluso en el comer se da el intercambio, mientras ingiero un bocado, en mi organismo se desdobla a su vez por miles de microorganismos. La vida es trabajo, es energía y es información. O resumida en sus tres estados: mecánico, termodinámico e informático.


Interferencias, Parásitos


En este ir y venir que es la vida, en todos estos flujos de energía y comunicación, no faltan las interrupciones en el intercambio. Esa interferencia tiene nombre propio: Parásito. Se llama parásito al que toma y no da nada a cambio, aquel que con glotonería come gratis en la mesa de otro y sólo con buena conversa, con buenas y bonitas palabras paga. También es parásito el microbio, aquel animal pequeño, huésped, que come y pone en peligro de muerte la vida de su hospedero. 


También es parásito aquel ruido que interfiere una comunicación y la impide, la degrada o la vuelve difícil y hace que los mensajes no lleguen completos. En suma, se llama parásito al invitado abusivo, los animalitos inevitables y el ruido o la interrupción de mensajes. Es parásito también quien copia y repite, quien no inventa y se sumerge en lo mismo, sólo vive del ingenio de los otros. El hombre mismo es un parásito: «¿Qué da el hombre a la vaca, al árbol o a la res que le dan la leche, el calor, el hábitat, el trabajo y la carne? ¿Qué les da? La Muerte.» Michel Serres (en Parásito. París: Grasset, 1980. p. 12. Citado en: Revista Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Colombia. Medellín, p. 57. 1993)


Lo impuro virtuoso


Pero la vida misma no existe sin parásitos, esta vida que es mezcla e intercambios. El queso y los gusanos, el vino y su fermentación son buenos ejemplos de lo impuro, de la mezcla virtuosa que nos entrega lo mejor, lo exquisito. No existe sistema sin parásitos. Es una constante, una ley. El error hace parte de los parásitos. No hay sistemas perfectos. Se gana por un lado y se pierde por otro. Toda ganancia tiene su pérdida y viceversa. La vida es ensayo y error, de allí viene el ingenio, después de tanto buscar, se encuentra lo menos esperado.


Esta matriz de la vida de que todo es mezcla e intercambios, tienen eco en los saberes de ciencias que el hombre ha diseñado para aprehender la realidad y poder tener un mejor desempeño, un mejor vivir. Por tanto, si todo es mezcla, si todo es interferencia, nada hay puro, y esto vale para la llamada razón. Lo que ayer fue verdad, hoy no lo es. No hay pensamiento puro, todo está sujeto al ensayo y error. La impureza y la mezcla es ley, es virtud. Lo limpio sólo es un ideal que permanece insistente en nuestras cabezas. Todo es azar, caos y desorden, todo es impuro.


El Poderoso es el Parásito


No puede quedar por fuera el parásito en el Poder, el demagogo que sólo habla pero sin obras a mostrar porque se ha apropiado de los recursos, no los deja fluir, no permite que circulen. Allí está la gran discusión: La No Distribución de la Riqueza. El Poder es parasitario, vive de la gorra, se alimenta del trabajo ajeno. Se apodera de todo, ocupa el mayor espacio, se lo apropia,  como los perros con su orina, dejan la marca, dejan su huella, su demarcación. El político sólo vive de echar cuento, de la pura demagogia. Si lo examinas sólo encontrarás que su lengua es musculosa de tanto hablar, es el hombre lengua, no produce nada más que promesas en su mayoría falsas. He allí al demagogo y detrás se esconde el hombre de poder.


Detrás del político está una masa de hombres que permiten su existencia. El poderoso tiene un séquito que le venera, una cantidad de hombres que le rinden pleitesía. Pero ese poder no es para siempre, es cambiante y tiene su fin, el poder de los hombres no es eterno. A él también lo ronda la muerte. Y es precisamente a ese poder temporal, al que el poderoso teme. Todos los hombres que alguna vez la aplaudían ahora ya no le guardan respeto. «Quien niega obediencia, presenta combate» dice Elías Canetti. La obediencia no es infinita, tiene su término. Algún día estará sólo, sin capital político, rodeado de solo enemigos que quieren venganza. Corre peligro. Teme ser cercado. Teme morir.


Estos intercambios, esta vida parasitaria nos pone a trabajar para expulsar el desorden. Qué es la  vida sino ordenar y seleccionar, expulsar y vigilar como en la ciudad con sus murallas. La vida es mezcla, son intersecciones, son flujos, devenires, es la diferencia y la repetición, es caos y es orden, es el eterno retorno pero también lo diferente, la innovación, lo creativo.

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