La Muerte y El Morir

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


No sé en qué momento se dio la distinción entre el morir y la muerte, todos nos sabemos seres mortales, tarde o temprano la muerte llega, ha de venir, eso es cosa común pero lo raro es no sentir miedo por la forma en qué llegará el día final, estremece la incertidumbre del cómo y del cuándo. También sabemos el terror que infunda lo desconocido cuando se cree en otras vidas después de la muerte y sobre todo con el cristianismo que amenaza fuego eterno para las almas impuras. 


Una cosa es morir de una vez por todas bajo las llamas y otra cosa es sufrir la condena, estar padeciendo las llamas del fuego en una vida eterna en el cristianismo. O una de dos: o se vive en eternidad en el paraíso o en el infierno después de muerto. Y no es para menos el terror infundado, si hemos de recordar lo real que fue la Santa Inquisición con la quema de cuerpos vivos para el escarmiento de las vidas consideradas impuras, pecaminosas.


Es la historia de la hoguera muy conocida pero nuestra curiosidad, quizá vana, está más allá  de lo que explica o funda esa concepción tajante de separar la vida de la muerte, eso que hace creer en que son dos eventos distintos. Nuestro interés está más bien en la consideración menos popular de considerar la vida y la muerte como un sólo evento, una y otra son una sola realidad, al mismo tiempo que se vive también se muere, una día de vida es un día de muerte, vivir es empezar a morir. La vida como conjunto de células que se van muriendo y renovando hasta que al final una falla sistémica desencadena otras formas como lo es el proceso de metamorfosis al que todo viviente está destinado. 


Esta disyuntiva separatista del alma y del cuerpo no la tuvieron los estoicos para quienes el alma es un complemento del cuerpo, manifiesta en su multiplicidad de partículas, hoy llamarían células. Es decir todo tiene que ver con todo, somos una realidad indivisible. Para ellos tampoco tenía sentido la preocupación de la muerte, para qué preocuparse si cuando estamos ella no está, y cuando está, ya no estamos. Son simples cambios de estado de la materia.


Alma y cuerpo son indisociables. Alma quiere decir suspiro, el individuo viene con el primer suspiro y con el último se va, deja de ser para volverse polvo cósmico, humus. No existe ninguna vida que sea para siempre, todas tienen su final. Pero si se considera la vida como metamorfosis, es posible pensar en el humos y en las partículas que de esparcen por el aire, por el cosmos.


Cada momento, cada día se sufren desgastes, vivimos y a la vez sufrimos achaques, la vejez, por ejemplo, no viene sola, suele decirse para hacer notar la pérdida de funciones. Pero algún día llegará el momento en que llamen a nuestra puerta, interrumpirán el festín, puede ser un sonido, una música que nos invita a partir, en fin, lo bello será comprender y aceptar feliz el momento del viaje. Seremos un sonido final, un olor fétido, unas partículas esparcidas por el aire, unos recuerdos fundidos de puro amor en nuestros seres queridos. Y así sucesivamente con uno y con otros, unos partirán primero, otros después. "Debemos entrar en la muerte como quien entra en una fiesta.” Borges

Debemos entrar en la muerte como quien entra en una fiesta”
Debemos entrar en la muerte como quien entra en una fiesta”

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Los Sentidos

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica 


 Los sentidos modelan nuestro cuerpo, ellos captan y nos informan del mundo exterior. La vista y el oído nos entregan el arte con las pinturas y la música. Poco a poco la degustación ha ido ganando, en los buenos paladares una experiencia estética, sensitiva. El tacto y el olfato no son tan protagónicos en nuestra cultura, no han sido explotados para entregar sensaciones artísticas.

La estética tiene la posibilidad de transformar los estados del cuerpo en alegría, en disfrute, por ejemplo. La piel del cuerpo es membrana, borde común que comunica el adentro y el afuera. Una experiencia exterior nos afecta para bien o para mal en el interior de nuestro cuerpo, nos alegra con estímulos placenteros o nos paraliza con hechos de miedo. La piel misma es lienzo, es mapa táctil, es el sello propio en en que un hombre o una mujer  modelan frente al espejo la imagen para presentarse ante los demás.


Estesia quiere decir sentir y por tanto éxtasis quiere decir fuera de sí mismo. Interactuamos con el afuera en la variedad, multiplicidad, en la mezcla que conlleva la experimentación, la vida misma. No es gratuito que homo sapiens quiere decir hombre que gusta. La cultura se compone de cuerpo y sentidos. El gusto fundamenta la existencia, lo sensorial es fondo empírico, estética es el placer de los sentidos. Variedad continua es la mezcla. La vida avanza negociando multiplicidades.


Contrario al sentir, a la estesia, es la anestesia, el no sentir, privación de los sentidos y sus sensaciones. Nuestra cultura con sus mass media embotan a diario nuestros oídos y la vista con publicidad, imágenes o información a favor o en contra según sean los intereses, la manipulación es cosa de diario vivir. Esto es anestesiar los cuerpos, privarlos de sentidos, de sentir, de vivir. Otro tanto sucede con los drogos que de tanto consumir endurecen su piel con sus poros taponados, se enajenan, evaden la realidad que les ha tocado vivir.


Así las cosas, se precisa de sentir, experimentar, captar el mundo, vivirlo con los cinco sentidos. La cultura se compone de cuerpos y sus sensaciones entregados por los sentires.


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El Cuerpo y La Ciudad

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Lo monótono  y estéril caracterizan las construcciones de hoy, no son espacios que provocan ni convocan a desplegar nuestro espíritu, a sentirlos departiendo con amigos o definiendo los asuntos públicos como lo fue en Atenas, cuna de la democracia. Las experiencias más significativas son proporcionadas por los mass media y la gente las vive como si fueran reales. Y por el contrario, lo concreto real pasa desapercibido, incluso irreconocible y repudiable como quienes se asquean con el pescado fresco cuando van a la plaza de mercado. O cuándo en la calle la violencia pandillera se ensaña contra nuestro vecino próximo, la solidaridad es ajena y salimos despavoridos, es asunto de nada que ver con nosotros. Pero la violencia más cruda vista en la pantalla nos resulta divertida y normal. En sí, el consumo virtual o de los mass media embotan a los espectadores hasta perder las sensaciones de su propio cuerpo.


Esto es gracias a la experiencia física vivida por la velocidad y el culto al individualismo del mundo moderno. Los estímulos son mínimos, se priva a los sentidos de sus sensaciones. El confort mayor es ir a la mayor velocidad posible apoltronado en el automóvil, y ese es también el máximo triunfo del individuo. Las residencias o urbanizaciones son encerramientos que protegen del afuera como amenaza, y en cada apartamento cada quién vive como un extraño entre sus vecinos, tanto en el adentro como en el afuera, los individuos evitan contactos físicos o relacionamientos que permitan entablar una amistad o tejer vida comunitaria, cualquier posible contacto es un riesgo que hay que evitar. El afuera es una amenaza, evitar lo público y cuando se requiera de ser frecuentado, que sea rápido y momentáneo.


Privación de los Sentidos


El ir veloz apaga el interés por el otro y por lo lugareño local que vivifica el estar juntos, en comunidad. La comodidad vuelve perezoso el sistema sensorial, nos aleja del mundo exterior. Allí, en esa realidad espacial se vive un placer pleno y equilibrado que trasciende el mero placer corporal, el placer de estar juntos en un territorio, es una seguridad biológica que nos asiste. El hombre despliega su ser sobre el territorio, allí lo plasma, deja sus huellas en lo que le es propio de la cultura. La experimentación del territorio, del afuera, estimula experiencias que la velocidad, el ir rápido no permite, por eso la privación de los sentidos hasta llegar a una sociedad anestesiada. La falta de estímulos nos atrofia la vida. Sin comunidad, se agudiza ese fondo en nuestro ser que nos hace sentir incompletos sin posibilidad de una solución a la mano, de otro que me dé la mano y no sentirme solo y amenazado. Pero en la soledad, somos cuerpos turbados, agitados, inquietos, perdidos, seres sin paz, con pasividad corporal, sin centro espiritual. Somos ajenos, desorientados, vivimos como exiliados en la calle y en la casa.


No es posible ningún ágora o plaza pública para compartir o debatir los asuntos comunes a todos, los tiempos industriales nos privaron de ellos. Hoy se precisa de evitar cualquier contacto físico posible, ello es sinónimo de seguridad y orden. Los lugares más comunes y masivos son los centros comerciales, pero allí cada quien va dando vueltas y vueltas fisgoneando vitrinas. Son rituales que no celebran nada, sólo son esclavos del capitalismo de mercado que dan vueltas y vueltas como ratas de alcantarillas. Vivimos encapsulados en una especie de paraíso perdido.


El Paraíso Perdido o Mundo Exterior


Adán y Eva ganaron con la expulsión del paraíso, fue la posibilidad de salir al mundo, vivirlo y sentirlo en carne propia. Ellos salieron de su inocencia, ingenuidad y obediencia para entrar conscientes a un mundo exterior para comprender lo extraño y distinto, cuerpos expuestos al dolor que implica experimentar y conocer, como el niño que caída tras caída, golpe tras golpe aprende a caminar. Conocer y sufrir en carne propia es una experiencia inevitable que nadie puede vivir por nosotros. Pero nuestro mundo moderno nos quiere privar de los cinco sentidos, nos ha vuelto anestésicos, nos priva de sentir, nos adentramos en una pasividad corporal. Queremos regresar a un paraíso perdido, el cuerpo que evita sentir el espacio concreto, la carne es ajena a la piedra, a la experiencia material, desarmonía entre carne y piedra. El cuerpo es la carne, la ciudad es la piedra.


Atenas y los Espacios Comunes


Lo diverso étnico y los espacios comunes para compartir y decidir los asuntos públicos, eran lo propio de la antigua Atenas. La afirmación Aristotélica resuena fuerte para decir una realidad difícil de reconocer desde el mundo antiguo hasta nuestros días: Una ciudad está compuesta por diferentes clases de hombres; personas similares no pueden crear una ciudad. Es la diversidad étnica y de pensamiento lo que enriquece la vida en contraposición de racismos que proclaman superioridad de unas sobre otras.


La Diferencia crea Identidad


El mundo de la Grecia Antigua en Atenas los ciudadanos tenían una vida común en los lugares que discutían los asuntos públicos, que competían a todos, así el espacio y los ciudadanos se compenetraban, eran una sola realidad. Los espacios públicos eran escenarios para desarrollar la vida personal y colectiva. En la diferencia se reafirma la identidad personal, es un principio de la diversidad de la vida que en los humanos se constata en las etnias y el pensar diferente. En suma, en la Diferencia se crea identidad.


Vida común fue posible en el mundo griego, pese a los excluidos, algún día tenían la esperanza de estar en comunidad. El medioevo rompió esa esperanza, y el mundo del capitalismo impuso el credo del culto al individualismo, todos somos extraños, mi más próximo vecino es enemigo en potencia.


Lo común versus individualismo


La nación proclama una identidad común, la ciudad por el contrario promueve el culto al individualismo, un mundo de extraños, de soledades perdidas que no se encuentran, todos van y vienen rápido como si estuvieran huyendo de algo que desconocen, temen y no se hallan en el espacio. Perder la vida común es perderse así mismo. Nuestras vidas necesitan de un relato que dé coherencia a nuestras vidas, no pedazos de un rompecabezas que no encajan.


En suma, el movimiento y velocidad que nos trajo el capitalismo nos anestesia, nos deja los sentidos adormilados, nos priva del mundo exterior y de hacer vida común con los conciudadanos, mi prójimo, mi vecino de al lado, todos ellos los evito, se precisa del menos contacto posible. No experimentamos el mundo.


Las cadenas de almacenes acaban con las pequeñas tiendas de barrio en las cuales se daba la vida comunitaria, vecinos tomando un café, vecinos en confianza con el tendero que les daba créditos con el mero empeño de la palabra, los llamados fiados. 


La cultura del culto al individualismo es lo propio del capitalismo, apaga los sentidos, las sensaciones del cuerpo para así privarlo del disfrute de la vida misma. Cualquier contacto posible debe evitarse. Son amenazas, y ante las amenazas se bloquean los estímulos, es una respuesta de la naturaleza biológica, así, en este mundo moderno de velocidad, la privación de los sentidos, la anestesia nos define bien. 


Nadie pone en duda que un cuerpo requiere de un espacio para desplazarse y máximo aún cuando la vida se define por el movimiento, en especial en nuestros tiempos de avenidas rápidas y automóviles veloces, ir rápido es la consigna. Pero el ir veloz hace perder la mirada atenta por el paisaje, sólo se logra un plano panorámico sin los disfrutes de lo particular del territorio. 


Es el lugar donde las gentes alcanzan la unidad, ciudad y cuerpos son solidarios, es la configuración material y espiritual, tanto de los cuerpos como del territorio, de la carne y la piedra. Vivir juntos es lo propio de la civilización, separados es lo característico de las vida que se apagan. No tenemos principio de realidad. No vivimos, no experimentamos el mundo exterior.


P.D.


«Primero anotar que los excluidos del mundo grecorromano se reivindican en la clerecía o comunidad de la iglesia del Cristo muy presente en el mundo medieval.

Segundo, es un segmento del capitalismo que eleva el culto al individuo, el neoliberalismo que precisamente se diseña para destruir la comunidad sindical, no olvidemos a la Tacher destrozando los sindicatos mineros.

Y si bien han desaparecido los cafés como espacio comunitario de los obreros, estos conservan aún la cualidad de espacios de interacción. Recuerda que Marcel Hénaff en la Ciudad que viene reivindica el espacio común, porque construye comunidad de vecindad en las aceras y parques de los barrios.» Iván Castrillón.

Finalmente Sennett en Carne y Piedra muestra los vínculos entre la Ciudad y los cuerpos mediados por los rituales un tema por explorar.



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La Escasez de Respeto

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


El respeto es un bien bastante escaso, circula poco en la sociedad pese a que allí mismo se confecciona, se forja igual que el carácter y otros valores necesarios para vivir en comunidad, por lo demás es cosa bien sabido que somos  seres sociales. Quien goza de respeto será venerado o por lo menos se puede mover tranquilo por dónde vaya, sin sentir vergüenza en todo el cuerpo, caminará recto y sin ningún recato; quién carece de él, su autoestima será baja, mellada y la vergüenza le será más común. Pero ¿de qué está hecho este bien tan preciado? 


Richard Sennet en su libro El Respeto considera tres maneras que modelan el carácter de una persona y según sea se gana o se inspira respeto. La primera y mejor que lo virtuoso o lo innato, es el talento. La sociedad valora más al talentoso que al virtuoso porque implica esfuerzo y dedicación, pues se ha invertido mucho tiempo, mucho sudor y lágrimas para lograr el cometido. Es el que se esfuerza por salir adelante, ese que sale adelante, ese que ha triunfado con esfuerzo, es el mejor visto por la sociedad. Esta valoración del esfuerzo personal, por encima del aventajado virtuoso, tienen su razón de ser en el combate que la sociedad hace del parasitismo, de los zánganos. La cultura castiga el derroche y se premia el uso eficiente de los recursos. 


La segunda característica es el cuidado de uno mismo, no ser una carga para nadie, según el historiador Huizinga, esto se impuso a partir del siglo xix por el temor a perder el tiempo, cada segundo debe aprovecharse, el tiempo es oro, es también ese odio que se tiene al parasitismo. Cada quien debe hacerse cargo de sí mismo, la solidaridad no cuenta para nada. Autonomía es la capacidad de separarse de los otros. Es una poderosa vía de acceso a la igualdad.


El tercer aspecto es retribuir a los otros. Si se tiene lo suficiente y se es generoso, se gana el respeto. Dar es una manera de ganar respeto. Mientras quién recibe y no da, no devuelve, no tiene manera de devolver o retribuir se siente con una gratitud inmensa de no acabarse. En sí es una generosidad aplastante, que socava la dignidad del otro hasta sentirse humillado.


Este combate al parasitismo, aprovechar cada segundo de la vida porque el tiempo es oro, es toda una cultura del capitalismo. Por eso toda ayuda a los otros va encaminada a encarrilarlos por ese tren de la productividad. Cuidar de los demás al margen de la compasión… ayudar al otro sin que se ponga en riesgo su identidad, no diluirla con una descarga evangelizadora de tener que cambiar  o transformar al otro. No hay regalo gratuito.


La prodigalidad o el don, esa generosidad, el dar termina por aplastar, humillar al otro. La prodigalidad implica cualquier respuesta en su poder de manipulación. Deja una carga pesada de gratitud en quién recibe, sin nada qué devolver, nada más que sumisión. Lo mismo sucede con la compasión, humilla, incluso reemplaza a la justicia, ya más allá, despoja de identidad a los otros, el respeto por sí mismo, como en los internados o las corporaciones de asistencia social tienen un poder muy fuerte para entrar dentro de las personas y despojarlas de su identidad, no se puede estructurar el respeto mutuo, todo esto analizados por Michel Foucault en Vigilar y Castigar. 


Estos valores confeccionados en la sociedad y en especial con un sesgo muy de mercado, muy del mundo del capitalismo, tiene el agravante de poner en riesgo la identidad de las personas, pues el valor operante es el de un utilitarismo de mercado, las personas son vistas como un agregado más del mecanismo de la máquina que operan, son un pedazo de carne pegada a una palanca.


La flexibilidad y la Jaula de hierro


Lo que la dictadura de izquierda no logró, lo hizo el capitalismo: flexibilizar la burocracia, la verticalidad migró a la organización en red, se hizo creer que era una democratización con su organización horizontal o en red, pero lo que realmente se hizo fue perfeccionar el método de control de los trabajadores, en cada nodo creado se ha perfeccionado las técnicas de control casi que uno a uno, mi compañero más próximo, es la unidad de medida para comparar mi producción, pero también puede ser mi peor azote. Sennet lo compara esta flexibilidad de la burocracia capitalista con el rayo láser que hace una barrida por todo el disco cd, tiene una lectura de completitud. Igual sucede con la llamada democratización de la burocracia empresarial, existe un poder central invisible que da un barrido panorámico de todos y cada uno de los implicados en la producción, existe una eficiencia al cien por ciento. 


En el trabajo industrializado o robótico, el trabajo es episódico, se pasa de una tarea a otra, no se tiene noción de un proceso. Esto tiende a producir débiles cadenas de fraternidad entre los trabajadores. Los lazos de amistad así como personas con quienes conversar sobre algún problema disminuyen o son inexistentes y mucho menos se puede crear comunidades solidarias y duraderas. Sin hombres que no dan unidad a sus vidas, son seres más bien resquebrajados, vidas desestructuradas.


Sólo se migró de la burocracia vertical a un control más suave, más sofisticado pero angustiante para el trabajador. Sin a quien dirigirse, los trabajadores mantienen la cabeza baja y guardan obediencia ciega para así conservar su empleo, es una indiferencia emocional como estrategia de supervivencia. Por lo demás, rara vez el estrés laboral crea auténticos vínculos sociales ni de afabilidad. Es una deficiencia social que la vida comunitaria tendrá que sortear o enmendar. El Estado y empresa se descargan, se desentiende de lo social y se la endosan a la vida comunitaria o al mismo individuo, una manera de hipertrofiar, de sobrecargar en funciones hasta el aplastamiento.


El capitalismo en su desorganización, en su crisis, produjo un código de respeto por uno mismo. Las rutinas embrutecedoras de las fábricas así como sus pirámides burocráticas despojan al individuo de su inteligencia y de sus iniciativas. Lo carismático más que lo racional es la proclama evangélica del capitalismo y sus lugartenientes. Los obreros son un agregado más, una pieza más de la máquina, no comprende los procesos, es un pedazo de carne pegado a una palanca.


La esperanza en lo local comunitario


El Estado Benefactor mermó su esencia que era mantener un cuerpo social compacto de sus ciudadanos en sus servicios esenciales de salud, trabajo, educación, vivienda, pensión. Todo esto se trasladó al credo libertario de encárgate de ti mismo, tu eres el único responsable de tu vida si triunfas o fracasas. Esto mismo se aplica en la llamada descentralización, cada territorio se la verá para gestionar su pobreza.


La autonomía supone conexión y a la vez alteridad, intimidad y anonimato. Ello refuerza la identidad de la persona en vez de desestructurarla como en los valores capitalistas. La caridad en la estrategia del cara a cara no es amistad, es vulgar método de someter al otro. La reciprocidad es fundamento del respeto mutuo. Es romper el ethos capitalista que reza de a cada quien según su capacidad. El respecto es sentido y expresivo, se requiere inmersión, convicción.


Lo local comunitario es condición de posibilidad para crear genuinos lazos de afectos, de cuidar de sí mismos y a los otros, generar lazos de solidaridad, de materializar sueños colectivos, es poder conjugar el pronombre de nosotros que llenará de contenido y sentido comunitario el valor de Respeto. Y es la reciprocidad el fundamento del respeto, allí las equivalencias no proceden, se da en la medida de las posibilidades.


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El Mundo de las Prohibiciones

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El hombre es una realidad productiva, social y religiosa. En sí, sagrada y profana. Y ante todo es el único ser que tiene consciencia de su propia muerte, sabe que va a morir, se sabe finito, es un ser discontinuo. Somos seres discontinuos en lo particular, nos reproducimos en la promesa de la continuidad, morimos pero otros nacen. Esta conciencia de la finitud produce un vacío existencial y toda búsqueda emprendida es para hallarnos a nosotros mismos en la ilusión de prolongarnos en algo o alguien para así hacerle un pequeño quite a la muerte en esa ingenua ilusión de continuarnos en otros.


Somos una realidad total, un hecho social total. El hecho social total está dotado a la vez de lo social y de lo religioso, mágico y económico, utilitario y sentimental, jurídico y moral. Somos seres sociales que por sus miedos y en el lenguaje, aliviamos las angustias con lo religioso y mágico dando respuestas a la finitud que nos amenaza.


El trabajo y el abandono de sí mismo


El hombre es un animal que trabaja, que renuncia a la exuberancia, al exceso sexual. Se conoce el mundo apartándose de sí mismo, el trabajo exige entrega, dedicación, un gran consumo de energía. El mundo del trabajo riñe con el mundo del goce y en general del ocio. Las normas, las reglas, las prohibiciones están allí para sustraernos, apartarnos de las distracciones que nos alejan de la producción, del trabajo. La razón manda, pero la obediencia no es ilimitada. Aunque toda prohibición está para ser transgredida, todo límite para se excedido, el anómico es un buen ejemplo. Pero existe un fondo del goce que no se puede extirpar. Por eso los dolores más profundos son los que no se manifiestan con gritos.


La Finitud y Conciencia de la muerte


El ser es finito, es discontinuo, la vida en singular tiene su fin, ese proceso de sabernos finitos ante la continuidad de la vida, produce una sensación de vacío, es el vértigo del abismo, morimos pero otros quedan después de mí, y así sucesivamente. En algunas experiencias se puede disfrutar de ese vértigo existencial, la muerte vertiginosa que fascina como en los que se sumen en el fondo de las drogas o de ciertos peligros, saben que existe ese fondo abismal de sumirse en la nada, pero mas sin embargo la fuerza del disfrute es mayor, tanto que si se precisa de matar y comer del muerto, se mata, el zángano tiene que proveerse de los recursos necesarios de sobrevivencia antes de morir. Por lo demás la angustia es materia prima del pecado, y éste de las Prohibiciones. Ese arar en el vacío es una respuesta a querer trascender en la infinitud, asegurar de cierta manera la supervivencia asociada a los sueños de inmortalidad, los sacrificios sagrados funcionan en esa lógica. Asegurar la supervivencia personal de la discontinuidad en el ser. 


Erotismo


El erotismo, el placer por el placer, así como las licencias de las fiestas, no van con el mundo de la producción y es contrario a las convenciones, a las normas, a las leyes sociales. En el erotismo por ejemplo su terreno es la violencia, la violación, la transgresión, dar rienda suelta o vivir ese estado puro de animalidad que nos compone sin las restricciones de las prohibiciones o frenos culturales que se instalan en el individuo, es lo más íntimo de violencia extrema que tiene el ser hasta el punto de desfallecer, poseer al ser amado en su plenitud total por el miedo a perderlo, incluso hasta matarlo, es la razón final del objeto del deseo, una entrega total sin contrapartida. La violencia no tiene lenguaje articulado para expresarse, el violento todo el tiempo está ocultando sus fechorías, todo el tiempo miente. «El ser amado es para el amante la transparencia del mundo», esto dice Bataille en su libro sobre el Erotismo el cual seguimos. 


Uno termina viendo el mundo con los ojos del otro a quien amo y con el cual me identifico en la plenitud, yo soy el otro, al punto de fundirnos en una sola realidad existencial, no puedo vivir sin el otro. Es la aprobación de la vida hasta en la muerte, cosa que no sucede en la mística sagrada de un cierto amor puro y divino, los éxtasis provienen de allí y son considerados puros, limpios. Mientras que en lo profano con lo erótico, la muerte está asociada, aliada con una idea libertina, el otro es objeto de placer, no importa si se llega a la muerte, es un sacrificio del puro éxtasis. Por ejemplo, en Sade la muerte se desvía hacia el otro.


El erotismo es el aspecto inmediato de la experiencia interior que se opone a la sexualidad animal. El hombre moviliza su vida interior a diferencia del animal con su naturaleza salvaje, bruta, sin ninguna elaboración simbólica o cultural. Y es el trabajo el que diferencia al hombre del animal, con la herramienta se producen formas y bienes culturales.


El tiempo humano se reparte en tiempo profano y sagrado. Tiempo de trabajo es el de las prohibiciones, el tiempo sagrado es el de las fiestas, es decir, el de la trasgresión de las prohibiciones, en el erotismo es el tiempo de la licencia sexual, de la soledad, porque es la búsqueda de sí mismo, soledad que ahoga, de gasto, de improductividad y que llama a la muerte. Lo sagrado es lo comunitario porque es entregarse, compartir con los otros, con los demás.


El trabajo y las Prohibiciones


La excreta sólo horroriza a los humanos. Pudor es el sentimiento de la obscenidad. Y la belleza, lo más bello, el objeto deseado, está para ser ensuciado, es la fuerza de la seducción. La vida es exuberante pérdida pero también está orientada al crecimiento, la reproducción por ejemplo, pero la vida se multiplica para ofrecerla a la muerte. Todo es del gusano. No importa que en nuestro propio afecto, nos prolonguemenos así mismos. Por eso una sociedad de zánganos harían que se desplomara la humanidad ante un relajamiento global sin imaginación y sin porvenir, la vida sin sabor y sin interés.


La vida es energía. Se produce y se gasta. El exceso se opone a la razón. La prohibición responde al trabajo, y éste a la producción. Con la actividad, con el trabajo, el hombre edificó el mundo racional, pero sigue subsistiendo en él un fondo de violencia. El trabajo exige una conducta razonable, todas las energías concentradas que no se la van con las fiestas, sino se frenan los impulsos no se puede llegar a trabajar. El mundo de las prohibiciones, el sistema de las cohibiciones hace posible el mundo de la razón y del trabajo. Los anómicos no tienen lugar en el mundo de la razón, de las prohibiciones. Sin prohibiciones no hay trabajo, no se podría frenar el caudal de violencia bruta, natural. Las prohibiciones detienen la violencia. La guerra es una organización colectiva de impulsos agresivos. Igual que el trabajo. En suma, las prohibiciones pretenden eliminar la violencia, controlarla, incluidos los impulsos sexuales. Y la guerra es una violencia organizada.


El amor es un impulso de mi muerte. La muerte es la experiencia de vacío sentido al desfallecer. Movimiento pródigo de la vida y el miedo a sus impulsos. Existe un fondo de violencia pura de animal, hay un matador posible, es la enseñanza que dejan las guerras inútiles. La guerra es el desencadenamiento global de los deseos de matar que rebasa en conjunto al ámbito de la religión.


El Sacrificio y la Sustitución


El sacrificio es el levantamiento de la prohibición de dar muerte. El sacrificio es considerado una ofrenda. El sacrificio busca sustitutos en el animal en lugar de los humanos. Hoy la simbólica cumple las veces de sustitución: la hostia es el cuerpo, y en la copa la sangre es el vino, un acto de antropofagia simbólica que ha perdido cualquier efecto escandalizador gracias a la sublimación.


Consciencia de la Muerte


Nosotros los humanos somos los únicos de los animales que sabemos que vamos a morir, tenemos consciencia de la muerte. Esto de sabernos finitos, seres discontinuos, nos produce horror. La vida es un proceso de engendrar a través de la reproducción pero también de aniquilar. La vida es exceso pero también de aniquilación de lo creado. Toda vida se ofrece a la muerte, es su destino final. Esto se croncretiza, lo más común en lo humano, En la cópula tanto uno como otro, están fuera de sí. Un matrimonio es el orden del caos, es el dominio de esa violencia primaria, natural. La unión es la convención de doma cultural que dos individuos hacen de manera voluntaria. La unión es una apuesta por la continuidad. El matrimonio es el marco de la sexualidad lícita. El hábito hace apagar la intensidad, el matrimonio implica costumbres.


El mundo de las Prohibiciones es el balanceo de la naturaleza y la cultura en el hombre, allí persiste un fondo de violencia que todo el tiempo intenta domarse.


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