Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

La Hermana Rosa Emilia  Cadavid recibió de imprevisto a centenares de mujeres afligidas por la desaparición de sus hijos y esposos en esa fatídica Operación militar llamada Orión en la comuna trece de Medellín en el año de 2002: “Con las situaciones de violencia en la trece, uno no sabía cómo abordar el acompañamiento a estas mujeres, realmente la guerra lo coge a uno de imprevisto”....  "En las épocas de mayor dinámica del conflicto armado en la Comuna trece, las mujeres habitantes del territorio comenzaron a llegar a las puertas del Convento de la Madre Laura, buscando un lugar seguro para huir de la guerra y un espacio donde poder dar testimonio de lo que estaba padeciendo la sociedad civil.” (Documental).


Fue un accionar conjunto entre el ejército colombiano y el paramilitarismo según confesión del entonces temido paramilitar Don Berna. Las personas eran sacadas de sus casas a cualquier hora del día o de la noche. La libre movilidad ciudadana fue restringida, salir o entrar a sus casas era con permiso de los grupos armados bien fueran legales o ilegales. Era un sólo propósito: exterminar a las milicias guerrilleras y a sus auxiliares y quedarse con ese territorio estratégico para traficar armas y drogas que comunica con otras regiones del país. Las cifras oficiales cuentan 522 civiles desaparecidos. Hoy, dos décadas después, sus deudos, en especial las madres, siguen llorando a sus hijos.


A esta denominada operación Orión se le suma otro icono inolvidable como es la Escombrera ubicada allí mismo en la comuna trece. Y también será inolvidable por mucho tiempo porque allí mismo han encontrado fosas comunes. Los habitantes vieron con extrañeza que en medio de ese accionar militar la escombrera funcionara noche y día, las volquetas nunca pararon de ir y venir para hacer sus descargas de sus volcos tapados.


Acostumbra a decirse que si hay vida, hay lucha, y si hay lucha, hay resistencia. Y es lo que centenares de madres vienen batallando, transitando en búsqueda de una respuesta por sus hijos desaparecidos, quieren que les devuelvan sus restos para honrarlos, darles sus debidos respetos de paz que todo muerto reclama, en sí, son ellos quiénes hablan a través de quiénes quedan con vida.


Hoy este dolor se ha vuelto esperanza, se ha vuelto lucha, resistencia contra el olvido y en pro de encontrar a sus seres queridos. Hoy vemos una familia ampliada unida por una sola causa: luchar contra el olvido. Y en ello están los grafiteros.  Los grafiteros dan color, vida y memoria sobre el muro gris. Esta vez dan la palabra a centenares de madres que lloran a sus hijos desaparecidos.


Está intervención militar tuvo por propósito desterrar a las milicias guerrilleras. Y como todo accionar de guerra, entre más crueldad y violencia se ejerza, serán muy temidos y respetados, es la lógica de superioridad del perpetrador. Es la lógica de la guerra generar terror y miedo en el territorio, por eso el accionar criminal se fue lanza en ristre contra los pobladores del territorio. El objetivo era dar una lección cruel a sus pobladores porque en la guerra son considerados una especie de redes de apoyo, la lógica de la guerra es: si no estás conmigo, estás en mi contra, o eres mi amigo o mi enemigo, no hay puntos medios, para ellos no existe población civil sino redes de apoyo, colaboradores de uno u otro bando.


Para nadie resulta extraño que Medellín y Antioquia han sido un laboratorio de guerra, su ingenio está en mezclar todas las formas de lucha, han aprendido a combinar lo legal con lo formal y lo ilegal, acá son difusos los límites del paramilitarismo, delincuencia común. Acá fue posible la escuela del narcotráfico y sus bandas sicariales, mafia y política, Estado y Crimen. Cuando se ejerce tanta violencia brutal, cruda, tanto escarnio sobre los civiles, es el claro síntoma de un Estado fallido y por consiguiente de una democracia fracasada.


Por estas mismas fronteras éticas confusas y ambiguas, incluso puede decirse hipócritas, que los aparatos de poder quieren borrar la memoria de sus rastros dejados, es una sociedad mafiosa pero se quiere borrar sus legados criminales para evitar mirarse al espejo, evitar recordar, insistir en olvidar para así seguir en el fango que cada vez nos hunde como sociedad. En el reinado de Pablo Escobar todo mundo lo admiraba y le rendía sus respetos, en su ocaso todo mundo esconde sus sentimientos y muestra su cara de vergüenza. 


No hay cambio, no hay reparación sino se reconocen las responsabilidades, sino se ofrecen actos sinceros de arrepentimiento por los daños causados. Las cuchas tienen razón cuando persisten en reclamar verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, y claro, por sobre todo que les devuelvan los restos de sus seres desaparecidos. No es mucho pedir, todos queremos como miembros de una sociedad, rendir los debidos respetos que nuestros seres queridos, ya muertos,  reclaman. Esos muros en manos de los grafiteros y voces de las madres, quieren hablar, y más allá son las propias voces de los muertos que reclaman sus debidos respetos y ofrendas. La moría de las víctimas no puede ser borrada por los burócratas de turno. Dejemos que los muertos descansen en paz.
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