Por Mauricio Castaño H
Historiador

Despampanante la ciudad, es referente y centro del progreso, como buen huésped, parasita el campo, sus productos se compran casi por nada y sus mercaderes, obtienen las mejores ganancias. Pero de donde se obtendrá su mayor flujo de dinero, es del renglón del narcotráfico, y en menores proporciones de los clúster de la construcción o la medicina. En fin, el tono de su dinamismo lo va a poner el mercado con sus excesivos Centros Comerciales, y subyugado a lo mercantil, está la sociedad, y mejor aún la política. Nuestra referencia está pensada más en la ciudad de Medellín, aunque con sus diferencias, puede sugerirse el mismo modelo aproximado a las demás ciudades de Colombia.

Si el dinamismo del progreso que pone la marca es el narcotráfico, y doblegado a él está el poder político que administra la ciudad y que para nada le disgusta su buen flujo de billetes que aquel proporciona, ello desprende, necesariamente unos comportamientos, unas prácticas de la sociedad en general. Recordamos que desde los años de 1980, se arrecia este negocio ilegal. Una pregunta puede hacerse frente a este problemático progreso y su poder político que lleva el timón de la ciudad ¿Cuál es la ciudad que ha creado y cuál es el tipo de ciudadanía que ha formado?

Para hacernos a una idea, recordemos el dato proporcionado por un estudio del banco mundial en el cual da el promedio de duración del período de los alcaldes era de 1.9 años, antes de darse la elección popular de alcaldes con la Constitución de 1991. En esos escasos meses en los que medianamente gobernaba un alcalde, sólo los empleaba para defenderse de sus adversarios, de sus carroñeros políticos, y cuando lograban tumbarlo, su enemigo se subía al trono a destruir lo poquito bueno que se había hecho. En otras palabras el ritmo estaba marcado por la desaministración,  gracias a la ambición del poder por sí mismo y a sus voraces enemigos que como hienas, destrozaban a su presa, hasta consumir la última carroña.

Vale anotar, en esa droga más peligrosa que es el Poder, que esa manía, esa obsesión por hacerse al poder, por tenerlo, poseerlo, viene muy alimentado por las vanidades de las estratificaciones sociales y del poder. El tema de las familias patricias y prestantes, siempre han querido tener en su parentela alguien que ocupe aprestigiados puestos como los de ser Alcalde de una Ciudad y ojalá en la alta dignidad de ser Presidente de Colombia, alguien de quien sentirse orgulloso. Por ello la expresión común de que Colombia pertenece a unas cuantas, a unas pocas familias: Los Santos, Samper, Lleras, Restrepo, López, Barco, Pastrana, y como buenos asociados se alternan el poder en la famosa Fila India, ajustados a las modernas reglas democráticas, se preparan en las justas elecciones, gana quien más burocracia ofrezca, quien más disponga de dinero, quien más cheques gire para comprar más votos.

Es una ciudad hipertrofiada por la política, por las gruperías de poder más que por una deliberada democracia del pueblo, que por una ciudadanía construida, en donde han hecho de la burocracia, el botín perfecto para hacerse a los votos necesarios para ser elegidos. Y reiteremos, cualquiera sea el elegido, estará a disposición, sometido a los grupos económicos, quienes son los que verdaderamente ponen las condiciones. A decir verdad, el desarrollo de infraestructura de la ciudad, se debe más al beneficio económico que tiene el sector de la Construcción que a ideas geniales de Alcaldes, bien sea que vengan del bipartidismo o de los alternativos, todos ellos muy comprometidos con sus familias industriales. Y lo que viene de impacto social o demás valor agregado, ha sido pura chepa, encontrado al azar, más que por una generosidad o inteligencia de políticos o de mercaderes. Aplica para los Metrocables, parques bibliotecas o toda esa infraestructura de la que sacan pecho todos estos politiqueros.

En suma, nuestra city está envuelta por esa inercia de la inútil e inercial burocracia al servicio del gran mercado, incluso ese ilegal que es el narcotráfico, y el tema de lo alternativo, de lo nuevo, es sólo una estrategia de mercadeo para conseguir votos, en esta gran plaza de ciudadanos que quieren estar abrigados de la modernidad, y entonces el político aparece como el más vanguardista, y ojalá con un traje muy distinto a la vieja careta clientelar, entonces viene a bien el descomplique, no ponerse corbata, usar jeans, pies cruzados para las entrevistas, crespos algo largos, en fin vender lo que la gente quiere consumir en este vasto imaginario de la modernidad. 

Eso sí, el ciudadano mínimamente espera un refrigerio antes y después de la elección, es la sensación de lo público que se tiene, dame y tome, de andenes para el peatón nada nos importa, importo yo de puertas para adentro, fuera de mi casa, es la selva de cemento en donde salgo a defenderme, a sobrevivir.




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