Historiador
Colombiakrítica
Nada raro de que la vida sea transformación, ella misma impulsa, jalona cambios. La sociedad los recibe no sin resistencias por sus modos de vivir, sus costumbres y sus dilemas éticos o morales. Sólo algunos ejemplos. La donación y trasplantes de órganos, hace posible que el casi muerto sobreviva. Acá la investigación científica hace viable que un órgano de un hombre funcione en otro cuerpo si éste es compatible.
Este hecho permite decir que se da una especie de resurrección, antes tan sólo reservado a lo sagrado. En la muerte también hay vida, no sólo en su descomposición con con sus larvas, los gusanos que estrujan la carne, sino también en la donación y en los trasplantes de órganos. La muerte dadora de vida, se prolonga en otro cuerpo. El casi muerto y el casi vivo, el uno es la condición para prolongar la existencia del otro. La vida vence a la muerte. Bio-sustitución salvadora en esa casi muerte del donador, en esa premuerte, por lo demás, ser poco equivale a no ser nada.
Esta especie de simbiosis del potencial muerto que da y prolonga la vida de otro que estuvo potencialmente vivo, a punto de morir, es una especie de resurrección en quien persiste la vida, y más allá es la comunidad mística que se enlaza en lo bioafectivo. El ser social se objetiviza. Son ideas de Francois Dagognet en su libro Filosofía de la Enfermedad.
Vida Prolongada y Recomposición de las Parejas
En esta prolongación de la vida, en su expectativa de vida que crece, el amor sufre sus cambios, antes se juraba amor eterno, amor para siempre, lo que Dios ha unido no lo separa el hombre, hoy lo más común es en el ensayo y error en la composición y recomposición o la gestión de la vida en pareja. Es cierto que el presente intoxica, apabulla, mientras que el pasado proporciona imágenes deformadas y caducas. Hoy emerge lo viable y lo contingente de la libre unión, y de allí la proclama del divorcio y el derecho de volver a unirse a otro, bien sea homo o heterosexual, lo importante es la felicidad de los cónyuges más allá de ciertas convenciones ya caducas.
Cosa cierta es que el mundo es más fácil entre dos y un hombre solo está en muy mala compañía. Es una forma de decir el ser social que somos, no existen islas sociales de individuos, todos nos debemos a una comunidad. Unos a otros nos necesitamos, es la verdad de perogrullo, pero qué tan difícil es reconocerlo, la solidaridad es tan escasa y huidiza, desde pequeños se nos enseñan valores ególatras, pero los valores de estar en comunidad se sobreponen. Por ejemplo, la donación de órganos obligatoria y una gratitud anónima, para no cargar con deudas tormentosas.
Y de allí que si la solidaridad no viene de la generosidad, se impone por obligación a manos del Estado Social que vela y preserva el Bienestar General. El Bienestar General, la sociedad mirándose así misma en lo mejor que tiene, El Estado de Bienestar. Cuerpo generoso, el cuerpo místico social. Sin generosidad se impone la obligación, la solidaridad obligada, el deber de socorro a los más desprotegidos, que primero concierne a la familia en sus grados consanguíneos, y si ésta no basta, entonces se acude a la gran comunidad.
Se resalta la familia como célula de la sociedad porque es calurosa y multiplica los lazos. La unión transforma, un individuo solo se pierde. Se reconoce que hay una familia agonizante y la otra vivificante, una activa y otra que renace, gracias a la posibilidad del divorcio que es un nuevo vivir, un nuevo amanecer, insistir en lo que no sirve, en lo que no funciona es enfermizo. El ser es frágil, debe cuidarse de no romperse en pedazos, los recomienzos vivifican. Lo que no sirve debe demolerse, las relaciones tóxicas llevan al abismo. Salvar lo que sirve de lo que no, de las relaciones perturbadoras e irrespirables. Facilitar el abandono de lo acabado, lo que esté flojo que se caiga. La recomposición individual y familiar es saludable. En suma, son dilemas morales, la vida persiste en un marco de un Estado de Bienestar General y la gratuidad generosa en el trasplante de órganos nos enlaza en esa especie de comunidad mística que somos, es la generosidad de la vida.
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