Por Mauricio Castaño H
Colombiakrítica
No es posible tener ciudadanos dóciles, por más que se los quiera someter, siempre habrá alguien que dice no, alguien rebelde. Y si la razón manda, nuestra obediencia no es jamás ilimitada... No existe prohibición que no pueda ser transgredida, (Bataille). Basta con que un solo individuo impugne, para saber que algo anda mal, que lo consensuado no satisface a la plena mayoría, por eso la democracia radical precisa de los acuerdos, del consenso del grupo social por fuera de la delegación de las decisiones en una sola persona, muy propio en las democracias representativas, todos votan pero sólo uno decide.
La vida son fuerzas que resisten a la muerte. Si hay vida, hay lucha. Si hay lucha, hay resistencia. Es una definición biológica que se impone incluso en la vida social, en la confección de las reglas sociales. Máxime cuando los poderosos cada vez quieren hacer más énfasis en los deberes de los súbditos que en los derechos de los ciudadanos.
Cada individuo, cada sociedad se configura según sus pasiones y creencias, según los problemas presentados por el medio en el cual vive. El mundo es cambiante y ondeante, un individuo coexiste con los otros miembros de su grupo social, de la sociedad y del mundo material con sus problemas por resolver.
Tenemos que las reglas sociales están en continuo hacerse, son inacabadas. Existen tantas formas de pensar como percepciones haya. Cada individuo, cada grupo social capta, registra las sensaciones dependiendo de la coexistencia con otros seres y con el territorio en el cual se desenvuelve, se despliega. Son experiencias, son empirismos inéditos del día a día, del diario vivir. ¿Cómo te pareció esto o aquello? Se pregunta a quien tenemos al lado.
El inacabamiento y el constante hacerse, el replegarse y desplegarse, definen al Ser. Cada persona oscila entre un adentro y un afuera, entre la captación interior que hace del mundo que le rodea, pero a su vez padece las imposiciones de este mismo mundo material. Cada persona, cada grupo humano se las arregla con los medios proporcionados por su entorno. Las soluciones dadas por cada sociedad particular varían de acuerdo a cada territorio en dónde se encuentran.
Y decimos que las reglas son inacabadas, que están en permanente hacerse, porque una regla es regla cuando arregla, de lo contrario algo anda mal que hay que revisar. Las reglas sociales son construcciones culturales que van cambiando de acuerdo a los valores de cada época y de cada entorno, de cada medio donde los vivientes se desenvuelven.
El sentido de cada regla social reside en las pasiones o deseos, en las creencias de quien se expresa. Las normas sociales son flexibles, no son impuestas como lo son las normas orgánicas, las normas que ritman un cuerpo en la coexistencia vital de todos los órganos que componen un cuerpo. Bien conocida es la fábula en la cuál cada órgano requiere del concurso de otros para su funcionamiento.
Este reflexionar, estas cortas palabras, sólo quieren expresar una vez más, quieren insistir en esto de lo inacabado de toda norma social. Y también se quiere advertir de los peligros en creer lo contrario, el peligro de creer que existe alguna determinada norma social, la que se cree la mejor para ser impuesta por gobiernos fachos, gobiernos de muerte. Y toda imposición social sin contar con el consenso de la mayoría va contra la lógica misma de la confección de las normas sociales que se hacen por ensayo y error. La vida es un juego de azar, que en una tirada de dados se juega el todo por el todo, como pasa con las mutaciones y variaciones en las especies en esa tolerancia que la muerte le hace a esas vidas específicas. Vivir es habitar el mundo que nos ha tocado, es darnos nuestras mejores reglas que edifiquen la existencia.
Todo en el ser, en el individuo es devenir, multiplicidad, mezcla, es un ir y venir, un adentro y un afuera que pasan por la piel, por la membrana que hace su interfase: «Lo que hay en los cuerpos, en la profundidad de los cuerpos, son mezclas: un cuerpo penetra a otro y coexiste con él en todas sus partes, como una gota del vino en el mar o el fuego en el hierro. Un cuerpo se retira en el otro, como el líquido de un vaso. Las mezclas en general determinan estados de cosas cuantitativos y cualitativos: las dimensiones de un conjunto, o el rojo del hierro, lo verde de un árbol.» (Gilles Deleuze en Lógica del Sentido. Paidós, Barcelona 1989, pág. 29)
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