Habitar

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


El hábitat es nuestra segunda piel que nos protege de las adversidades del mundo exterior. Nuestra primera casa es el vientre materno, luego salimos al mundo del planeta tierra y allí también nos espera un abrigo llamado casa con su techo y cuatro paredes, allí nos protegemos del frío y del peligro del mundo y del afuera. 


El afuera nos espera para ganar el pan no sin batallar porque otros muchos harán lo mismo. Es el conocimiento de la vida. Los pájaros construyen su nido, la presa es alcanzada con el mayor sigilo por el felino hambriento, cada paso dado es calculado, sopesado, como en el homo sapiens pesar es pensar, calcular. En campo abierto, moverse equivalente a huir, escapar, en la guarida, en el hábitat, en las cuatro paredes nos resguardamos, construimos nuestra seguridad. El hospedaje es para comer en calma. Allí la naturaleza y la cultura son solidarias hasta el punto de no saberse dónde empieza una y dónde termina la otra.


Vivimos en este tránsito entre el adentro y el afuera, se resalta el arraigo por la tierra por parte del campesino a diferencia del citadino que siempre está de paso, de aquí para allá sin mucho sentido de pertenencia. El campesino habita la tierra, ella es su amante, él hace geografía, configura el paisaje. El citadino no para de ir de un lado para el otro, no se halla, vive como perdido. En la ciudad no se tiene la sensación de habitar. En la ciudad se habita siempre adentro, todo es encierro, nada de campo abierto. Y más allá, nos estamos jugando, destruyendo nuestro hábitat común de la madre tierra por un campo desolado, sin vida, el cuerpo disociado de la tierra, la carne del humus, mi reino no es de éste mundo canta la cristiandad y para remate una tumba vacía para reiterar el desprecio por la tierra, por lo pagano, por el pagus que es la tierra misma.


Partir, Desarraigo, Levedad


Ex-istir, estar por fuera, estar en el exilio es perder, toda partida tiene su halo de amargura por lo que se deja y por el riesgo de olvido a que nos sometemos con los que amamos. Pero no hay amor sin partida, el desarraigo, el desapego enseña el valor de lo que se tiene y de lo que se pierde. Ir ligeros de equipaje para el viaje, cada cosa en su lugar y cada lugar para cada cosa, no todo sirve en toda parte, la levedad es el valor a seguir. La enseñanza, la pedagogía vale por camino, por viaje. 


El que viaja está siempre atravesando, aunque el turista va y viene sin ningún sentido de pertenencia, está en tierra de nadie. En cambio el habitante, el oriundo hace el paisaje, el campesino con sus manos hace la geografía. La casa, la morada es lugar para la inmovilidad, para el reposo, el viviente se planta, se pone en un lugar fijo.


Regreso


Todo regreso es riqueza por todo lo que se aprende, por lo que se deja y por lo que se adquiere. Se parte para y por el derecho a desaparecer. Plantarse es esquivo a la vida que siempre es agitación, es movimiento. Solo plantarse para morar, para guarecerse. Pero el desapego es raro. Aprendimos a plantarnos para el descanso, una casa y un terruño dan seguridad, no importa si sea falsa, mera ilusión, pero en la cultura del tener, de la propiedad tan inculcado. 


Formateo, Encajonamientos, Ciudad


El formateo en el humano es encajonamiento, vivimos en cajas, en apartamentos, fábricas, galpones avícolas, marraneras, escuelas para niños, fábricas para obreros. Se encajona, se concentra para una mejor explotación de la fuerza laboral pero la distribución equitativa no se da, es muy desigual. Es la deriva de la racionalidad administrativa en especial de la ciudad, porque el campo ha sido absorbido por ésta, incluso el país, la nación tan sólo se sostiene en la mera ilusión, en la conglomeración citadina, lo urbano ha ganado, es la unidad de medida que sobresale. Somos ciudadanos del mundo gracias a la inteligencia virtual, en cualquier lugar se puede trabajar, trabajo en Medellín, Bogotá, Brasil, México, Singapur pero la empresa está en Europa, en Norte América. 


Pueblos Dormitorios


Incluso la ciudad misma está siendo absorbida por la industria, el aire irrespirable, el ruido insoportable, la inseguridad, la criminalidad, la inequidad, la indigencia, toda esa geografía de caos hacen posible los poblados cercanos llamados dormitorios, trabajo en la ciudad pero vivo y duermo en un pueblo cercano, allí encuentro la paz. Pero además, con la virtualidad, muchos desplazamientos se han convertido en inútiles, en casa puedo trabajar sin necesidad de ir a la empresa. 


Ciudad Jardín, Edén Universal


Anhelamos la paz del campo. Por lo demás, el jardín es solaz, paraíso y edén universal. No es gratuito que la flor es la que mejor homenajea a los muertos sin ofenderles por su existir sencillo y silencioso. Los hábitats imitan al jardín. Las ciudades sin parques son infiernos de los que se quiere salir pronto. Lo fascinante nos inmoviliza. La libertad moviliza, hace vibrar. Pero la guillotina, el asesinato inmoviliza a la presa, primero suplicio, luego la muerte. El poder es matanza, patología de asesinato, todos quieren llegar primero, alcanzar el triunfo, ganar, danza sangrienta, thanatocracia.


Jardín es paraíso invadido de flores, es la paz versus la selva, es el Edén primitivo, universal. Se construye de manera arborescente. Los hábitats imitan a los jardines. Las ciudades sin parques son tedio que olvidan nuestros orígenes. Correr para escapar del depredador. La necesidad temporal de inmovilidad impone un hábitat, un paraje, un campamento, una vivienda en nuestros tiempos modernos. Nada novedoso, sólo imitamos a las plantas (Serres en su antropología del Habitar).


Casa Común versus La Tierra Fetiche 


El humus se constituye con la carne y se descompone en la tumba y hace el humus, engendramiento de la carne - tierra, de allí el apego y la constitución del paisaje. La tumba se vacía, la resurrección es la transformación, la transubstanciación. Las tumbas se vacían al igual que lo santo, fin de la momificación, fin de la relación del cuerpo con la tierra, fin de los cultos, de los ancestros, fin del hábitat arcaico. Es la tierra fetiche. 


La parcela ya no es tierra santa, carne resucitada, dejad que los muertos entierren a los muertos, no hay lugar ni tierra santa en este valle de lágrimas. Emerge la tierra objeto, la objetivación, el mundo, la tierra es mero juguete de experimentos de los hombres y la ciencia su instrumento: geógrafos, cartógrafos, exploradores, cosmonautas son todos bienvenidos, las minas de oro y petróleo os esperan. Fin de lo sagrado y advenimiento de la explotación del globo terráqueo, canto a los héroes, admiración a los asesinos en este valle de estiércol.


Rompimiento de la relación con la tierra: la resurrección. La tierra ya no es nuestra Madre, es hija, es fetiche, es poder trascendente, sometida a nuestras vanidades y caprichos. El antropoceno inaugura la dependencia de la tierra por nosotros los humanos. Historia de asesinos. Quirinos dios de las finanzas, Marte de las guerras y Júpiter dios demagogo de los discursos.


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Esquiva Libertad

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


La libertad tan deseada pero tan inaprensible, seguimos atados a las cadenas, no importa qué tanto pesan, las seguimos arrastrando, hacen parte de nosotros al punto que las amamos, las defendemos, desesperamos sin nada qué hacer, el tiempo libre, la libertad es un encarte, no sabemos qué hacer con ella, es nuestra propia esclavitud, el tiempo que pasa es nuestro azote. Levantarse todos los días a pelear por la subsistencia, arrastrar incluso la indigencia, no importa que tan duro sea, en nuestros ojos aún hay destellos de felicidad, abrazamos al amo, lo amamos.


De paso por la ratonera, recordar, los miserables siguen amando al patrón, no importa que los haya tirado en donde están, somos el perro que defiende al amo a cambio de las migajas, de las sobras que tiran por debajo de la mesa. Los obreros aman a quiénes le chupan la sangre, mejor ser esclavos a morirnos de hambre, la vida en el afuera y en la independencia es muy dura, no hay que arriesgar tanto, calculan los hombres de a pié. Nunca fuimos modernos si por ello ha de entenderse una mayoría de edad, una libertad ganada para el ejercicio de la igualdad de los derechos, para ejercer la democracia.


Pero tan lejos de todo esto. No se puede perder el reino por un caballo. Los amos siguen más vivos que nunca, los esclavos modernos los aman, los defienden, las multitudinarias marchas patronales son los pies, los ojos, los brazos, el cuerpo entero de los obreros y los miserables que siguen los pasos de su patrón, le admiran, le quieren, le imitan, le aman, dan la vida por él. Los súbditos están allí, el hombre moderno no se ve, se enfatiza por los deberes del súbdito y por ninguna parte se reclaman los derechos del ciudadano.


Caminamos hacia el despeñadero, somos una sociedad suicida, de muerte, eso quiere decir thanatocracia, el poder político, económico y militar- industrial al servicio del asesinato, predican la muerte como salvación. El hombre de Poder se proclamó amo y señor del mundo, la ciencia es su sirvienta. Tienen el monopolio de la violencia. Usan la estrategia de divide y reinarás, sabios ignorantes y científicos incultos desarticulados, ya no es la lucha cuerpo a cuerpo.


El ser es inherente a la sociedad, igual como los órganos de un cuerpo codependen unos de otros, la parte y el todo son indisociables, todos funcionan en un sistema para hacer posible la vida. Pero la ciencia se volvió tan sólo mera herramienta que sirve a la dominación de quienes promueven la muerte como salvación. La palabra orden no es más que obediencia ciega, sometimiento, servidumbre voluntaria que atonta. Lejos estamos de la democracia, de la república, la cosa común que beneficia a todos. Ciencia y poder, positivismo político, la razón al servicio de la muerte y de la destrucción de la casa común, del oikos. El orden, el homo sapiens en animal político, despótico. Locos que juegan al poder gracias a esa esquiva libertad.


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Carne y Piedra

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Pasar, caminar, siempre moverse, partir y regresar. La vida definida por el movimiento. La inmovilidad y el aislamiento matan. Moverse y congregarse, en el aislamiento y en la quietud morimos. El afuera y el adentro. Se rompe el cascarón para ganar independencia. La mano y el martillo empuñado, es el gesto de querer salirnos de nosotros mismos. El yo que se exterioriza y se busca en el afuera para no encontrarse, pero no importa, porque la vida es movimiento, es búsqueda incesante. Qué sería de nosotros si no tuviéramos algo por delante que nos atrajera, que nos motivara, que nos pusiera en movimiento, algo por qué luchar, algo que le dé sentido a nuestras vidas, a nuestra existencia.


Apunta de querer estar afuera, de salirse uno de sí mismo, la mano ingeniosa crea la herramienta, con ella traza calles, construye pasajes, centros comerciales, edificios, viviendas, todo esto devela nuestros movimientos, el estar de un lado para el otro, yendo y viniendo, partiendo y regresando, estamos en casa pero el afuera nos jala, pero luego es a la inversa, las raíces nos jalonan, nos hibernan. Moverse, siempre el movimiento. La ciudad es un escenario de intercambios, todo el tiempo funcionando, es el ruido y la antítesis de la arcadia del miserable campo donde la vida sin servicios básicos está en constante peligro.


La piedra y la carne dicen bien de este doble registro de la materia y el espíritu, lo suave y lo duro, palabras y cosas, lenguaje y mundo. Nos enseña Michel Serres en Estatuas que toda estatua, toda momia, toda pirámide es piedra o sólido que recubre la carne. Estatua es un cuerpo viviente recubierto de piedras. Las piedras tiradas se amontonan para cubrir, para tapar al cuerpo lapidado. La carne, el hombre bajo tierra se descompone, se convierte en humus, regresa a su estado inicial. Es la transubstanciación, cuerpos mezclados, como el tiempo que mezcla en la edad avanzada lo negro y lo blanco, cabellos negros y blancos, canosos.


También es el espíritu transubstanciado en piedra, es una técnica social que funciona por sustitución, el sustituto, el reemplazo, es la víctima que paga por las culpas de otro y así saciar, detener a la masa, a la turba enfurecida, a la multitud violenta que quiere derramar sangre, están sedientos de venganza.  Pero no sólo los hombres son actores, también lo son los dioses, ellos son comodines, vicariantes como los mitos que se piensan en los hombres, los encarnan. 


El territorio escenográfico es fuente inagotable para quienes saben leerle. Serres habla de caja blanca, caja negra con ignografía. Son los ritos, mitos sustitutos de un real representado, el lenguaje es abstracción de los objetos captados. El lenguaje oculta las cosas en su plena abstracción. La palabra absorbe a la cosa. Su anverso es la experiencia, el examen de lo real, de lo concreto, de lo empírico que es el exterior.


En lo ritual de nuestros tiempos, muy común muertos tras muertos, éste borra a aquel, cosa tan común la muerte, nos hemos acostumbrado a ella. La repetición una y otra vez de asesinatos en los mass media, en la tv, ellos también son rituales que aún hoy no sabemos qué celebramos, solo sabemos que como espectadores nos da gusto saber que son otros los muertos y no nosotros, la prueba es que todavía seguimos vivos... por el momento. En sí, sociedad del sacrificio humano, muerte colectiva, la muerte en toda circunstancia que no nos abandona, accidentes de tránsito, violencias armadas, familiares. Es la tragedia, la representación del ritual que involucra la vida. Por más que se quiera escapar, siempre estamos de regreso a los infiernos, las alcantarillas están allí para recordarnos el abajo y el arriba, el afuera y el adentro, la carne y la piedra.


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La historia y el asesinato

Por Mauricio Castaño H

Historiador

Colombiakrítica



El motor de la historia es el asesinato. Detrás de cada conquista, detrás de cada guerra ganada se impone la verdad de los ganadores. Del otro lado están ocultos los vencidos, sin medios y sin poder, no tienen voz, no tienen canal para contar sus derrotas. La cultura humana en sus poblados y ciudades están edificados sobre sus muertos, cada tumba, cada estatua construida no es más que para vencer el miedo a la muerte, es una razón más que justifica el matar más que honrar a los muertos. Nuestros mass media repiten sin cesar asesinatos una y otra vez, el hijo que llega a casa pasada la media noche y con una veintena de puñaladas asesina a sus padres para robarles y saciar así sus altos estándares de consumo aprendidos  en la sociedad, en la publicidad.


El caminar deja rastros, huellas, si se le siguen, dan pistas del territorio. La ciudad es movimiento, es un constante ir y vinir, una reconfiguración permanente. Es toda una simbólica icnográfica, una ignografía. «Ignos, en griego, es la marca del paso, la huella del pie» (Serres, Roma, 1983). Por allí mismo se encuentra la historia que interpreta, construye sentidos, los múltiples sentidos dejados por diversos rastros, lo uno y lo múltiple, lo local y lo global. Por lo demás, se tiene que a los vencedores construyendo sus épicas, construyen su propia historia resaltando su heroísmo, su triunfo. La tierra, el territorio es el gran escenario, y los hombres son sus actores. Y como todo espacio, como todo gran escenario, es un juego de luces y sombras. De allí cada quién y según su sentir, pondrá sus énfasis.


Aunque todo es torbellino, todo es flujo no paramos de hacer cerramientos, delimitar para decir esto es tuyo y esto lo mío. Una parada, una mirada a Medellín. Pablo Escobar es símbolo internacional por ser el patrón del mal. La sociedad entera lo emula con sus prácticas traquetas. Orino dónde se me dé la gana, marco el territorio sin importar correr la cerca, sin importar pasar por encima de quién sea. Miles de turistas vienen a la ciudad a presentarle sus respetos a aquel narco, vienen a emular sus excesos de droga, pedofilia y prostitución. ¿La moral? ¿Cuál? En el misal el cura celebra la moral del que reza, peca y empata. La ciudad entera es una cloaca con la extranjería que busca favorabilidad en la conversión de la moneda y aprovecharse de la pobresía de los lugareños. Río arriba se envenenan las aguas para hacer morir aquí abajo.


Tres ciudades madre con sus singularidades. Roma de piedra, Grecia de signos más conocida por lo filosófico; Jerusalén por sus símbolos. La primera de piedra es geometral que por sus luces y sombras es cantera, es fuente inagotable de sentidos a interpretar, explican las otras dos. Aquellas son interpretación por sus signos y símbolos, cada quien y según el bando en el que esté, echará a rodar su propia razón, su propia versión de conveniencia. Hay exceso de explicación por la abundancia de interpretaciones, hablan, tienen facilidad de palabra. La primera es blanca, silencio de sentido, apenas si habla, si balbucea, como el campesino que vive en medio de la selva. En unas abunda el pensamiento, la otra es caja blanca de pandora. Ni geometría ni lógica aperecieron en Roma, solo política. «nunca Roma antigua pensó en sí misma...» (Serres).


Tradición de muerte en clave de divino y sagrado, con chivos expiatorios sanamos nuestras culpas y así no salimos del círculo de la muerte, del asesinato fundacional que vuelve una y otra vez, que nos caracteriza en la cultura que somos, que nos define. La paz viene en ausencia de Poder al que todos se baten por tenerle, en el abandono, generosidad, está la clave, mucho por aprender.


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Hojas al Viento

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Adán y Eva escaparon al determinismo, al mundo preformado. Escaparon de los automatismos biológicos a los que están condenadas las hormigas. Nos libraron de la aburrición de no hacer nada y nos pusieron en este mundo de sistemas abiertos, en permanente hacerse, somos hojas al viento. El marinero, el barco y el mar, también son buen ejemplo en donde todo se zarandea, todo está en complicidad con la simbiosis. El barco determina al timón para ejecutar sus designios teniendo en cuenta la marejada con el viento danzante en sus olas. Pero es el piloto quien talla el rumbo. Allí lo contingente, lo necesario, lo posible que contornea lo imposible. 


Por fortuna nos libramos del paraíso. El encierro desespera y nos empuja a salir. La ex-istencia se define bien por estar afuera. Con el homo faber fabricador de herramientas y el advenimiento del homo sapiens, con herramientas y pensamiento, experimentamos otra liberación más. Pero no hay ganancia sin pérdida. Con la domesticación del fuego y con el más mínimo descuido viene el riesgo del incendio. Así mismo el cuchillo tiene esa doble función de la caza pero también del asesinato. Es la angustia que acompaña al homo faber con sus invenciones (Ramas. Serres, 2004, p. 48). Es una historia apretada de la vida y por supuesto que involucra al cosmos, la sopa cósmica que no dejamos de ser, que nos constituye todo el tiempo. En todo caso, la idea es que todo está en construcción, todo está en permanente hacerse. Es la lógica modal en ese juego de lo posible explicada por Michel Serres en su libro Ramas, lo expresa en sus cuatro principios: imposible, necesario, posible, contingente.


Todo parece imposible hasta que se materializa. Lo necesario se impone comandado por una especie de destino, el clima, por ejemplo, que nos determina en vestimenta y en formas de vida. Y lo contingente perceptible en el tiempo que nos hace, lo emergente. Lo nuevo sale del tronco, un esqueje, del mismo árbol y de su tronco sale una rama diferente. Como la mala hierba que crece por los bordes, hace rizoma. Es lo contingente. Lo contingente es lo nuevo que se ramifica, que se abre paso, es lo necesario, lo imposible, lo posible. Lo singular excede a la ley, a la regla, y lo concreto a lo abstracto.


Ningún sistema está cerrado, siempre estará abierto, todo tiene un principio y un fin, se nace y luego se muere, mucho mejor, es energía que se transforma, simbiosis, metamorfosis, transubstanciación.  En la formación no hay preformas, no hay preformación. La obra se inicia sin ninguna finalidad, se sabe de dónde se parte, pero no adónde se llega. Así sucede con la evolución que nos está produciendo, es contingente. Todo está en permanente negociación, en simbiosis, todo se zarandea. Los hijos abruman a los padres, éstos se resisten mandándolos a la guerra, asesinándolos. Ningún sistema es cerrado, el formato se desequilibra. El cambio estruja lo caduco.


Del tronco bifurcado del árbol, del esqueje sale la rama impredecible como en la existencia que la vamos viviendo. Y así va sucediendo en la vida, muchas cosas escapan a nuestras intenciones, simplemente se impone lo contingente. Todo va surgiendo en el condicionamiento físico espacial, incluso según sea nuestra disposición genética y nuestro abrigo cultural. Así, la vida es deriva, inacabada, siempre en constante hacerse, y por eso mismo lo inventivo aparece ondeando el horizonte.


Errancia, inventar, formatear


Ex-sistir, estar por fuera, inquietud, no quedarse quieto, moverse. La vida es movimiento, es errancia. Toda partida es un riesgo pero se experimenta la sensación de libertad. (No importa también que toda partida es un regreso, hibernamos en nuestras raíces). Sin domicilio y sin abrigo se vive en la errancia para abrazar lo uni-versal, lo uno versátil, vertido. Mi identidad está en los devenires que traspasan los límites fronterizos, esquivo de formatos, de formateos. No hay historia lineal, todo es imprevisible. Todo aprendizaje brota, toda producción surge, toda existencia inventa. El desvío es rareza, cercana a la invención. ¡El río interrumpe el camino continuo, obliga al desvío. Obedeced, dejad la terquedad!


El Formateo


Estar en clausura es recortar espacio, reducirlo. El monasterio, la fábrica, la prisión, el coliseo, nuestra alcoba o caverna aplastados en la cama, todos ellos tallan el espacio con la determinación de los días decididos para su ocupación y en sus protocolos de uso como vestimenta y maneras de comportarse. La consagración, la rutina, el hábito hace al monje, la dedicación, el entrenamiento es necesaria para el trabajo bien hecho. Nadie sabe lo que puede un cuerpo si está bien entrenado. Al que le gusta, le sabe. Del latin devotio quiere decir sacrificio apasionado. Pero si se anhela la invención, el inventar hay que dejar el formato, el formateo, hay que correr riesgos. Formato es repetición y ésta produce ley. El formato, el formateo es repetición, es aburrición, es rigidez, no moviliza invención, solo reproduce estupidez, imbecilidad. (Serres, p.7) Ejemplos son de consagración que esculpen el cuerpo como la lectura en Don Quijote, y el rumor o chisme, técnicas para la regulación social.


En suma, en el formateo no experimentamos deseos propios sino los suscitados por las marcas publicitarias que incitan al consumo y al asesinato. Tallamos, modelamos la muerte en estatuas para perderle miedo.  Aquí yace: la muerte toma el lugar. Sujeto, sub jectus, arrojado abajo. Aquí yace, se lee en la lápida que anuncia que la muerte ha tomado el lugar. Se nace y se renace si se dejan los dogmas. En lo demás anticipatorio que mata el gusto, se promete la anticipación de saber si los hijos vienen con malformaciones, es el mundo de las tecnociencias. Finalmente, en el mundo todo gasto es una deuda contraída, todo lo que tomamos del medio está a la espera de su renovación. La naturaleza se manda obedeciéndola, en mora el contrato natural. Si en la servidumbre voluntaria no levantamos dedo sin pagar impuestos (aunque sin presa el depredador muere, tumbar al tirano pero asegurarse de no reemplazarlo) ¿por qué no cuidar de nuestro oikos, de nuestra casa común? Lo tomado de la pacha mama debe compensarse, los recursos no son infinitos. Hasta acá ésta contingencia serresiana.

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