Fundaciones y Asesinatos
Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/
Tras cada Fundación de poblado se cometen asesinatos. El busto guarda la memoria del caído glorificado. El territorio elegido para el asentamiento humano tiene características favorables para la existencia humana, ríos, tierras planas y fértiles, las mismas que son motivo de disputas para quedarse con la mejor parte, en las violencias desatadas son los más fuertes y ambiciosos los que ganan, los débiles son derrotados o sometidos. La historia es una historia de asesinatos, es la cultura Occidental maestra en ello. La violencia, expresada en asesinatos, es el verbo a conjugar. Engañoso es la historia que se pierde con la palabrería que ensalza héroes guerreros que no son más que vulgares asesinos.
Del país Colombia se afirma que su fiel compañera es precisamente la violencia, los asesinatos son su caldo de cultivo, en la historia reciente, desde que se inició como República con un centro administrativo fuerte y una periferia regional débil, distante y marginal. Se alega esta razón súbita y forzada de conformar país a partir de unas regiones, no logró cuajar y por ello se explica lo de mucho territorio y poco Estado. El Centro es opulento y ostentoso, sus gobernantes fungen al estilo de las familias patricias, en la periferia los gamonales considerados incultos e ignorantes imponen la ley del más fuerte. Esta pugna explica la no realización del Estado, no existe una unidad territorial ni una unidad de gobierno, existe son conveniencias de un lado y de otro, el centro acapara riquezas, el presupuesto, la periferia acumula pobrezas. El centro se alimenta de los grandes negocios y la periferia con sus gamonales vende los votos a granel y así se funge un país democrático.
Estas inequidades son visibles en la piel ajada del campesino que trabaja de sol a sol, de poco hablar pero de mucho hacer. El campesino es de acción, su expresión se transparenta con gestos de bondad, amabilidad. De poca habla y mucha acción, sus manos son diestras y callosas a diferencia del hombre de ciudad y en especial el político, su músculo ejercitado es la lengua, experto en la palabra, le pagan por estar hablando, decir discursos, es la figura del demagogo venida desde los tiempos griegos, el charlatán, el parásito que todo lo consume y sólo paga con buenas palabras. El campesino se transparenta, refleja su ser en las huellas de la piel, el demagogo se oculta con las palabras, el lenguaje es su caparazón en donde esconde su verdadero ser malicioso.
En cada fundación yace un asesinato. La historia de los hombres es la historia de los odios. La venganza, las víctimas y victimarios, todo es un círculo vicioso. Hoy aquel es víctima, mañana cobra venganza y así se convierte en victimario. Donde haya un territorio bueno o estratégico para la riqueza allí se librará disputa. Admiro al campesino no permeado por la cultura demagoga, su alma limpia se refleja en la capacidad de no doblegarse ante la adversidad, ha soportado tantas violencias de despojo y su espíritu sigue altivo, alegre y festivo, cuando más está agotado o muy disminuido en fuerzas, el dolor y la adversidad no le han robado la esperanza. Todos los días tiene una razón para levantarse, para sonreír a sus hijos, para soñar con un mejor mañana. Amoroso con hijos y esposa da a entender que la vida se impone, lo adverso es doblegado. La vida son las fuerzas que contrarrestan a la muerte. Es fuerte en bondad como los monjes tibetanos.
Una pregunta siempre ronda las cabezas atormentadas por la violencia cruel ¿cuándo termina toda esta pesadilla de lo más miserable del ser humano? Desde la época de la Colonia hasta la época actual republicana los hombres no han conocido otra historia diferente a la de la guerra, el odio, la venganza, la disputa por riquezas de un mundo de progreso ofrecido como el mejor de los mundos posibles. ¿Cuándo romper con ese círculo de la violencia? ¿Qué infierno sería una vida sin olvido ni perdón? Se nos impone otra forma de hacer historia.
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/
Tras cada Fundación de poblado se cometen asesinatos. El busto guarda la memoria del caído glorificado. El territorio elegido para el asentamiento humano tiene características favorables para la existencia humana, ríos, tierras planas y fértiles, las mismas que son motivo de disputas para quedarse con la mejor parte, en las violencias desatadas son los más fuertes y ambiciosos los que ganan, los débiles son derrotados o sometidos. La historia es una historia de asesinatos, es la cultura Occidental maestra en ello. La violencia, expresada en asesinatos, es el verbo a conjugar. Engañoso es la historia que se pierde con la palabrería que ensalza héroes guerreros que no son más que vulgares asesinos.
Del país Colombia se afirma que su fiel compañera es precisamente la violencia, los asesinatos son su caldo de cultivo, en la historia reciente, desde que se inició como República con un centro administrativo fuerte y una periferia regional débil, distante y marginal. Se alega esta razón súbita y forzada de conformar país a partir de unas regiones, no logró cuajar y por ello se explica lo de mucho territorio y poco Estado. El Centro es opulento y ostentoso, sus gobernantes fungen al estilo de las familias patricias, en la periferia los gamonales considerados incultos e ignorantes imponen la ley del más fuerte. Esta pugna explica la no realización del Estado, no existe una unidad territorial ni una unidad de gobierno, existe son conveniencias de un lado y de otro, el centro acapara riquezas, el presupuesto, la periferia acumula pobrezas. El centro se alimenta de los grandes negocios y la periferia con sus gamonales vende los votos a granel y así se funge un país democrático.
Estas inequidades son visibles en la piel ajada del campesino que trabaja de sol a sol, de poco hablar pero de mucho hacer. El campesino es de acción, su expresión se transparenta con gestos de bondad, amabilidad. De poca habla y mucha acción, sus manos son diestras y callosas a diferencia del hombre de ciudad y en especial el político, su músculo ejercitado es la lengua, experto en la palabra, le pagan por estar hablando, decir discursos, es la figura del demagogo venida desde los tiempos griegos, el charlatán, el parásito que todo lo consume y sólo paga con buenas palabras. El campesino se transparenta, refleja su ser en las huellas de la piel, el demagogo se oculta con las palabras, el lenguaje es su caparazón en donde esconde su verdadero ser malicioso.
En cada fundación yace un asesinato. La historia de los hombres es la historia de los odios. La venganza, las víctimas y victimarios, todo es un círculo vicioso. Hoy aquel es víctima, mañana cobra venganza y así se convierte en victimario. Donde haya un territorio bueno o estratégico para la riqueza allí se librará disputa. Admiro al campesino no permeado por la cultura demagoga, su alma limpia se refleja en la capacidad de no doblegarse ante la adversidad, ha soportado tantas violencias de despojo y su espíritu sigue altivo, alegre y festivo, cuando más está agotado o muy disminuido en fuerzas, el dolor y la adversidad no le han robado la esperanza. Todos los días tiene una razón para levantarse, para sonreír a sus hijos, para soñar con un mejor mañana. Amoroso con hijos y esposa da a entender que la vida se impone, lo adverso es doblegado. La vida son las fuerzas que contrarrestan a la muerte. Es fuerte en bondad como los monjes tibetanos.
Una pregunta siempre ronda las cabezas atormentadas por la violencia cruel ¿cuándo termina toda esta pesadilla de lo más miserable del ser humano? Desde la época de la Colonia hasta la época actual republicana los hombres no han conocido otra historia diferente a la de la guerra, el odio, la venganza, la disputa por riquezas de un mundo de progreso ofrecido como el mejor de los mundos posibles. ¿Cuándo romper con ese círculo de la violencia? ¿Qué infierno sería una vida sin olvido ni perdón? Se nos impone otra forma de hacer historia.
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