Circunstancias
Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com
Experimentamos
sensaciones ante eventos, ante circunstancias musicales, visuales, odoríficas,
táctiles. Cuando se está frente a una pintura, cuando se escucha una obra
musical, incluso cuando se lee un buen libro, se experimenta, se provocan, se
estimulan sensaciones siempre inéditas, siempre diferentes.
Gilles Deleuze le llama devenires, cuando en el cuerpo entran flujos de sensaciones somos otra cosa
diferente a la que éramos hace un
momento. La circunstancia es una bella palabra que recoge eso que nos
rodea y que hace actuar, que hace comportarse de una u otras maneras. Esto
conlleva devenires minoritarios, luchas circunstanciales en un momento
específico, aquí y ahora, no homologables a otras experiencias, por ello no es
pertinente hablar de universales
abstractos, como por ejemplo los intangibles Derechos Humanos, pues cada
lucha es particular, se presenta en circunstancias que son propias, en luchas
que son únicas, yo libro una disputa en mi lugar de trabajo con mi jefe y sus
compinches, pequeñas bellaquerías que caracterizan esos micro poderes.
Estas
percepciones son inaprensibles por los pretenciosos sistemas de pensamiento que
quieren reducirles a simples categorías globalizantes, que sólo aplastan esos
caleidoscopios convirtiendo todo en blanco y negro, malo y bueno, en pura
tontería. Pues el pensamiento se define más por los movimientos del aprender, por
la capacidad de plantear preguntas, de plantear problemas que por los
resultados de un saber estatuido, ya hecho, ya instalado, listo para imponerse
a otros, para predicarse con aires de tener una tal verdad cogida de la cola. Es
la función de los epistemólogos, o de los hermeneutas licenciados para
interpretar la Verdad, o de los filósofos institucionales quienes se abrogan
estar autorizados para pensar, los demás están sometidos a estos poderes
cortantes de las ricas experiencias, de los infinitos flujos que atraviesan
nuestra piel, que hacen que seamos esto, pero que ya seamos también otra cosa
bien distinta en otro preciso momento, somos circunstancias, yo soy yo y mis
circunstancias, nuestro sociedad más cercana nos confecciona. El método no es
más que la máquina de poder que deja a muchos por fuera, juegan al papel de represor del pensamiento. Odioso Tribunal
de la Razón.
El
deseo no es carencia en el cual se alistan los de camisón para preparar el significante “secretito que no ha cesado
de girar en torno al papá – mamá.” O del sacerdote imagen invertida del
déspota, que actúa como intérprete o adivino. Por el contrario el
deseo es revolucionario que requiere agenciamientos, nos abre al mundo de
las sensaciones, de las experimentaciones. Dice Deleuze que el Devenir consiste
más bien en involucionar: ni regresar ni
progresar. Devenir es volverse cada vez más sobrio, cada vez más simple, cada
vez más desierto, y por esa misma razón en algo poblado.
Se
tiene entonces que la experimentación vivida en un cuerpo es sólo eso, una
experiencia, un confluir de flujos de sensaciones en las cuales no hay lugar ni
a las interpretaciones ni hay nada que
comprender. Nada de sicoanálisis ni de hermeneutas. Simplemente la vida.
Por eso se dice que los libros bellos están escritos en una especie de lengua
extranjera, recogen, captan esas experiencias, esos flujos, por eso se comprende
también que un libro debe leerse de la misma forma a cuando se escucha una
pieza musical, dejamos todo al sentir, a la efervescencia de las sensaciones. “Somos desiertos, pero desiertos poblados de tribus, de faunas y de flora.” Por eso los aparatos de pensamientos no
son serios, pues es difícil erigirse en rey de algo que no puede captarse en
falsas categorías universales predicados por falsos profetas: el cura, el
político, el científico. Estas fugas, estas líneas de pensamiento fueron
experimentadas a partir de la última entrevista de Deleuze.
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