La Propiedad y el Bienestar General

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Circulación de Mercancías


La sociedad actual se distingue por su libre mercado, todo tan veloz. En particular el libre mercado, el libre albedrío se caracteriza por la circulación, agilidad para poner esto o aquello al otro lado del planeta, lo local se vuelve global. Intercambio y circulación entre individuos diferentes es la ley imperiosa. Nadie duda de esa magia y sus beneficios, la libre competencia traspasa fronteras no sin antes cumplir con las regulaciones de cada Estado, se protege los derechos económicos nacionales.


La Ley de la Selva


Pero una cosa sí es cierta: Hay más Mercado que Estado.  Bien conocida es la consigna: El Mercado hasta donde sea posible, el Estado hasta donde sea necesario. Es la frase de combate de los mercaderes mundiales, la riqueza por delante y el Estado rezagado, subordinado a vuestra Majestad: El Dinero. La consecuencia salta a la vista, los más débiles son devorados por los más fuertes, por los más astutos, el pez gordo engulle al chico, sin Estado y sin Legislación fuertes no hay garantía de una Sociedad de Bienestar General. Es en la práctica una lógica de la ley de la Selva sin orden y sin ley. ¡Sálvese quién puede!


La Revolución Industrial Jalonó Cambios


Moverse para no tullirse, la inmovilidad mata. Nadie discute que el cambio jalona a los hombres, a la sociedad en general. Con la Revolución Industrial, que entre otras cosas fue una Revolución de las Cosas, la vida se facilitó y el mundo cobró cercanía, los motores, las vías, el transporte hicieron posible alejarnos del campo rústico y de su vida miserable, de la escasez y de lo vivir con lo muy poco o lo casi nada. Allí, en el campo, todo era lejanía y abandono, la  vida estaba amenazaba en cada momento. Por lo demás, una vida amenazada es una vida esclava de la sobre vivencia, sólo hay tiempo para algunos cuántos bocados y estar pendiente del escape, del escondite para no morir en garras del depredador. Tan sólo mirar la expectativa de vida citadina hoy que está por encima de los setenta años, en tiempos de la ruralidad apenas si llegaba a los cincuenta, ello era todo una proeza.


Propiedad Privada


La propiedad privada fue insigne pero también la moneda corriente que agiliza y facilita el intercambio. Dice François Dagognet en Filosofía de la propiedad que la moneda es un meta objeto, con ella se puede tener a cambio cualquier cosa. Moneda o dinero tienen la virtud de ser acumulables, se atesoran, cosa que no pasa con los objetos o los frutos, pronto adviene el deterioro o en el caso de las frutas o alimentos sufren pudrición. 


Todo lo contrario sucede con la moneda, se puede acumular, atesorar hasta enriquecerse. Todo esto en contravía del principio de la economía: es el gasto y no el ahorro a decir de Goerges Bataille. Es ley del mercado estimular al más fuerte y desproteger a los más débiles. El dinero es es estiércol del demonio, sentenció San Agustín, un sustituto, un tótem, un virtual que se hace efectivo, concretiza la cosa, el objeto deseado. Sólo el Estado y el Derecho pondrán límites a lo que se pretende desmedido, por lo menos es su razón de ser y así evitar entrar en la ley de la selva donde el más fuerte vence al más débil. Por lo demás, el tener esclaviza al ser. «La riqueza constituye la prisión más segura que asfixia la personalidad, no tanto poseedor como poseído.» (Filosofía de la Propiedad, 1992, p.7) 



El Ser y el Tener


El Ser precede al Tener. Para tener, primero se debe ser, bien lo ilustra la expresión ¿La bolsa o la vida? El tener reviste al Ser. El tener y el ser van juntos, el uno se impregna del otro, solo con el paso de los años se borrarán las huellas. La herencia es una forma en que el ser ya ido, ya muerto, persiste en sus legados herenciales, los deudos preservarán su memoria en sus disposiciones dejadas, la herencia con condicionamientos, heredar con las manos atadas. 


También es cosa bien sabida que el tener enciende pasiones y los más álgidos conflictos, y por esto mismo existe la disciplina del Derecho para dirimir lo justo de lo injusto. Incluso en lo que antes fue amor: «Nadie más terco y resuelto que el odio de los enamorados de ayer.» (François Dagognet, 1992). Pero también es cierto que con la Revolución Industrial y a la par el Liberalismo, el Libre Mercado, trastocaron el mundo feudal, campesino, lo pusieron patas arriba. En suma, La Revolución Francesa nos convirtió en ciudadanos libres y con derechos, la Revolución Industrial nos convirtió en clientes de una gran plaza de mercado. 


Vale de nuevo la anotación de Georges Bataille: el principio de la economía es el gasto y no el ahorro, guerra contra el tacaño y el miserable de ahorrar toda la vida para morir ricos, adinerados. Desde luego si el tener, la propiedad implican: Uso, usufructo pero también abuso y por la misma razón se imponen unos límites, unos frenos para lograr un justo equilibrio de una Sociedad del Bienestar General. Entonces la consigna se invierte: Más Estado y Menos Mercado. El mundo no puede ser una gran techumbre que albergue sólo mercado, mercaderes. La vida es clara, abierta y undívaga como el mar.


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Cuerpo y Alma

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica 

Preámbulo 


La Parca Muerte


El morir, la consciencia de la muerte, sabernos seres mortales aterroriza al humano existir, hoy y en tiempos remotos, desde cuando el humano tiene conciencia de sí, de su finitud. Las tumbas, los enterramientos, los ornamentos, los respetos, las flores que acompañan al acto fúnebre dan cuenta del respeto y sobre todo del terror a la muerte, del temor en vida por lo que pasará en el más allá de este mundo, ¿a dónde irán cada uno de los seres queridos ya muertos, ya yertos?


Y más allá de la vida terrenal, de un cuerpo que está destinado a los gusanos, a pudrirse, ese horror, ese miedo o temor experimentado por la humanidad en sus diversas y fragmentadas culturas, ha llevado a las creencias que mitigan esa dolorosa realidad de los seres queridos que parten, de los que se van para jamás volver, a los que son visitados por esa parca que no avisa ni el día ni la hora, ni el cuándo, ni el cómo ni el dónde. Aunque dicho sea de paso, la inmortalidad, su creencia, atormentará, no dejará en paz a los deudos que con vida quedan, por lo menos a los más creyentes.


Los Estoicos y el Pragmatismo, el Duelo


Esa experiencia del más allá de esta vida terrenal, fue resuelta por los estoicos con la emblemática fórmula expresada en la siguiente frase: «Para qué preocuparnos si cuando Estamos, No Está. Y cuando Está, ya no Estamos». Es simple realismo, puro pragmatismo, si estamos vivos es porque no estamos muertos. Y si estamos muertos es porque ya no estamos vivos. Entonces no hay de qué preocuparnos. Y con respecto al dolor, al recurso del duelo no es otra cosa que echar mano de ese puro espíritu impreso en cada uno de los idos y vuelto puro amor, puro espíritu, aquello incorpóreo, inmaterial de aquél que se alojó en mí en lo más hermoso y compasivo que me dejó, me enseñó, me marcó.


Por lo demás, la operatividad del duelo tiene por función sustituir una presencia física por un incorpóreo, por un inmaterial, un fetiche, un tótem, por ejemplo. Si nos quedamos patinando en el dolor, en el abismo de un recuerdo de aflicción, es añadir un mal a un mal. Ha de recordarse que el sólo dolor es un mecanismo biológico que informa a través de los sentidos, alerta al cuerpo para que acuda a su reparación, alerta del peligro, lo esquive, y entonces la vida siga su marcha. Es un sistema vital, funcional. 


El Más Allá Persiste


Pero la mayoría de las culturas tomaron otros rumbos, tomaron partido por la existencia de un más allá después de la muerte, y para ello recurrieron a crear la inmortalidad del alma o del espíritu, pero más allá, a devaluar el cuerpo y en general a la materia. Esta curiosidad es la que se quiere esbozar para decir que no existe separatividad entre cuerpo y alma, entre materia y espíritu, que una y otra son solidarias, coexisten en tiempo real, que la materia está impregnada del espíritu, del alma que cada uno pone en su esfuerzo empeñado y que exterioriza en su obra realizada. 


El escritor, compositor, el obrero, el albañil, el carpintero no tienen silencio absoluto, en su cabeza hay susurros, ideas que van y vienen, repercuten, se cruzan, luego salen pulidas, esculpidas a satisfacción de su creador para ser ejecutadas, materializadas, entonces impregnarán su obra con lo más profundo de sí, es decir, con su espíritu.


Cuerpo, Espíritu


Dos palabras tan comunes, tan usuales, tan de la vida diaria pero tan complejas por no decir incomprendidas que han llevado a separaciones con consecuencias incalculables. Cuerpo y Alma, Materia y Espíritu, dos realidades que van a la par, una junto a la otra, van juntas, nunca separadas. El espíritu, el alma se imprimen en la materia, somos lo que hacemos. En la obra realizada se impregna todo aquello que hay dentro de mí, dentro de cada hacedor. Picasso pintando como en la imagen que ilustra el encabezado de este escrito.


Animus, Anima


«Conocemos dos palabras que los antiguos distinguían: animus y anima. La primera corresponde a la intelectualidad, a la actividad ideal, a la cerebralidad en ejercicio; la segunda remite a la efectividad y a la individualidad. Y anima habría de dar alma. Ésta nombra sobre todo la vida (la animación) fue primero localizada o implantada en lo respiratorio, y respirar no se separa de lo espiritual, spiritus, en efecto, la muerte sobreviene con el último suspiro (entregar el alma); así mismo, el nacimiento o el comienzo de la existencia se reconoce en la entrada del aire en nosotros, lo que signa nuestra autonomía, porque antes vivimos aún de la sangre materna y de su oxígeno. El aliento, cuyos efectos se señalan sin que deje de ser invisible; esta situación doble corresponde ya al alma, una realidad sensible que sin embargo no se materializa verdaderamente.» (François Dagognet, Cien palabras para filosofar 2001). 


Inmaterialidad, Incorporales


El respirar es inmaterial, y tanto el espíritu como el alma conservarán este estatuto de inmaterialidad, lo que no se ve ni se toca, como el sonido, el viento que registra nuestras sensaciones del oído, incluso la piel en su frotamiento, por ejemplo, en sí, es una inmaterialidad que corona la materialidad, lo corpóreo. «En algunos rasgos del rostro se logra discernir lo que la expresa, lo que anima el alma, por ejemplo, la mirada no deja de comunicar, según su dirección, su insistencia, su brillo, su intensidad. Por otra parte no dejamos de movernos: a través de gestos apenas esbozados, algunas pequeñas torpezas, una mímica animada (la musculatura fina). El alma se sitúa acá, a la vez por fuera del cuerpo o más bien en su cima y en él». (Ibíd. p. 5)


El Adentro se Manifiesta Afuera: El Sujeto se sitúa en el Objeto


El adentro, lo que hay en lo más profundo de mí, se manifiesta en el afuera, se despliega, se explicita en lo que hago, en la obra realizada. Estas mismas líneas que ahora escribo, que trazo en el alfabeto, salen de mi interior para develar un pensamiento que es el reflejo de lo que hago ahora mismo. «A decir verdad el sujeto se sitúa en el objeto en el sentido amplio y todo lo que lo rodea, tanto la conducta como el lenguaje, las herramientas, las instituciones.» El mundo es la obra realizada, el etnólogo, el antropólogo regresan de los pueblos olvidados con unas cuantas evidencias que dicen su cultura: herramientas, trebejos.


Materiología 


Esta fusión, esta relación inseparable constante, permanente entre cuerpo y alma, es lo que François Dagognet denomina Materiología. «Nos referimos no al materialismo sino a la materiología, la disciplina que insiste sobre las potencialidades del sustrato (no es más un simple medio), que por él solo hace posible la realización del ideal». (François Dagognet Subjetividad, p.57) Somos lo que hacemos, el ser siempre está en vía de realización, de exteriorizarse, recordemos que ex-istencia quiere decir estar afuera, nos desplegamos a través de nuestros sentidos que se materializan en la obra ejecutada. Construimos la experiencia.


En suma, existencia implica el viviente y su medio, el ser que a través de su sentir, de sus sentidos se informa sobre el mundo que le rodea. Yo no pienso, el pensamiento se instala en mí, no participamos de su operación, sólo la cobijamos. En el espacio, en las calles, en las plazas, parques, en todo, en la ciudad, en todo en territorio está regado el pensamiento materializado, en todos los haceres, en todas las obras realizadas que albergan el espíritu de una cultura, de una época como suele decirse. El sujeto se inserta en el objeto.


El Homo Laboral


El homo laboral. Sin nada qué hacer nos perdemos, el hacer, el trabajo es ontológico, es la condición de posibilidad para que el individuo, el ser se realice. «La etiología de la neurosis: ella aparece porque el individuo más o menos desocupado siempre termina en la destrucción y la violencia, en lo fácil y lo rápido. No es la cárcel ni la farmacología anti tensional las que salvarán al desdichado que sólo se puede salvar oponiéndose. La reeducación le dará prioridades a una ergoterapia elaborada, mientras que solamente se ha preconizado un mantenimiento rudimentario y por lo demás culpabilizante.» (ibid. p.57)


Cuerpo y espíritu, alma y materia son parte de un todo inseparable, todo el tiempo nos estamos expresando, develando con el cuerpo a través de nuestros sentires, nuestras sensaciones, nuestro espíritu, nuestra alma que impregna todo lo que hacemos. La expresión configuración material y espiritual del territorio antecede a los asentamientos humanos. Y la materia inspira al cuerpo y al espíritu, no es gratuito que la propiedad despierte, enciende las mayores pasiones y los más álgidos conflictos, bien sea por la defensa de sus límites o por la heredad. En suma, cuerpo y espíritu, la materia impregnada del alma de de las manos y cuerpo de quien la ejecuta. «Yo sólo soy a través de lo que me rodea y me socorre, el tener entra en el Ser y lo constituye.» (Ibid. 2004, p. 32). Ser no es reolegarse sobre sí mismo, ni retirarse, sino afirmarse y exhibirse. Yo soy todo lo que me rodea, el tener entra en el Ser y lo constituye, el Ser no sobrevive sin el objeto como el pez fuera del agua, esto es cuerpo y alma.


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Nación Insuficiente

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica



Poco Estado y Más Mercado


Sentir que las patrias sufren resquebrajamientos, es cosa de todo día y de todo el mundo. ¿A qué se debe estos Estados fallidos, estas naciones insuficientes? Porque desde su nacimiento, el Estado prometió abandonar la vida miserable del campo en aras de una industria citadina que aseguraría el Bienestar General, el de toda la población, sin discriminación alguna. No se desconoce un progreso de las condiciones de un antes y un después, por ejemplo, con la vida moderna se ganó en salubridad pública y con ella se alargó la expectativa de vida de los pobladores, se mejoraron las garantías laborales, se ganó en más y mejores servicios concentrados en la ciudad: agua potable, electricidad eficiente, vías de acceso, etc. Pero todo esto no es suficiente, el mercado impera en desmedro del Estado de Bienestar, cada vez las desigualdades aumentan, unos pocos que lo tienen todo y unos muchos que  que viven en la carencia, tienen poco o nada.


Basta con echar una mirada panorámica a las ciudades para darse cuenta que están atestadas de conflictos, en las calles, en las aceras abundan los sin nada, los vagabundos, los miserables. Y por supuesto  no puede faltar la delincuencia, el hampa, y en términos actuales el tráfico de estupefacientes por cuenta de la narco criminalidad, todo esto resumido en la triada: ilegalidad, informalidad, formalidad, por allí se mueve como pez en el agua las denominadas rentas criminales, es la criminalidad transnacional. Dejemos el preámbulo y vayamos a una mirada panorámica y filosófica.


Disquisiciones Filosóficas


Queremos ensayar unas disquisiciones que buscan explicar en algo estas noches largas y oscuras que esperan un amanecer más claro. La noche evoca oscuridad, el día claridad. Y lo que más se muestra es lo menos visto. El Ser se despliega en un territorio, es un juego del adentro y el afuera, en la calle, en la ciudad, en el trabajo me exteriorizo; en la casa busco mi isla de intimidad, me retrotraigo, me repliego, busco mi isla de intimidad. Somos seres interdependientes, sociales, en la soledad nos perdemos. «Pero no nos atañe a nosotros dominar todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los campos que conocemos, y dejando a los que vendrán después una tierra limpia para la labranza. Pero que tengan sol o lluvia, no depende de nosotros.» (Tolkien)


Nación, Patria, Estado


Nación, Patria, Estado, refieren todos ellos a una comunidad congregada. Por ejemplo, Nación es el territorio, sus polígonos limítrofes que dicen hasta dónde sí y hasta dónde no se reclama amo, señor y dueño del terruño que provee las riquezas para el sustento de la población, de sus habitantes. Patria refiere a un sentimiento de apego, los afectos hacia el territorio dado por las costumbres, creencias y toda la idiosincrasia que nos hace sentir como miembros de una comunidad, en una hermandad amplia, grande, una gran, una extensa familia más allá de nuestro estrecho núcleo sanguíneo de papá, mamá, hijos. El Estado garantiza sobre todo las normas, las reglas del juego que debemos tramitar para relacionarnos, respetarnos y convivir acorde a unos acuerdos, a unas leyes que preservan de no caer en el caos, en la Ley de la Selva, de no caer en una noche interminable de las tinieblas. Pero no olvidar que demasiado Estado nos aplasta, pero su ausencia nos pierde. Por lo demás, nuestros lazos estrechos están en familia, por ser pequeña es calurosa, sus lazos son estrechos y la solidaridad más efectiva, más inmediata. (F. Dagognet, 2004).


Anclaje del Individuo


En sí, todo anclaje, todo apego ayuda a anclar al individuo, como el apellido que todos llevamos que nos devela el lugar de donde somos, Serres, Sierra es de la sierra, Montañés de la montaña, p.e; no es simple etiqueta de quitar o poner, el nos sitúa, nos preserva de lo inasignable como de los más peligrosos flotamientos. Ayuda al yo a afirmarse, al mismo tiempo que lo religa a los suyos. (Dagognet, 2024). Por lo demás, es de saber que todo lugar sirve para fijar, de lo contrario flotaríamos. Todos tememos el lugar de nuestros afectos donde nos arraigamos, no importa cuántas veces hayamos partido, recordar que toda partida es un regreso, el enraizamiento no nos abandona, nos llama, nos ancla.


Concentrar es Violencia


Las injusticias, incluidas las económicas, traen muchos males, el crimen organizado se aprovecha para pescar en río revuelto, la calle y la sociedad en general se atestan de conflictos. Cómo no recordar con Michel Serres las drogas más peligrosas en su respectivo orden: El Poder, El Dinero, La Fama, las Drogas llamadas hoy sustancias psicoactivas y 

por último el Trabajo, nos drogamos con el trabajo, la excusa perfecta para retrotraernos de la angustia existencia, del vacío, pero al final será por algo productivo, ojalá creativo, innovador. Llámese droga a todo aquello que produce dependencia y que se hace todo lo que se puede por lograrla, obtenerla, no importa que haya que matar y comer del muerto. Somos bestias sin instinto, conscientes del tiempo que pasa, necesitamos dar cuerda a nuestros relojes.


El Afuera: Ex-istencia


Ex quiere decir afuera. Estesia sentidos. El ser que bascula en un salir y en un entrar. Los bienes facilitan la existencia. Recordemos que ex-istencia quiere decir salir al afuera, el yo que se exterioriza, vivimos en movimiento de doble vía, nuestro interior sale en la obra realizada pero a la vez se interioriza, se repliega decantando todo lo recibido del afuera, del mundo exterior. El espíritu se inscribe en el afuera, allí instala su soberanía. Lo demasiado diferente confunde y nos pierde, lo común nos sumerge en una existencia funcional, el ser que camina en su realización. Es la persistencia de la vida. El Trabajo es el afuera realizado que transforma el espacio, la materia y el espíritu, nuestro Ser. El objeto es un pensamiento materializado. Ob-jeto quiere decir lo que está frente a nosotros, así como sub-jeto quiere decir estar por debajo, lo que subyace.


La Justa Medida, La Felicidad


Todos buscamos la felicidad. Desde los griegos con los estoicos nos enseñaron la justa medida, huir de la desmesura del glotón que nada lo sacia pero que pagará caro sus excesos. La inmensidad aplasta, buscar en la miniatura, que es potencia o concentra lo más valioso.  Gozar de los placeres más simples y más puros, lo poco satisface. La existencia implica una cantidad de miserias contra las cuáles el filósofo nos armará.


Pero es la doctrina del liberalismo que enrarece el ambiente. Proclama más Mercado y menos Estado, incluso proclama su desaparición, todo será regulado por la oferta y la demanda, por el simple negocio, en sí por la autorregulación, todo se equilibra por sí mismo. Pero el Liberalismo se entrega a potencias incontroladas que asegura la dominación y los intereses de unos pocos, y la gran mayoría queda desprotegida. Pero la vida persiste en su ley de vida, tanto en la reproducción como en el asociarnos que nos hace más fuertes, menos vulnerables. No podemos olvidar que lo universal se nutre de lo local, los inventos aquí, impactan allá en lo global. El Ser Social equivale a la nación, pero mercado, lo macroeconómico la quiere simplificar, reducir, volverla insuficiente.


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Falta

Por Fraçois Dagognet
Filósofo Francés

Tomado del Libro
Ochenta palabras para comenzar a filosofar
editorial Piedra Rosetta, 2024


Publicamos la palabra Falta del libro Ochenta palabras para comenzar a filosofar, editorial Piedra Rosetta, 2024, Medellín. Para nadie es ajena la palabra Falta, de seguro alguna vez la hemos cometido, el errar es cosa de humanos, bien se lo sabe. También sabemos que anexo a la falta está reparar el daño cometido, esto es, hacer justicia, si ello no se diera caeríamos en una patria sin ley y sin orden, se prevé entonces de cuidar lo que puede perturbar el bienestar social, en aprender a convivir para la mejor convivencia posible en una Nación. Anexo al errar humano, se precisa de borrar el mal, para ello la justicia aplica y tasa las penas, pues en el encierro, en la cárcel perpetua como la pena de muerte aterrorizan, espantan y de seguro engrosará las filas de los malhechores. Sobreviene el perdón y el sincero arrepentimiento, sin ellos y sin la aplicación de la justicia caeríamos en el caos. Finalmente viene la Felix Culpa. El individuo renovado cuidará de no reincidir, en evitar el mal. Es la Redención. Colombiakrítica.


La palabra falta toma su lugar en el vocabulario de la moral, disciplina mayor; el jurista, también interesado por este término (el incumplimiento de la regla que le produce un daño a otro individuo), lo llama entonces un delito. Beccaria debía por lo demás fijar la escala, desde el menor hasta el más grave, con el fin de adaptar a esta infracción la pena correspondiente y graduada; se busca así la separación.


La gravedad de la falta depende sobre todo de la intención con la cual ha sido cometida: si es voluntaria sólo entraña la obligación de reparación del daño (tanto material como psicológico; se apreciará también el precio del dolor en caso de herida). Si la acción criminal ha sido deliberada, un mal que se añade a otro y lo lleva al segundo grado; además del primero hay que contar con el psiquismo viciado; el castigo deberá golpear al culpable que tendrá, además de la pena, que reparar los daños infligidos a la víctima. La sanción consiste en principio en una privación de la libertad.


Si la falta escapa al derecho penal, en razón de su levedad y porque no perturba el orden público, el castigo solamente inferior que se produce se llama el remordimiento, la tristeza con posteridad a esta acción que, por su malignidad, aisla al culpable y le priva sin duda de la vida amistosa y comunicacional.


Pero ya se trate de la privación de la libertad (que puede llegar hasta el apresamiento), o más simplemente de la expiación de la ‹mala conciencia› que se acusa, en los dos casos, el culpable se dedica a borrar el mal de la falta, pero, según nosotros, no lo logra verdaderamente: el mal sigue siendo el mal. Se trata de anularlo pero él subsiste. Y por lo demás ¿cómo esperar ‹reparar›, por ejemplo, la parte herida del cuerpo? En principio añadimos al primer mal otro mal que es preciso soportar.


Por esto apreciamos esa institución notable de la sociedad contemporánea que es la creación de magistrados encargados de la aplicación de la pena. En efecto, éstos pueden evaluar la posible reinserción social del malhechor, y en función del cambio, podrán incluso disminuir la duración de la pena que ha perdido su sentido, o incluso suspenderla. Sabemos también que el encierro prolongado corre el riesgo de pervertir a los que sufren el aprisionamiento, razón de más para acelerar el final de la sanción, si el prisionero lo merece. Así mismo, la conciencia desgraciada, a través de sus propios reproches y pesares, ha sufrido suficiente; debe reencontrar la paz interior.


La experiencia de la falta y de la reparación, ha movilizado la consciencia y la obligará, o debería obligarla, a respetar mejor la ley que ha transgredido. Félix Culpa. La falta puede ser vista positivamente; a través de ella el sujeto se renueva y toma consciencia de lo que debe evitar. En estas condiciones la pena de muerte se vuelve contradictoria, incluso bárbara; suprime la posibilidad de la redención (el rescate). Además, lejos de intimidar o de aterrorizar a los futuros delincuentes, no hace sino crecer su número. ¡No creemos en su pretendido valor preventivo!


No existe nada peor que encerrarse o estar encerrado, en el universo mórbido de la falta, de mortificarse y de no creer en la posibilidad de un regreso a la serenidad. Incluso ¡Qué hay más precioso que una felicidad que se ha perdido pero que se reencuentra!


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Nuestra Presencia en el Mundo

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El sentir, los sentidos se despliegan por todo el cuerpo, ellos nos informan del afuera, seleccionan para resguardar y para la mejor conveniencia de la vida, lo más profundo es la piel. La referencia es a un adentro y a un afuera. Y en el intermedio está la piel que opera como una interceptor, un filtro, un cedazo que percola, una intercepción, una intermediación entre lo más adentro que hay en mí y lo más afuera en el cual me despliego en lo que hago, en la obra realizada. Y es gracias a la herramienta y a la mano que la opera, que nos exteriorizamos. Un ser no puede estar condenado a replegarse sobre sí mismo, enloqueceríamos, el ser solo, en la soledad, se pierde.


François Dagognet en su libro  Cambio de Perspectiva, el adentro y el afuera (2002). Todo el entrecomillado es de allí ... lo dice en su triple aserción: 1) La crítica del cerebralismo demasiado exclusivo y disociativo, le hemos opuesto el reconocimiento de la simbiosis ‹cerebro y piel› (captor). 2) El sentir no se reduce a un juicio, incluso si la memoria se añade a él y lo completa. 3) En fin, la sensación no nos entrega un ‹reflejo› de lo real sino más bien el efecto de nuestra presencia en el mundo, el anuncio de lo que nos ocurrirá. Y por tanto ya la acción posible, la respuesta a un espectáculo sensible. (p. 32)


Lo sensorio motor es vital para nuestra existencia, ella construye y nos entrega una realidad que representamos. Para ilustrar esta vitalidad de los sentidos que equivale en esencia a la vida misma, a nuestra existencia, leamos a Dagognet en este énfasis: «Sobre todo nos preguntamos si esta patología que es la ceguera psíquica o el reconocimiento de lo que percibimos, puede compararse en gravedad con el deterioro que resulta de la situación inversa, aunque menos sangrante y menos destructiva (aparentemente), es decir de la sola privación del juego sensorio-motor cuya importancia vital debemos admitir. En efecto, el experimentador coloca tanto a un hombre voluntario como a un animal dentro de un recinto hermético, una especie de caja concebida de tal manera que asegure un completo 'aislamiento' y que el viviente aprisionado escape a la menor solicitud venida de fuera. 


El voluntario es acostado en una cama pero sus brazos son encajados en tubos de cartón resistente con el fin de evitar tanto la recepción como la auto- estimulación táctiles. Los ojos solo registran lo más débil de las luces debido a unas gafas apropiadas. Lo auditivo no funciona. Se alcanza la ausencia de toda ‹sensación›. Ahora bien, pocos sujetos pueden soportar un tal régimen. Rápidamente surgen alucinaciones, después, a la larga, se instala un estado de desarreglo. La policía habría utilizado, acá o allá, este castigo tanto más cuanto que los sujetos sometidos a este tratamiento no dejan de hundirse en la demencia y van hasta destruirse (un tal suicidio les es imputado mientras que él expresa lo intolerable; pero el poder puede lavarse las manos puesto que no ha participado directamente en esa muerte).» (p.17)


El Afuera y El Adentro


El afuera y el adentro son dos términos que definen al Ser, a nuestra existencia. El hacer nos define, el trabajo es ontológico, el hombre se refleja, se esculpe en la materia, en la obra realizada. Repitámoslo: El hacer es ontológico... Nos esculpimos en lo que hacemos, uno se expresa mediante su obra que sale del adentro hacia afuera, es un movimiento en doble vía, en el afuera me proveo para un adentro que esculpo, para mis adentros, para mi yo interior, es una dinámica de entrar y salir pero con un toque, con un sello personal, para decirlo de alguna manera. Aunque ocultarse también es mostrarse, como en la Carta Robada de Edgar Allan Poe, lo más vista es lo más oculto, pasa desapercibido... de tanto ver ya no vemos.


El Hacer es Ontológico


El Mundo se imprime en el Ser. Somos lo que fabricamos, la mano y la herramienta exteriorizan el cuerpo, lo que hay dentro de mí sale. Y a la inversa, el afuera, el mundo que me rodea se imprimé en mí, es el ser social que somos. Si estamos en este movimiento del adentro y el afuera, por lo tanto no podemos condenarnos a un repliegue interiorista. Esto no quita que de vez en cuando nos exiliemos en una parcela, en nuestra isla de intimidad, nos encerremos en sí mismos pero para luego salir fortalecidos, uno se prepara para luego entrar fortalecido al combate. «No defendemos el simple afuera sino el que construimos, el afuera de un adentro sin el cual el adentro se anemia y se deshilacha. A la inadecuada pregunta ‹¿Qué soy yo?› conviene entonces responder: sólo somos a través de lo que fabricamos o de lo que edificamos. En rigor incluso esculpimos nuestro cuerpo, nos imprimimos sobre él, podemos leer en él el ser que expresa y expone. » (p. 3)


Los Sentidos Alertan del Peligro

el sufrimiento Estéril


Sentir, los sentidos, las sensaciones nos informan del mundo que tenemos alrededor, son sensaciones de choque, es una reacción vital que tienen todos los vivientes como mecanismos de protección, de alerta para evadir el peligro. Vale anotar que las reacciones corresponden a solucionar las amenazas, los peligros, pero si se cae en el sufrimiento estéril es quedar paralizados, y así a un mal se añade otro mal. Otro tema es la polarización de los sentidos como ocurre con el olfato en alcohólicos y fumadores, y el oído en quienes están sometidos, expuestos a ruidos excesivos y permanentes. En fin, perder las fuentes de información para la vida como son los sentidos, las sensaciones, se puede pagar caro.


La tradición cartesiana que pesa y envenena


Nuestro interior, nuestro yo, van a la par con el mundo exterior, sobre las normas sociales, las reglas, descansa nuestro yo colectivo, el nosotros. En sí, el yo, es un mundo de intersecciones. El afuera no es más que un reporte de la victoria de los hombres. Por sus obras los conoceréis. Gracias a la herramienta, ya el cuerpo no es la cárcel del alma. La mano y la herramienta exteriorizan mi interior, lo que hay más adentro de mí. Todo lo de adentro sale. Pero todo lo de afuera se adentra en mí, la herramienta me saca de la prisión interiorista. Por lo demás, la memoria es selectiva, lo demás lo entregamos a las bibliotecas, a los repositorios, a la nube, a los dispositivos de almacenamiento. 


Somos lo que hacemos


«El error fundamental del cartesianismo, que habría de invadir y envenenar las teorías del conocimiento, ha consistido en ‹insularizar› el pensamiento, absolutizarlo y separarlo de sus operaciones (la efectividad) para fabricar ‹un pensamiento que cree pensarse así mismo›. La aplicación es mal vista o más bien es vista como un riesgo de fracaso. El sujeto se imagina que posee en sí mismo, en su trasfondo, los instrumentos del saber, y por consiguiente, los fundamentos de la realidad; por esto esta creencia del metafísico según la cual ‹el mundo es y sólo es nuestra representación›, lo que descubrimos en nosotros puesto que ‹del conocer al ser la consecuencia es buena›, o también, en el mismo estilo, es suficiente con pensar claramente para conocer el exterior.» (p.36)


En suma, vivir es sentir. Sin los sentidos, sin el sentir estaríamos expuestos a los peligros más inminentes, o simplemente se estaría en una vida vegetativa. Una vida amenazada, es una vida en peligro, en zozobra, no tiene paz, apenas hay energías para resguardarse, para vivir huyendo.  Nuestra existencia, nuestro Ser, tan sólo es el reflejo de la presencia en el mundo.


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El Cuerpo y El Espíritu

Por
Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El cuerpo refleja el espíritu, refracta cada uno de sus movimientos, imprime el mundo que se vive en nosotros. Es posible decir: la vida y el mundo se viven en mí. Vivo, existo, luego pienso. Primero la experiencia, lo real, luego el pensar. Primero el objeto, lo real, el mundo, luego el cogito, el cerebro: existo, luego pienso. No es un determinismo, más bien un devenir. La vida es devenir. La mano con la herramienta que fabrican, exteriorizan al Ser..


Por sus obras los conoceréis. Cuerpo que secunda el alma, primero la materia, luego el espíritu. Somos lo que hacemos. «sólo somos a través de lo que fabricamos, de lo que edificamos… En rigor, incluso, esculpimos nuestro cuerpo, nos imprimimos sobre él, podemos leer en él, el ser que se expresa y expone.» Homenaje a  François Dagognet, acá lo seguimos, Cambio de Perspectiva, el Adentro y el Afuera, 2002. (p.3). Todo tiene que ver con todo. El afuera devela, revela el adentro ante la mirada atenta. Es toda una Filosofía del Exterior.


No importa su denominación, son dos realidades complementarias, solidarias unas de otras, para nada se oponen, no son adversas, ni mucho menos duales, ni una más superior a la otra. Cierta tradición filosófica, el aristotelismo por ejemplo, ha privilegiado lo sólo interior, alma o espíritu, en menoscabo de lo exterior, cuerpo, mundo, materia: los esclavos eran cosas, estaban despojados de alma, simples herramientas, por tanto devaluación de lo material y de las técnicas. Pero todo se manifiesta en la materia, en la obra realizada, allí se impregna el espíritu. Las ideas mismas vienen del afuera, se procesan en nuestro interior para luego salir esculpidas, procesadas, decantadas que serán dichas con cierto grado de satisfacción.


Alma, Respiración, Suspiro


Tan sólo ver que llegamos y nos vamos de este mundo con el primer y con el último suspiro. Vale la referencia a los conceptos de alma y espíritu. La vida está asociada con el aire que respiramos, el que anima nuestro cuerpo. Alma quiere decir animus. Ni somos totalmente internos ni externos, el afuera se refleja en el adentro, son dos hechos de una misma realidad. «El aparecer es suficiente para decir el ser que no deja nunca de exhibirse por algún lado; por lo demás, si se lo sabe: ‹ocultar es mostrar›, ganamos al no caer en la seudo disminución… seguramente que nos traicionará.» (ibid. p.6). El afuera es un interfaz entre el mundo y nosotros. Lo más profundo es la piel, todo está en la superficie. En las profundidades nos perdemos, todo tan oscuro nos enceguece. El sentir y su efecto de nuestra presencia en el mundo se nos presenta a la vista, en especial, ante los ojos atentos que saben mirar.


Sentir, Sentidos, empiria, experiencia


La experiencia, el sentir es filtro particular de cada quien, todo depende de las circunstancias de momento y lugar. El sentir, los sentidos, nos abre al mundo exterior, pero el sufrimiento nos repliega sobre nosotros mismos, nos hunde, añade un mal al mal, se quita toda utilidad, no sirve para anunciar lo que nos amenaza y más bien se limita a intensificarlo. Recordar el duelo se supera con un sustituto, y luego, más allá, con el transcurrir del tiempo, el recuerdo se vuelve, se convierte en puro amor, ya no hay nada de aflicción, de dolor, sólo amor, puro amor del ser amado. No sobra anotar que un cuerpo, un ser amenazado, es un ser esclavo del peligro, todo el tiempo, a toda hora vive resguardado, atento del cuidado. El relax, la tranquilidad le es tan ajena y extraña como rara. El depredador no deja tener paz a la presa.



Somos un reflejo del mundo


El sentir, los sentidos, no se reducen a un juicio de lo mero cerebral, más bien la piel y el cerebro coexisten en una especie de simbiosis complementaria. «La sensación no nos entrega un ‹reflejo› de lo real sino más bien el efecto de nuestra presencia en este mundo, el anuncio de lo que nos ocurrirá.» El afuera es un interfaz entre el mundo y nosotros.


Los recuerdos dependen de la retención, son ser registrados después de ser seleccionados, y por el contrario, se pierde la facultad de recordar cuando se renuncia a la capacidad de retención… la memoria es selectiva. El sentir está ligado a nuestras necesidades, el mundo a nuestra semejanza. Arriba anotábamos que el recuerdo es selectivo, vital para preservar la persistencia de la vida. Y es así como la sensación, los sentidos aprehenden el mundo, el psiquismo los confecciona, los fabrica, no cesamos de ordenarlo, el mundo es cambiante y ondeante como el mar. El yo no se puede engendrar sin la ayuda del sentir, de las sensaciones. Los sentidos nos informan del mundo, son nuestra impiria, nuestra propia experiencia, incluso deformada, el mundo es la medida de mis sentidos, la subjetividad prima.


El Afuera y El Ser Social


Estar solos ya es demasiada compañía. Nunca estamos solos, incluso si hacemos el retiro a nuestra isla de intimidad, nuestros fantasmas nos acompañan. Nos debemos al mundo en el que vivimos, él nos moldea, nos incorporamos a sus ritmos y vaivenes, al espíritu de una época, el hombre es un animal social, en la soledad nos perdemos. Nunca estamos solos «Robinson Crusoe sigue en su isla en contacto con los otros hombres, porque las herramientas que ha salvado del naufragio, y sin las cuales no saldría adelante, lo mantienen en la civilización.» F. Dagognet. Ibídem) Lo individual y lo Social son indisociables, no se puede acceder al uno sin pasar por el otro del que no se separan.


Es de lógica, es normal, uno no puede condenarse así mismo, uno busca salidas, válvulas de escape donde aliviar sus angustias, el ser no puede ser condenado al repliegue y a la extenuación, a la timidez, él debe manifestarse, irradiar, revelar su potencia. El  tener constituye al Ser, se constituyen, se compenetran el uno al otro. Y sólo nos encerramos en sí mismos para volver, para regresar al combate mas fortalecidos, de por sí, tan sólo recordar que la vida son las funciones, son las fuerzas que resisten a las adversidades, a la muerte.

 

Interior y Exterior


El interior y el exterior son inseparables y complementarios, no sin vivir en permanente tensión, en bipolaridad. El exterior trata de imponerse sin lograrlo o bien el interior nos encierra en una prisión de una subjetividad aislada y debilitada, cerrarse sobre sí mismo, lo mismo con lo mismo termina por empobrecerse (Dagognet). En el pensamiento no es posible pensarse así mismo


«El adentro no deja de manifestarse en el afuera, el inconsciente ni está alojado en el fondo de nuestro ser, en una especie de oscuridad, se expresa a plena luz; pero en el sentido contrario, el adentro nace él mismo de la interiorización de un afuera impregnante; tampoco nos sorprende que él pueda de alguna manera volver a la superficie de donde viene.» (Dagognet). El yo se exterioriza, se despliega por el mundo, no se repliega sobre sí mismo. «Es menester sin embargo acompañar está palabra que deseo escuchar escuchar; debo murmurarla interiormente, replicarla; escuchar se convierte en hablarse así mismo; sólo nos recibimos a nosotros mismos: y está auto - efectuación no conoce límites, va a dar cuenta de nuestros pensamientos más complejos: 'el oído y la voz están siempre en acción en muestras acciones intelectuales más secretas, que son como discursos que nos dirigimos a nosotros mismos, pues es necesario siempre que escuchemos nuestras ideas para concebirlas' » (p.43).


El afuera es el mundo del hombre exteriorizado, somos lo que hacemos y cómo lo hacemos, nuestro yo interior se entrega al afuera a cielo abierto. «No somos lo que somos, somos lo que devenimos; no cesamos de esculpirnos. Pero lo esencial se deja ver, incluso si no lo vemos o lo vemos mal.» (Dagognet, p.78). Aunque no podemos dejar por fuera la educación. La educación es el afuera que modela, el término refiere a un viaje en compañía, el entorno educa y potencia para lo mejor y lo peor nuestras capacidades. Vamos del mundo sensible al inteligible que lo aclara.


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El Ser y el Vestido

Por Mauricio castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El Hábito Sí hace al Monje


El ser se vierte en el traje. El hábito sí hace al monje. El vestir aloja las formas culturales pero también las otras por las cuales escabullirse. Si bien el vestido, nuestra envoltura cultural nos da ciertas pistas de lo que somos, de la cultura en la que nos agazapamos, él también nos da claves de aquello que ocultamos. De allí mismo se devela lo que queremos esconder. Es un juego de mostrarse pero ocultándose. Mientras más me callo, más hablo con la punta de los dedos, todo el tiempo nos estamos mostrando, develándonos, imposible pasar desapercibido. Lo que más se muestra es lo que más se oculta, igual a como pasa en la Carta Robada de Edgar Allan Poe. En suma, es la gestión del Ser en nuestro cuerpo a través de su vestimenta.


La Elegancia Femenina


La elegancia en vestuarios y joyas refinadas, de seguro será más común a las féminas refinadas, más cuidadosas de su exterioridad, En el vestier, ante el espejo, la dama duda, decide, confirma, una, dos, tres veces este o aquel traje, joya, tono de maquillaje. Pero ello también abarca a ciertos hombres, sólo a los de alta clase o ejecutivos prestigiosos o famosos excéntricos. Cuidar las maneras y la vestimenta para presumir exclusividad. «Importa también protegerse de lo peor: la imitación que nos priva de lo exclusivo, de la excelencia, de esa seguridad por la cual uno se tranza; pero como lo sabemos, es preciso así mismo no ‹hacerse notar›, de alguna manera es imperioso a la vez hablar y calmarse». Todo el tiempo nos exhibimos, nos mostramos, nuestro interior, el yo, se despliega en el afuera. «El yo por el yo mismo, conduce a un callejón sin salida; la anotación es general: el ser no se repliega sobre él sino que siempre se expresa y se reafirma». Seguimos a François Dagognet en el libro Filosofía de un Volteo, 2001, capítulo ¿Dónde se sitúa el yo? (todos los entrecomillados vienen de allí).


Mírese que la moda tiende a lo mínimo, a acortarse, lo corto prevalece ante lo largo, los vestidos cortos que se juegan en esa ambigüedad de la seducción del casi mostrar, a punto de verse aquello oculto tan deseado. El cuento El Signo de Maupassant es ilustrativo. En sí, es la mujer, más que el hombre, la que se entrega a la elegancia y a la suntuosidad difícil de emular. Mientras que en el hombre su vestimenta es menos ornamento, en la mujer más se multiplica. Aunque en nuestros tiempos vienen cambiando estos roles de femenino masculino, las preferencias, los gustos son múltiples, indiferenciados, son devenires. Pero una cosa sí es cierta, la elegancia femenina, por ejemplo, su caminar, solo tiene un competidor posible: el gato, el felino es el único que despierta la envidia de las mujeres.


Los Cambios en la Moda


Los cambios también tienen el rostro de la moda. La neo burguesía gusta de lo desaliñado, lo salvaje que roza con la vulgaridad, toma de la mujer su astucia, ella fue quien dio el paso hacia una estética erótica eliminando a sus competidoras. En el hombre se opta por lo exagerado, el mal gusto. Defensa y protección a la vez. Aunque se asiste a una dismorfia vestimentaria: la mujer se viste como el hombre: bluyines, gorra, camiseta. Y lo inverso también se da: el hombre se pone aretes, gafas de sol. Las viejas dualidades quedan atrás, hoy los sexos o géneros en su vestimenta se confunden en su apariencia, masculinizar a la mujer, feminizar al hombre. 


Vestido Corto, Mostrar las Piernas


Nadie quita que las modas y sus tendencias aflojan las prohibiciones, los tabú para dar paso a ciertas licencias libertinas que la cultura poco a poco va aflojando, es una especie de acto liberador ante opresiones históricas. Poco a poco los estilos, las modas van llevando sus flujos existenciales de rebeldía para ganar ciertas libertades, pero insistimos, a medida que se va mostrando también de va ocultando aquello que no quiere ser visto.


«La mujer fingirá estar descargada de toda ocupación como de toda labor; se mueve en vitrina; solo piensa en resolver el problema que tratamos ‹ser original sin ser original›, de esta manera, no dudará, a comienzos del siglo xx, en recurrir a una estrategia audaz, la que consiste en mostrar sus piernas antes que develar sus senos, lo que conduce a defender una sexualidad menos refrenada; algunas faldas se han vuelto cortas porque estaban largas, pero también porque la mayor parte de las mujeres no pueden ir hasta el punto que implica la emancipación con respecto a las prohibiciones, a las obligaciones morales; con frecuencia, en las clases inferiores, la pequeña burguesía, continúa reinando la gazmoñería, el puritanismo, la guerra a todo lo que evoca la desvergüenza. Así se logra, con esta audacia consistente en no respetar ya los tabúes, alejar claramente a sus competidores que no pueden seguirla.» (ibídem). 


Recuerden a las ricas y famosas en las pasarelas o camino a fiestas con sus vestidos aparatosos, desplazarse dos o tres cuadras, cien o doscientos metros debe hacerse en limusina, luego el escaso caminar, el medio caminar es posible gracias a la ayuda de algunos sirvientes que ayudan a solucionar lo engorroso y poco funcional del vestuario, pero de una cosa no hay duda: sólo la gente adinerada puede darse un lujo antifuncional que nunca podrá proveerse la empleada u obrera que necesita comodidad para desempeñar su labor. En la adinerada, el ocio prevalece como si se enrostrara a la sociedad entera los lujos que sólo la abundancia de dinero puede proporcionar.


La Indecisión a la hora de Vestirse


El ropaje, el vestido elegido quiere mostrar pero a la vez ocultar algo de nuestro yo esquivo o anónimo, por eso la incertidumbre, la indecisión de escoger ésta o aquella prenda que llevaremos puesta, que lo revelado, lo exhibido nos oculte bien esa otra parte que queremos pase desapercibida, anónima.


«Por adelantado pensamos en las hesitaciones o también en el embale, de una mujer en el momento de decidir por su arreglo personal: ¿Cuál escoger? Por lo demás es probable que aquellos entre los cuales está indecisa no deja de tener un aire común. Pero ¿Por qué esta incertidumbre o lo contrario: una rápida decisión? Esta mujer no ignora que se expone o se traiciona, lo que ella desea, al mismo tiempo que lo rechaza; prefiere una revelación diferida, parcial, incluso dudosa. En suma, está descuartizada y atacada por la contradicción, o al menos por la ambigüedad. Todo el mundo recuerda la muchacha que describe Sartre en el Ser y la Nada: ella flirtea, abandona su mano cálida entre las de su amigo, pero inmediatamente ella ya no lo sabe, la mano reposa entonces fría e inerte; funcionaría ‹la mala fe.›  ella juega con dos conductas al mismo tiempo." (ibíd)


Filosofía Exteriorista


El adentro sale, se está mostrando todo el tiempo, el mundo interior sale al mundo exterior. Ocuparse de estos movimientos del mostrarse y a la vez ocultarse, ha sido propio de la psicología más avisada, pero más allá, acá se tiene que la filosofía exteriorista, la que se ocupa de los gestos y de las cosas que hacen el mundo del Ser. El vestir es todo un complejo semiótico que se entrega a los ojos y a plumas atentos que le saben develar, describir.

 

«La filosofía exteriorista que querríamos legitimar encontrará en la ‹manera de vestir› un terreno de escogencia, si es verdad que la psiquis se inscribe en ella; pero aparece una dificultad comparable a la que acabamos de esbozar: por un lado, conviene estar vestido como todo el mundo, sino rápidamente se hace notar y los demás se burlan; se pierden los beneficios de una vestimenta; pero por el otro lado, uno debe ponerse de forma un poco «original», sino Uno se confunde con los demás. Sabemos ya cómo la mujer hábil sale de este dilema: se parecerá a las más nobles, se inspirará en las más ingeniosas, hará parte así de un 'grupo' en el 'grupo' más amplio. Escapará a la trivialidad sin caer en la excentricidad que la particularizaría excesivamente (otras también se adornan como ella).» (Ibíd).


El Hábito sí hace al Monje



La vestimenta funcional no va con lo elegante, prima la comodidad. Por ejemplo, el obrero y su vestimenta responde a su trabajo que exige ropa resistente al trabajo duro y a la suciedad, el overol. 


«Sin esperar, se nos podría objetar que la mano de obra, el simple obrero o el empleado o el dependiente -así como lo han notado los sociólogos, Halbwachs a la cabeza- no le conceden ninguna importancia a su manera de vestir; les es suficiente con ponerse una blusa gris o un bluyeans o incluso un vestido de trabajo; por lo demás, en su presupuesto, indicador de sus necesidades, la alimentación se impone ampliamente sobre el vestido, que queda por tanto «inensecializado» y sacrificado. Pero no excluyamos que este desdén por lo tocante al vestido significa una oposición a un universo de representaciones y de seudo-elitismo. A través de mi manera de vestir rudimentaria -continuaría el trabajador en su traje de faena- yo exhibo mi lado resueltamente plebeyo, me entrego a un cierto materialismo sano, rechazando las maneras y los afeites, propios de los ociosos. No caigo en el desaliño sino que caigo en lo útil, el tejido resistente, sólido (el terliz, la sarga, el cáñamo crudo) y no por el satín o el lame. No tengo cómo renovar mis trajes, los conservo lo más que pueda, gracias a su rudeza. Los elegantes viven en las apariencias, en el emperifolle y los efectos -lo social, sus mentiras y sus trapacerías- mientras que por mi parte, yo evoluciono entre 'las cosas', mi manera de vestir corresponde a mi ocupación, a mi relativo desclasamiento, a mis valores. Nuestra filosofía según la cual el hábito no afirma tanto el cuerpo como el psiquismo, no está pues fracasada; una postura bastante arisca y no renovada traduce un estado y, más aún, una sorda protesta». (Ibíd).


«Es un hecho que domina todos los otros. El hombre se viste antes de actuar, de hablar, de andar, de comer; las acciones que pertenecen a la moda, el deporte, la conversación, etc., siempre sin sólo las mismas consecuencias de la manera de arreglarse. Sterne, ese admirable observador, proclamó de la manera más espiritual que las ideas del hombre afeitado no eran las del hombre barbado… padecemos toda la influencia del traje. El artista arreglado ya no trabaja. Peinado o arreglado para el baile, una mujer es otra; dirías dos mujeres» (Balzac, Tratado de la vida elegante, citado por François Dagognet).


«Algunas profesiones se señalan sin dificultad por la amplitud o la vastedad de sus togas, de sus capas, de sus casullas, de sus batas (el magistrado, el sacerdote, el profesor, etc). Si todos gustan deslizarse en vastas formas, es porque buscan borrar sus particularidades individuales, mientras encaran lo universal (la justicia, la revelación, el saber). Todavía aquí, el hábito no remite a un cierto sujeto o al psiquismo que traduciría, sino a una familia o a una función. Todavía en la Edad Media los enfermos eran evitados porque se los señalaba gracias a su manera de vestir: el rojo para las víctimas de la epidemia, el verde para los locos. Se impone siempre lo colectivo, mientras que desearíamos apercibir algunas migajas del yo en lo que cubre, es decir, lo descubre.» (ibíd).


El Ser se devela en el vestido, nos mostramos pero a la vez nos ocultamos.


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