Anestésicos

Por Mauricio Castaño H
Historiador
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Variados paisajes, islas, aislamientos, cada quien, cada gueto viviendo su propia vida, sus propias desgracias y sus propios aciertos, todos viviendo su propio mundo. Todos bajo el mismo techo de una unidad llamada país. Tan sólo un sueño, un anhelo de una común unidad, pero la verdad es que la comunidad se alcanza en pequeñas parcelas en donde los intereses, las pequeñas luchas, los gustos similares hacen juntar a las personas, es lo más concreto de satisfacción de común unidad, de comunidad. Y el país o nación además de las delimitaciones territoriales y de sus señores terratenientes, de sus gobiernos que agencian míticos status de clases sociales y de unas costumbres y de una lengua común que habilita la posibilidad de comunicación, de ser un alguien, nada más que eso parece enlazarnos. Los devenires minoritarios suelen ser más reales: comunidades gayes, negros, pequeñas luchas…

Abstracciones son las identidades de Estado o de gobierno, formas míticas o existencias virtuales que todos damos por hecho. Lo más real de un ciudadano conectarse con una nación es a través de los gravámenes, cada individuo es objeto de pagar impuesto, para ello es censado, se le fija un número y un lugar para ser localizado y controlado, algo así como ser ciudadano por obligación. Si la gran mayoría tuviera la oportunidad de elegir entre pagar o no impuestos, sin duda alguna los esquivaría, la voluntad general es desapetente. Los evasores son muchos, la voluntad de escapar es grande, rehúsan a ser miembros de una comunidad que quizás no comprenden, que no les importa. Los sistemas capitalistas que experimentamos funcionan donde esté la ganancia, la especulación, y hacerlo a cualquier precio, sin importar el daño que pueda ocasionar al semejante. El patrón estará maquinando cómo incrementar sus beneficios apiñándose todo, incluso las conquistas salariales de sus obreros; el terrateniente corriendo la cerca unos cuantos metros jodiendo a su vecino; los otros que viven de los flujos de odios y venganzas, avivan conflictos y guerras para vender sus armas, devaluar o quitar territorios que luego son aprovechados en producción de ilícitos o como corredores estratégicos para sus andanzas, la hermana muerte es lo más común. Todos viven una fiesta necrofílica, todo da igual, lo efímero, lo fútil. “Vendo mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida”. “toda vida es un proceso en demolición.” 

Los gobiernos se parecen cada vez más a devenires de sangre, de familias. Los mandatarios sueñan emular los llamados grandes hombres que la vanidad histórica los ha garabateado como inmemorables. Pero todo es más cercano a la vanidad. Lo común de un hombre de Estado o gobierno, cualquiera que sea su nivel nacional, regional o local, están bajo la gobernanza de la epidemia de la vanidad del poder, de alcanzar cada vez más riqueza, y así se mantiene interés por quienes quieren emularlos, todo un séquito que quiere alcanzar sus posiciones, que lamen a su majestad: el adinerado. En ese mundillo politiquero de las democracias familiares llaman rosca o palanca a quienes reciben beneficios de sus padrinos políticos, y se da en todos los niveles, cuenta el columnista Antonio Caballero, uno de esas familias pero que una tal irreverencia inofensiva que complace de un lado y del otro, y que les conoce bien como su palma de la mano rememoró:  “Juan Manuel Santos cree resolverlo todo nombrando gente y más gente. Me recuerda una tertulia en casa de mi padre, hace más de 50 años. Se suponía que Gilberto Alzate Avendaño iba a ganar las siguientes elecciones presidenciales. Y decía José Umaña Bernal: “Yo seré el embajador en París”. Pero le corregía Nicolás Gómez Dávila: “No: La embajada en París es para mí”. Y levantaba el dedo Enrique Caballero Escobar: “Lo siento: Gilberto me la ha prometido a mí”. También mi padre levantaba el suyo. Y Alzate, el futuro presidente, calmaba las aguas anunciando:-Se crearán tantas embajadas en París como sean necesarias.” 

Cualquiera que quiera hacerse a una idea de la manera en qué un puñado de privilegiados se despilfarra el presupuesto público, es si no coger papel y lápiz, ir a las principales ciudades capitales del país. Por ejemplo, hace poco en esa rebatiña que se da por los altos cargos en donde se pagan salarios muy altos y se dan prebendas, denunciaba el noticiero de RCN que el actual contralor ganaba 25 millones de pesos colombianos por unas asesorías, en las cuales daban a entender que eran puros favores, pues al señor nunca se le veía por tal entidad, son pagas enormes comparados con los 600 mil pesos que recibe un asalariado, es decir 42 veces menos que aquel. Es de anotar que esos puestos lo mínimo que se recibe es el salario, pues allá están es para sacar beneficio del presupuesto público de la entidad que se direcciona para las empresas familiares y de amigos, es una perfecta democracia familiar: Estúdiese la contabilidad de los congresistas o concejales, figuras de un tal control político, todos de la noche a la mañana hacen grandes fortunas con la demagogia.

Ellos y los otros no les importa nada el bienestar general. La codicia prima. En Medellín los alcaldes de los últimos años vienen del mundo de la empresa. Los que favorecen la construcción principalmente. En el cemento es donde mayor se va el presupuesto. Las ciudades son vías y espacios para el esparcimiento. Además por dónde mover la industria automotriz que cada día embotella las escasas vías y donde mantener medianamente la gente contenta para que olvide la miseria que los amenaza, donde estar en el rebusque embolatando sus miserables vidas. Los discursos de sostenibilidad ambiental y de equidad social son meras estratagemas de los profesionales del mundo de la demagogia política. Con sus discursillos tapan las trampas a las masas que precisan de Mesías.

Max Neef afirmó en alguna ocasión que el capitalismo ha matado más gente que cualquier tragedia humana. La codicia es una trampa en la cual se cae con mucha facilidad pero de la cual se es difícil escapar. Todo se repite con en Sísifo. Nos alimentamos de esperanzas suministradas por los demagogos políticos. La desapetencia, el desinterés de la gente por estos asuntos es interpretado como un estado de embotamiento de la consciencia, se vive en mundos ficticios, en una virtualidad que aleja de la realidad y sus crudezas. Se privan los sentidos. La virtualidad obra como sedante, poco importa si se viene el mundo encima. Los telediarios alimentan con el asesinato del día, y borrado en la sección siguiente con la presentadora tetona y de largas piernas y ligera ropa. La lascivia seda e invita al consumo, a la monogamia flexible. A la población se les participa en los eventos virtuales paras sus disputas. 

Hace poco, en la doméstica de este país llamado Colombia, el presidente Santos asustado, refería la disputa que libra los mercaderes de la guerra, el escándalo de infiltraciones para atacar el actual proceso de paz que se lleva con las guerrillas. El gran tema, a nuestro juicio, es el gran negocio de la guerra, quién se queda con la producción de coca, con los territorios, qué hacer con la producción de armas y municiones, grandes riquezas, grandes intereses a los que muchos no quieren renunciar, son sus privilegios. Pero ahondar no interesa, nuestra virtualidad nos ha enseñado a rechazar las durezas de la vida. Conciencias embotadas, seres anestésicos.


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Arios

Por Mauricio Castaño H
Historiador
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Arios es un gentilicio de Irán aplicado a los indoeuropeos establecidos en Asia. La palabra noble en la India  significa aryas, y amigo, fiel en Irán es airyas. Los iraníes se reconocen de la etnia aria sin equívoco alguno y con la mayor naturalidad. Su prototipo no son los ojos azules ni la piel blanca. Tampoco son altos ni defensores de purismos racistas. Los iraníes son seres que viven y comparten con judíos, Cristianos y con personas de otros credos diferentes a los suyos. Son personas pacíficas y amables. Les gusta compartir con personas diferentes a las de su etnia. Develan más bien un mestizaje, estatura mediana, piel más bien trigueña, y son gente que irradian amor y paz, mucha cordialidad que cualquier extraño sabe sentirse acogido.

Por algún embeleco seudocientífico del siglo XIX el concepto fue dotado de purismo racial, de lo mejor de lo mejor, pregonaron un ideal de etnia humana existente sobre la tierra, su forma terminada se conoció con el nacismo en la Alemania Nazi con su máximo líder Adolf Hitler, y que aún persiste en ese país y en el mundo entero bajo la designación de grupos neonazis o de ultraderecha. Su plataforma y esencia sigue siendo la misma: el ideal de hombre alto, inteligencia superior, blanco, de ojos azules, puro, no mezclado con otras etnias (ellos siguen diciendo raza pese a lo inapropiado del término, en los humanos sólo está la especie humana mezclada que se fracciona en etnias, útil es la metáfora del árbol, el tronco es la humanidad y sus ramas son las etnias). 

En el siglo XIX se conoció la ideología científica, su objeto era el estudio de las ideas, su génesis, su epistemología, cómo se originaba el conocimiento. Después tomó otro matiz o por lo menos se creó un utilitarismo hacia las doctrinas políticas, sus credos fueron envueltos en teorías seudocientíficas como ocurrió con el nazismo que se apropió del concepto ario y lo dotó de sus contenidos racistas, de odio y muerte, por lo general poseen un líder que provee de ambición y esperanza a los demás. Pura propaganda política, ideológica. O lo que algunos bien han definido como la creación de una rigurosa, sistemática y meticulosa burocracia nazi (máquina de odio que da sentido a vidas), en la cual asesinaron a más de seis millones de judíos. 

Hoy persisten esos grupos en el mundo llamados neo nazis. La partícula neo hace referencia a su vigencia que quieren defender pero sus principios inspiradores son los mismos que agenciaron los mataderos humanos de la Alemania nazi. También se les llama grupos de ultraderecha por su capacidad de odiar y de ejercer la violencia contra quienes consideran sus enemigos, especialmente los extranjeros. Estos dogmas sus militantes los siguen ciegamente, los repiten sin ningún cuestionamiento ni reflexión, son más bien formas de ejercer el odio.

La muerte y el odio siguen inspirando a muchos líderes, por sus poros segregan violencia. En la mitología griega existe la hermosa Pandora cuya justificación teológica constata la presencia de fuerzas oscuras en el mundo humano, la ambición es su detonante. Por más que los dioses concedan a los hombres el mal sigue siendo banal. Toda labor humana, por inteligente y bella que parezca, se les debe interrogar por su destino final. Cuando se abre la caja de Pandora, el peligro está en los anhelos materiales y en su curiosidad y deseo por lo que había en su interior. Al levantar la tapa para la satisfacción humana, transformó los dulces perfumes en vapores venenosos, las espadas de oro les cortaron las manos y los suaves vestidos asfixiaron a quienes los llevaban. Lo material contiene el bello mal que obra como fuerza destructora. En la capacidad humana está en decidir lo benéfico o el daño.


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Carne y Piedra

Por Mauricio Castaño H
Historiador
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De los griegos conocimos el cuerpo cívico, las personas eran un todo integrados al espacio, se consideraban bienes públicos. En el gimnasio, que quiere decir cuerpo desnudo, se ejercitaba el estar bellos para la ciudad. La palabra moderna «gimnasio» procede del griego gymnoi, que significaba «desnudos». “El cuerpo desnudo y bello era considerado un regalo de la Naturaleza, pero recordemos que para Tucídides era un logro de la civilización. El gimnasio enseñaba a los jóvenes atenienses a desnudarse. En Atenas existían tres gimnasios, siendo el más importante la Academia, que unas generaciones después de Pericles se convirtió en la escuela… Era en el gimnasio donde el joven aprendía que su cuerpo era parte de una colectividad más amplia llamada la polis, que el cuerpo pertenecía a la ciudad… Evidentemente, un cuerpo fuerte significaba un buen guerrero; una voz educada garantizaba que el cuerpo pudiera participar más adelante en los asuntos públicos.” Richard Sennet en Carne y Piedra.

La polis griega fue una excelente expresión de la exteriorización del cuerpo humano en la ciudad, integrado al espacio. Nuestros sentidos nos develan en lo que sabemos oler, oír, gustar, palpar, ver. Es una imagen en movimiento, dinámica, en el conocimiento de que la quietud nos paraliza y el aislamiento nos mata: la inmovilidad apaga los sentidos. Una comunidad está viva cuando sus miembros interactúan en la confianza y en el tejido solidario.  Una vida se estimula de acuerdo a las dificultades y a las resistencias que va venciendo, es el conflicto un albergue de la vitalidad. En las calles se han sentido los ecos de los marchantes que reivindican sus luchas sociales y políticas, un espacio lleno de vital vibración. Cuando las calles y parques están vacíos es una señal de que algo anda mal, la experiencia de libertad se haya ausente. “… la resistencia es una experiencia fundamental y necesaria para el cuerpo humano: gracias a la sensación de resistencia, el cuerpo se ve impulsado a tomar nota del mundo en que vive. Ésta es la versión secular de la lección del exilio del Edén. El cuerpo vive cuando se enfrenta a la dificultad.” Sennet, página 331. La carne es el cuerpo, la piedra es el espacio,  la ciudad que se habita. "Una ciudad está compuesta por diferentes clases de hombres; personas similares no pueden crear una ciudad» Aristóteles.

Antítesis de esa experiencia vital griega, es el mundo moderno en donde todo concurre para la privación de los sentidos, en donde el cuerpo se repliega sobre sí mismo y el espacio exterior es apenas para ir veloz en los automóviles, unos van detrás de otros en plena arriería, el caminar a pié, el estar en un parque público es sinónimo de sospecha o atrevimiento que apenas vence el miedo. Las ciudades cedieron al cemento, a las altas edificaciones y a las vías rápidas, la vida allí sólo es trascurrir de latas, movimiento individual pero rápido, veloz. Las ciudades han sucumbido al valor de la circulación. El valor de la circulación ha creado una ética de la indiferencia, equivalente a la pérdida del control de las propias vidas. Vivimos afanados para llegar a la quietud que nos mata. 

Aplastados en la silla al frente a la pantalla, somos profundos espectadores, muy alienados, ausentes de la vitalidad sensorial. El consumo de miles de imágenes por minutos produce embotamiento de la conciencia, hecha indiferencia. La realidad vivida es la de imágenes que divierten, gozamos con baños de sangre y mientras más constantes pasen por la pantalla mayor es el goce. Y cuando de momento tropezamos con alguna cruda realidad de algún miserable mal oliente y sangrante, esquivamos la mirada con repudio y huimos lo más pronto a nuestro refugios privados. Los marginados aparecen como hombres irreales. Nuestra realidad es virtual hecha a la medida. Alienación es la forma real del poder. Hoy fabrican el asesinato, mañana nos tienen aplaudiéndolo, pasado mañana condenándolo a través de chivos expiatorios (Recuerdo el asesinato, uno de tantos, del genial humorista Jaime Garzón, el proyecto político de la ultraderecha lo asesinó, hoy quieren redimir a través de chivos expiatorios, simulacro y doble moral. La dirigencia cómplice calla su culpabilidad). 

Antaño griego los hombres acudían en masas para ofrendar sacrificios a sus dioses que tenían cerca, que tocaban, plegarias por sus ideales de belleza, por una estética de la existencia, tenían confianza en sí mismos. Los rituales y mitos en el consumo de gestos corporales obraban con efectos de sanación ante los sinsabores de la vida, ante las ofensas y desprecios. El ritual constituye la forma social. Hoy en cambio la prohibición es regla, nada se puede tocar. Se evidencia la dogma cristiana que cambió el espacio real por la culpa y los hombres de espíritu bajo, soledad cívica, pérdida de la sensación de compartir, mientras más alejados del mundo estemos, mejor, el reino de los cielos precisa de alma volátiles, mi reino no es de este mundo. El mundo de hoy es dejado a la banca usurera, los planificadores urbanos son buenos soldados. New York es templo con sus copiosos edificios, sus trazos son los de un tablero de ajedrez, no hay centro para la reunión, todo exige el pasar rápido… se vive en el aislamiento, tu vecino es tu potencial enemigo, las diferencias son sospechas terroristas. La preponderancia de lo individual frena lo grupal. “El individualismo unido a la rapidez tiene un efecto letal sobre el cuerpo… el cuerpo individual puede recuperar una vida capaz de percibir por los sentidos si experimenta el desplazamiento y la dificultad.” Sennet op. 345

El mercado usurero traza el ritmo, los políticos ambiciosos e inescrupulosos son sus perros fieles. Para la alienación el demagogo casa muy bien en su sarta de mentiras. Ayer los conocimos pobres, hoy ricos, adinerados en francachelas en medio de drogas y putas. Mientras tanto las gentes ajenas de la política, desarrollan sus vidas en los centros comerciales, dando vueltas de un lado al otro como ratas de alcantarilla, la caverna moderna, así lo enseñó Saramago. El mundo moderno desestimula las conexiones, tejernos en lo social, los individuos se repliegan sobre sí mismo en la privación del mundo sensorial, quedan hombres insípidos, carentes de sentimientos, sin un destino común para compartir. Es un cuerpo individual y no colectivo, el diseño del espacio es para el mercado, no convoca a la reunión, al estar juntos, es para sólo pasar rápido y veloz. Movimiento puro, puro movimiento. Orden significa falta de contacto. En la ciudad actual nos anulamos. Mientras tanto lo que se nos vende como ritual, la llamada comunidad cristiana es inefectiva. El cristianismo alejado de la carne y la piedra, a despreciar nuestra sensibilidad y el mundo terráqueo, nos enseñó a estar en guerra consigo mismos.

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Trabajo

Por Mauricio Castaño H
Historiador
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Trabajo deriva de tortura, torturar con el tripalium, tripaliare, la máquina de tres pies, nos lo enseño Lucien Fevbre. Este origen evoca la dureza desnuda de la fuerza humana, sometida a las duras labores, la modalidad cruel fue el esclavismo, sometimiento total. La maquinización, la robótica recogieron la fuerza bruta, liberaron al homo laborioso y lo relevaron a las tareas suaves, con responsabilidades más de pensamientos, más sapiens. Su evolución más fuerte corresponde al trabajo informático, lleno de códigos, comandado de un alguien que se puede encontrar en casa desde su computador personal, deslocalización de la empresa, no requiere, como otrora, salir a la fábrica, al espacio fabril, “el trabajador ha entrado en otro mundo, que supone pantallas, datos, índices, cálculos”, nos precisa. Un tal universo minimiza la parte estrictamente material, puesto que sólo se trata de escrituras o de las informaciones, lo que cuestiona nuestra tentativa definicional… François Dagognet, a quien seguimos en Filosofía del Trabajo. Pero aún persiste una materia o substancia a transformar por un alguien que trabaja con unas herramientas, también existe un dueño que invierte y quiere sacar una ganancia. Los salarios, los trabajadores, empresas, industria, ganancias, temas que siguen preocupando a la sociedad.

La particularidad y lo propio del trabajo no da lugar a confusiones por polémicos que puedan resultar ciertos oficios como por ejemplo el de las prostitutas, llamado el oficio más antiguo del mundo que sirve en esencia a los aislados de sus entornos familiares: marineros, soldados, obreros alejados de su domicilio, y sobre todo a numerosos individuos inhibidos o sexualmente desviados. La prostituta recibe su paga por un servicio prestado, por una especie de paz sexual, un equivalente a un salario, su cuerpo es el objeto de intercambio y se le suman sus potencialidades eróticas que ofrece al consumidor, ello sucede en el marco de la regulación de la administración municipal, de la ciudad. “El cuerpo es el primer instrumento del hombre y el más natural, o más concretamente, sin hablar de instrumentos diremos que el objeto y medio técnico más normal del hombre es su cuerpo” Marcel Mauss. En la tarifa aparecerá el intermediario proxeneta, especie de vampiro o zángano, émulo capitalista que quiere ganar con el trabajo producido por otros. A diferencia de la pornografía que sólo consume imágenes, la prostitución pone en juego el cuerpo de aquel o aquella que se presta a esta psicofisiología. Razones estas, como se sabe, han llevado a naciones a reconocer este oficio, esta actividad como un trabajo. 

Un cuerpo puede ser alquilado para alojar en su vientre un ovocito de unos terceros que pagan por ello. Estos oficios se mueven en unos intangibles igual al de los profesores que no crean nada pero obran u operan como transmisores de saberes, en aquel caso es objeto de satisfacción del deseo o de la libido de un alguien que demanda liberación de sus pulsiones, que urge pasión dentro de los límites   del goce, el juego, la diversión. La diferencial esencia es que al participante que se le paga es usado como un medio para los deseos del otro, una simulación de goce en alguien que no se ama, es decir, en donde no se da esa fusión cómplice entre dos seres que se ofrecen en amor. “Estas dos razones son suficientes para que reduzcamos la prostitución a un comercio estéril; para que ella pueda ser considerada un trabajo –el paso de una materialidad de partida a una forma humanizada– se requeriría prioritariamente contar con un incremento; convendría que en lugar de atenerse a un arreglo entre dos, se instaura una relación menos cerrada sobre sí misma.” Dagognet.

Pero bueno, que el ejemplo disertado, no nos aleje de nuestro tartamudeo. El desprecio de los trabajos viene por el lado feo, lo sucio, lo vil como hace tiempo se le asoció al trabajo artesanal. El capitalismo y en general el patrón, se aprovecha de estos prejuicios para rebajar los salarios, sucede por ejemplo cono los barrenderos, los encargados de la limpieza, de barrer la suciedad, la basura que produce el mundo capitalista, devolver la tranquilidad a la vista para el bien disfrute del paisaje, ese bien común que nos pertenece a todos: la calle y la acera. El reciclador es su complemento que embellece la ciudad… éste si dejado en la desprotección total. Si bien el motor de la ganancia es el que pone la mayor motivación, los análisis inteligentes deben poner frene a la sola codicia, como la del repudiable miserable que atesora toda su vida viviendo en la miseria para morir rico, forrado en oro.

Es el trabajo, al lado de la escuela y la familia, los espacios por excelencia de socialización. Incluso sin el laboreo que garantiza el sustento, se amenaza la desestabilización de aquellas otras dos. El trabajo es el afuera que realiza el adentro. El adentro por sí solo enferma, en sociedad, cualquiera que ella sea, encontramos la posibilidad de materializar el yo, de desplegar una existencia que cobra sentido, se libera del aburrimiento, de la segregación, de la exclusión propia del mundo del desempleado, el peor castigo que pueda sufrir una persona en estos sistemas de producción, es privarlo del ser, del saber hacer, de conectarse con un real. No en vano quienes se van de esta realidad, los retrotraen gradualmente con un objeto real, con los ejercicios de la ergoterapia.

La robotización es ese mundo de segunda generación, que relevó, que liberó la primera generación de la fuerza bruta. El quid está en cómo esa ganancia social se irriga para quienes fueron liberados de esos trabajos penosos. Hoy el reto está en encontrar nuevas formas de reinventar la existencia a partir de las ganancias acumuladas por esta sociedad gregaria que somos.


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Sensorial

Por Mauricio Castaño H
Historiador
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En el reino animal los límites son explícitos. La violación de una distancia que amenace integridad puede significar la muerte. “Un antílope huirá cuando el intruso esté a quinientos metros de distancia. El lagarto común en cambio tiene una distancia de fuga de 1.80 m.” Con el olfato del ratón nos volveríamos locos al captar al instante las expresiones de quien tenemos al frente, las segregaciones químicas transparentan las reacciones frente a un otro que representa una situación de peligro o de llamado. Una perra en celo atrae con el olor de las sustancias químicas a perros situados a kilómetros a la redonda. En reino animal la agresión es un ingrediente necesario de la vida, sin ella, la destrucción sobreviene, haciendo más próxima la muerte. La agresión es un mecanismo que hace conservar la distancia, previene ataques inesperados, preserva la vida en el territorio, previene de los depredadores y a la vez regula la población, su densidad. En los humanos estas reacciones desnudas del mundo fisiológico están cubiertas, ocultas por la caparazón del lenguaje, por la cultura que se diversifica en comunidades y naciones. A donde fueres, haz lo que vieras, aconseja la sabiduría popular. 

Los humanos olvidamos con frecuencia el piso biológico que nos asiste, ese ropaje cultural que nos cubre, enmascara y lo entrega a la variedad que toma el lenguaje en cada comunidad. Aunque existen situaciones que nos traicionan. Por ejemplo, si predominara en nosotros el olfato del ratón, nos volveríamos locos al estar captando de forma desnuda la gama  de los cambios emocionales que permiten las reacciones químicas de los variados comportamientos humanos. Con el olfato del ratón podríamos oler la cólera de los demás, la identidad de quienes nos visitan en casa estaría descubierta durante el tiempo que dure el olor, sería una vida intensa en preocupaciones. Los gatos también son unos magníficos conocedores por olor, nos huelen las impregnaciones tomadas en otros lugares, huyen cuando captan sentimientos de rechazo. 

Nosotros los homínidos nos evidenciamos cuando percibimos del mundo sensorial, el enrojecimiento de un rostro que acaba de sentir vergüenza, sus flujos sanguíneos nos develan. En otras ocasiones las tensiones se acumulan al límite hasta perder la calma, reflejados en esos cambios químicos develados por ese enrojecimiento colérico. Igual sucede con una mirada castigadora. En Colombia muchos campesinos desplazados dicen aguantar caras, mirar rayado, significando con ello desprecio. Una mirada también puede animar a la simpatía o establecer dominancia, distanciamiento, así como el tamaño de las pupilas puede indicar interés o disgusto.

Este entretejido fisiológico traducido en emociones está directamente relacionado con el territorio y la cultura de cada país que nos moldea, que nos domestica. El sentido del espacio es en el hombre una síntesis de la entrada de datos sensoriales de muchos tipos: visual, auditivo, cenestésico, olfativo y térmico. A esto le denomina estudio proxémico Edward T. Hall en su libro la Dimensión Oculta, el cual hemos tomado para hacer este escrito. Cómo las personas utilizan su aparato sensorial en sus diferentes estados emocionales, en las actividades que desarrollan, en sus estilos de vida que asumen. La construcción del espacio es una de las formas en las que nos desplegamos. Europa tiene un diseño espacial en estrella. París tiene alrededor de 16 vías principales que a su vez conectan con todos los demás terruños, la interconexión favorece. París está hecha para vivir, para la vida, en sus calles, bares y cafés, allí la vida privada se vuelca o difumina y desarrolla. 

Lo contrario sucede en los Estados Unidos. La vida privada se recoge en los hogares, en la alcoba, el afuera es extraño para la intimidad y muy adecuado para ir en veloces automóviles, sus gentes viven parte de sus vidas encerrados en esa concha de metal y vidrio que aparta del mundo, reduce la sensación de desplazamiento espacial. Sabido es que a más de 8 km perdemos cualquier posibilidad de experiencia con el espacio, a diferencia de cuando se va a pié o en caballo. Los jefes se cuidan de que su secretaria conserve una distancia prudente en su recepción para no permitir que converse pero que no parezca antipática. Esta ciudad de rascacielos que nos empequeñecen y nos intimidan, que acomodan la gente en cajones que van sumando verticalmente, son espacios poco amables. Europa con sus campiñas, calles estrechas, propicias para las interrelaciones humanas, acogedoras. 

Una París del afuera, una Nueva York del adentro. Espacio público para la vida, espacio público de la privacidad de los fríos negocios. Unos hablan con familiaridad en la calle, los otros se comportan en el sigilo, unos hablan duro a los cuatro vientos, otros en voz bajo guardando los secretos de la vida privada. Ciudades antieconómicas, en las que todos quieren escapar, nadie quiere estar, en las noches y fines de semana son vaciadas, sus gentes van a lugares más amables. La vida sale, todo se paraliza, la ciudad muere por unos días.

Se deduce que el apiñamiento favorece la participación sensorial. París de olores y sabores. Nueva York de enlatados insabores. Si bien es cierto que la cultura apacigua o domestica la máquina instintual, el piso biológico, no quiere decir su nulidad. Nuestras irritaciones, nuestros enojos persisten, los asesinatos no paran. Saber de sus razones  motivantes, fuera de las políticas que nos muestran a los empresarios aventajados, con metodologías y escuadrones de muerte sacan ventaja de un territorio. Develar la variedad sensorial manifiesta en la capa cultural, ayuda a entendernos mejor. Existen espacios diseñados que favorecen la convivencia, la interrelación, otros no. Una tarea interdisciplinaria a la espera para la toma de las decisiones inteligentes para llevar una vida más amable.

En América las céntricas ciudades viven atestadas, la periferia se vuelca allí en busca de esperanzas de subsistencia. De sus causas políticas y económicas mucho se ha escrito, todas ellas hacen referencia a la exclusión que produce la concentración de riqueza. Se ejerce allí mucha violencia. Otra lectura complementaria viene de la antropología, del estudio del sistema sensorial forjador de la cultura de la que cada pueblo se da para sí. Develarnos para conocernos y vivir mejor.


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