La crisis del conocimiento
Por: Juan Pablo Durán Ortiz *
Nos encontramos ante una trágica paradoja: en el momento de mayor expansión de los avances de la electrónica y las formas de comunicación a través de internet y todas sus posibilidades, existe la mayor contracción de las formas de conocimiento, a tal punto que la forma de entender el mundo se ha vuelto casi unidireccional. Cuando se salde esta contradicción y los avances tecnológicos se conjuguen con una expansión multidireccional del conocimiento, la humanidad habrá dado su salto histórico más importante y más prolongado.
Esta crisis del conocimiento no es una coincidencia desafortunada sino más bien una consecuencia de la forma como se ha venido desarrollando la historia en los últimos siglos. La primera forma de unidireccionalidad en la ciencia es consecuencia de la preponderancia de la razón como forma de llegar a la “verdad”, partiendo de los métodos griegos que posteriormente adoptó y expandió por el mundo la civilización europea en su historia de colonización a escala global, particularmente a partir del siglo XV. Siguiendo esta tradición colonialista el mundo ha tenido una tendencia cada vez más marcada a la unidireccionalidad, unificando formas de poder político, normas globales de flujo de capitales y bienes, y modelos económicos.
Las diferencias de las formas de poder y regímenes políticos en los diferentes países del mundo fueron convergiendo hasta conformarse organismos multilaterales de escala global que propenden por la democracia como única forma aceptable de poder, a tal punto que la adopción de este régimen se ha convertido en sinónimo de libertad y derechos para los habitantes de todos los países. A partir de la conformación del Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés) en 1930 y las reuniones de Basilea se empezaron a establecer normas globales para que todos los inversionistas pudieran gozar de normas similares en el mundo que facilitaran el transitar de capitales entre los países a partir de. Posteriormente, con la terminación de la guerra fría se instauró en el mundo la idea de que el único modelo económico posible era “capitalista”.
Desde el punto de vista económico el paradigma neoclásico disfrazado de científico con sus fórmulas matemáticas se impuso en la ciencia económica y con él las políticas neoliberales del llamado Consenso de Washington a finales de los años ochentas. Tres organismos multilaterales: El Banco Mundial, el FMI y la OMC fueron las encargadas de imponer, primero en el mundo subdesarrollado, sus políticas de apertura, desregulación y liberalización de los mercados, quebrando la producción nacional de varios países subdesarrollados y permitiendo que las empresas dedicadas a la especulación financiera se convirtieran en el nuevo poder predominante. A partir de los noventas el neoliberalismo se expandiría incluso en los países desarrollados de occidente con los mismos resultados: predominancia de la producción asiática sobre la americana y europea, y establecimiento de la especulación como nuevo dictador del orden económico mundial con sus respectivas crisis económicas sucesivas: las crisis de las .com en 1997, la crisis de Enron en 2001, y la crisis actual de las subprime desde 2007. De este modo, la globalización no ha sido utilizada como una herramienta para expandir y enriquecer entre sí las diferentes formas de ver el mundo, al contrario ha sido un instrumento de imposición de una sola visión global.
Paralelamente la ciencia ha tenido la misma tendencia. Las diferentes escuelas, visiones, teorías, y corrientes del pensamiento económico fueron desapareciendo de las universidades, a tal punto que en las universidades de países subdesarrollados la llamada “corriente principal” neoclásica se convirtió en la única corriente. Las visiones estructuralistas, keynesianas, e institucionalistas, e incluso las de la escuela clásica propiamente dicha apenas se esbozan en materias de relleno.
Este unilateralismo no es único de la economía. Desafortunadamente se ha expandido a todas las disciplinas y las ciencias. En general, de los dos métodos donde prevalece la razón, el deductivo y el inductivo, la ciencia se ha contraído aún más obedeciendo únicamente a las conclusiones inductivas, donde a partir de leyes “naturales” generales se establecen conclusiones particulares aplicables a todos los individuos (o agentes). Aquellos métodos deductivos que partían de la observación y el estudio de los organismos u objetos de estudio para luego concluir algunas leyes generales están quedando en el olvido.
En realidad la ciencia necesita de ambos métodos. Por supuesto algunos fenómenos tienen leyes naturales que son susceptibles de medición y parametrización exacta, como por ejemplo en los fenómenos de la física de las que subyacen disciplinas como la ingeniería. Pero es absurdo que en el comportamiento biológico y social, como es el caso de las ciencias naturales y sociales como la economía, la biología, la veterinaria, la salud, la educación, la antropología, y la sociología, entre otras; se quiera encuadrar el comportamiento de los seres vivos a una ecuación matemática, llegando al exabrupto de afirmar que si la realidad no concuerda con el modelo matemático lo que está mal no es el modelo, sino que hay que modificar la realidad para que concuerde más con las ecuaciones.
Afortunadamente universidades y centros de pensamiento de primera línea en el mundo han mantenido cierta proporcionalidad y apertura con respecto a la ciencia y las fuentes del conocimiento. Se hace necesario crear centros educativos en todo el mundo (incluyendo países con menores niveles de independencia) con la perspectiva de aprovechar la globalización no para reducir, sino para amplificar, para retroalimentar, y para crear sinergias entre los diferentes tipos, fuentes, escuelas y métodos del conocimiento. Cuando la humanidad logre conjugar los avances tecnológicos con una expansión multidireccional del conocimiento, las posibilidades serán ilimitadas.
* Economista y Máster (MS) en Finanzas. Actualmente director del IBSER y estudiante de la Maestría (SM) en estudios urbanos y planeación del MIT. Correo electrónico: jpduran@mit.edu. www.ibser.org
* Economista y Máster (MS) en Finanzas. Actualmente director del IBSER y estudiante de la Maestría (SM) en estudios urbanos y planeación del MIT. Correo electrónico: jpduran@mit.edu. www.ibser.org
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