El Ser y el Vestido

Por Mauricio castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El Hábito Sí hace al Monje


El ser se vierte en el traje. El hábito sí hace al monje. El vestir aloja las formas culturales pero también las otras por las cuales escabullirse. Si bien el vestido, nuestra envoltura cultural nos da ciertas pistas de lo que somos, de la cultura en la que nos agazapamos, él también nos da claves de aquello que ocultamos. De allí mismo se devela lo que queremos esconder. Es un juego de mostrarse pero ocultándose. Mientras más me callo, más hablo con la punta de los dedos, todo el tiempo nos estamos mostrando, develándonos, imposible pasar desapercibido. Lo que más se muestra es lo que más se oculta, igual a como pasa en la Carta Robada de Edgar Allan Poe. En suma, es la gestión del Ser en nuestro cuerpo a través de su vestimenta.


La Elegancia Femenina


La elegancia en vestuarios y joyas refinadas, de seguro será más común a las féminas refinadas, más cuidadosas de su exterioridad, En el vestier, ante el espejo, la dama duda, decide, confirma, una, dos, tres veces este o aquel traje, joya, tono de maquillaje. Pero ello también abarca a ciertos hombres, sólo a los de alta clase o ejecutivos prestigiosos o famosos excéntricos. Cuidar las maneras y la vestimenta para presumir exclusividad. «Importa también protegerse de lo peor: la imitación que nos priva de lo exclusivo, de la excelencia, de esa seguridad por la cual uno se tranza; pero como lo sabemos, es preciso así mismo no ‹hacerse notar›, de alguna manera es imperioso a la vez hablar y calmarse». Todo el tiempo nos exhibimos, nos mostramos, nuestro interior, el yo, se despliega en el afuera. «El yo por el yo mismo, conduce a un callejón sin salida; la anotación es general: el ser no se repliega sobre él sino que siempre se expresa y se reafirma». Seguimos a François Dagognet en el libro Filosofía de un Volteo, 2001, capítulo ¿Dónde se sitúa el yo? (todos los entrecomillados vienen de allí).


Mírese que la moda tiende a lo mínimo, a acortarse, lo corto prevalece ante lo largo, los vestidos cortos que se juegan en esa ambigüedad de la seducción del casi mostrar, a punto de verse aquello oculto tan deseado. El cuento El Signo de Maupassant es ilustrativo. En sí, es la mujer, más que el hombre, la que se entrega a la elegancia y a la suntuosidad difícil de emular. Mientras que en el hombre su vestimenta es menos ornamento, en la mujer más se multiplica. Aunque en nuestros tiempos vienen cambiando estos roles de femenino masculino, las preferencias, los gustos son múltiples, indiferenciados, son devenires. Pero una cosa sí es cierta, la elegancia femenina, por ejemplo, su caminar, solo tiene un competidor posible: el gato, el felino es el único que despierta la envidia de las mujeres.


Los Cambios en la Moda


Los cambios también tienen el rostro de la moda. La neo burguesía gusta de lo desaliñado, lo salvaje que roza con la vulgaridad, toma de la mujer su astucia, ella fue quien dio el paso hacia una estética erótica eliminando a sus competidoras. En el hombre se opta por lo exagerado, el mal gusto. Defensa y protección a la vez. Aunque se asiste a una dismorfia vestimentaria: la mujer se viste como el hombre: bluyines, gorra, camiseta. Y lo inverso también se da: el hombre se pone aretes, gafas de sol. Las viejas dualidades quedan atrás, hoy los sexos o géneros en su vestimenta se confunden en su apariencia, masculinizar a la mujer, feminizar al hombre. 


Vestido Corto, Mostrar las Piernas


Nadie quita que las modas y sus tendencias aflojan las prohibiciones, los tabú para dar paso a ciertas licencias libertinas que la cultura poco a poco va aflojando, es una especie de acto liberador ante opresiones históricas. Poco a poco los estilos, las modas van llevando sus flujos existenciales de rebeldía para ganar ciertas libertades, pero insistimos, a medida que se va mostrando también de va ocultando aquello que no quiere ser visto.


«La mujer fingirá estar descargada de toda ocupación como de toda labor; se mueve en vitrina; solo piensa en resolver el problema que tratamos ‹ser original sin ser original›, de esta manera, no dudará, a comienzos del siglo xx, en recurrir a una estrategia audaz, la que consiste en mostrar sus piernas antes que develar sus senos, lo que conduce a defender una sexualidad menos refrenada; algunas faldas se han vuelto cortas porque estaban largas, pero también porque la mayor parte de las mujeres no pueden ir hasta el punto que implica la emancipación con respecto a las prohibiciones, a las obligaciones morales; con frecuencia, en las clases inferiores, la pequeña burguesía, continúa reinando la gazmoñería, el puritanismo, la guerra a todo lo que evoca la desvergüenza. Así se logra, con esta audacia consistente en no respetar ya los tabúes, alejar claramente a sus competidores que no pueden seguirla.» (ibídem). 


Recuerden a las ricas y famosas en las pasarelas o camino a fiestas con sus vestidos aparatosos, desplazarse dos o tres cuadras, cien o doscientos metros debe hacerse en limusina, luego el escaso caminar, el medio caminar es posible gracias a la ayuda de algunos sirvientes que ayudan a solucionar lo engorroso y poco funcional del vestuario, pero de una cosa no hay duda: sólo la gente adinerada puede darse un lujo antifuncional que nunca podrá proveerse la empleada u obrera que necesita comodidad para desempeñar su labor. En la adinerada, el ocio prevalece como si se enrostrara a la sociedad entera los lujos que sólo la abundancia de dinero puede proporcionar.


La Indecisión a la hora de Vestirse


El ropaje, el vestido elegido quiere mostrar pero a la vez ocultar algo de nuestro yo esquivo o anónimo, por eso la incertidumbre, la indecisión de escoger ésta o aquella prenda que llevaremos puesta, que lo revelado, lo exhibido nos oculte bien esa otra parte que queremos pase desapercibida, anónima.


«Por adelantado pensamos en las hesitaciones o también en el embale, de una mujer en el momento de decidir por su arreglo personal: ¿Cuál escoger? Por lo demás es probable que aquellos entre los cuales está indecisa no deja de tener un aire común. Pero ¿Por qué esta incertidumbre o lo contrario: una rápida decisión? Esta mujer no ignora que se expone o se traiciona, lo que ella desea, al mismo tiempo que lo rechaza; prefiere una revelación diferida, parcial, incluso dudosa. En suma, está descuartizada y atacada por la contradicción, o al menos por la ambigüedad. Todo el mundo recuerda la muchacha que describe Sartre en el Ser y la Nada: ella flirtea, abandona su mano cálida entre las de su amigo, pero inmediatamente ella ya no lo sabe, la mano reposa entonces fría e inerte; funcionaría ‹la mala fe.›  ella juega con dos conductas al mismo tiempo." (ibíd)


Filosofía Exteriorista


El adentro sale, se está mostrando todo el tiempo, el mundo interior sale al mundo exterior. Ocuparse de estos movimientos del mostrarse y a la vez ocultarse, ha sido propio de la psicología más avisada, pero más allá, acá se tiene que la filosofía exteriorista, la que se ocupa de los gestos y de las cosas que hacen el mundo del Ser. El vestir es todo un complejo semiótico que se entrega a los ojos y a plumas atentos que le saben develar, describir.

 

«La filosofía exteriorista que querríamos legitimar encontrará en la ‹manera de vestir› un terreno de escogencia, si es verdad que la psiquis se inscribe en ella; pero aparece una dificultad comparable a la que acabamos de esbozar: por un lado, conviene estar vestido como todo el mundo, sino rápidamente se hace notar y los demás se burlan; se pierden los beneficios de una vestimenta; pero por el otro lado, uno debe ponerse de forma un poco «original», sino Uno se confunde con los demás. Sabemos ya cómo la mujer hábil sale de este dilema: se parecerá a las más nobles, se inspirará en las más ingeniosas, hará parte así de un 'grupo' en el 'grupo' más amplio. Escapará a la trivialidad sin caer en la excentricidad que la particularizaría excesivamente (otras también se adornan como ella).» (Ibíd).


El Hábito sí hace al Monje



La vestimenta funcional no va con lo elegante, prima la comodidad. Por ejemplo, el obrero y su vestimenta responde a su trabajo que exige ropa resistente al trabajo duro y a la suciedad, el overol. 


«Sin esperar, se nos podría objetar que la mano de obra, el simple obrero o el empleado o el dependiente -así como lo han notado los sociólogos, Halbwachs a la cabeza- no le conceden ninguna importancia a su manera de vestir; les es suficiente con ponerse una blusa gris o un bluyeans o incluso un vestido de trabajo; por lo demás, en su presupuesto, indicador de sus necesidades, la alimentación se impone ampliamente sobre el vestido, que queda por tanto «inensecializado» y sacrificado. Pero no excluyamos que este desdén por lo tocante al vestido significa una oposición a un universo de representaciones y de seudo-elitismo. A través de mi manera de vestir rudimentaria -continuaría el trabajador en su traje de faena- yo exhibo mi lado resueltamente plebeyo, me entrego a un cierto materialismo sano, rechazando las maneras y los afeites, propios de los ociosos. No caigo en el desaliño sino que caigo en lo útil, el tejido resistente, sólido (el terliz, la sarga, el cáñamo crudo) y no por el satín o el lame. No tengo cómo renovar mis trajes, los conservo lo más que pueda, gracias a su rudeza. Los elegantes viven en las apariencias, en el emperifolle y los efectos -lo social, sus mentiras y sus trapacerías- mientras que por mi parte, yo evoluciono entre 'las cosas', mi manera de vestir corresponde a mi ocupación, a mi relativo desclasamiento, a mis valores. Nuestra filosofía según la cual el hábito no afirma tanto el cuerpo como el psiquismo, no está pues fracasada; una postura bastante arisca y no renovada traduce un estado y, más aún, una sorda protesta». (Ibíd).


«Es un hecho que domina todos los otros. El hombre se viste antes de actuar, de hablar, de andar, de comer; las acciones que pertenecen a la moda, el deporte, la conversación, etc., siempre sin sólo las mismas consecuencias de la manera de arreglarse. Sterne, ese admirable observador, proclamó de la manera más espiritual que las ideas del hombre afeitado no eran las del hombre barbado… padecemos toda la influencia del traje. El artista arreglado ya no trabaja. Peinado o arreglado para el baile, una mujer es otra; dirías dos mujeres» (Balzac, Tratado de la vida elegante, citado por François Dagognet).


«Algunas profesiones se señalan sin dificultad por la amplitud o la vastedad de sus togas, de sus capas, de sus casullas, de sus batas (el magistrado, el sacerdote, el profesor, etc). Si todos gustan deslizarse en vastas formas, es porque buscan borrar sus particularidades individuales, mientras encaran lo universal (la justicia, la revelación, el saber). Todavía aquí, el hábito no remite a un cierto sujeto o al psiquismo que traduciría, sino a una familia o a una función. Todavía en la Edad Media los enfermos eran evitados porque se los señalaba gracias a su manera de vestir: el rojo para las víctimas de la epidemia, el verde para los locos. Se impone siempre lo colectivo, mientras que desearíamos apercibir algunas migajas del yo en lo que cubre, es decir, lo descubre.» (ibíd).


El Ser se devela en el vestido, nos mostramos pero a la vez nos ocultamos.


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La Fatiga de Ser Uno Mismo

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colomb
iakrítica

La fatiga de ser uno mismo, estar siempre a la defensiva, de vez en cuando alguna arremetida para chocar contra grandes y sólidos muros construidos sin consideración en torno mío. El fracaso, el abatimiento cada vez más cerca, más próximo, todo se ha vuelto tan difícil, lo más nimio, lo más banal es todo un infierno. Toda una vida en proceso de demolición. El derrumbe que se avecina. Una vida que se afirma en contra, es una vida amenazada. Es ley biológica, de la sobrevivencia que afirma que el pez grande devora al pez chico, el más fuerte se impone ante el más débil. Es una condena escrita con tinta de sangre. La presa siempre está de huida, todo el tiempo, a toda hora vigilante para evadir el anticipado y fatídico final. Es la ley de la selva, sin orden y sin Ley. Y en ella estamos, seguimos. Hoy es una guerra de la boca contra el oído. El ruido que hiere, desplaza y amenaza muerte.


La boca en guerra contra la Oreja


La existencia, la vida animal tiene cinco fuentes de información, de experimentación, de empiria, cinco sentidos, el sentir, que permiten desplegar la existencia. Cuatro de ellos están localizados en la zona rostro cabeza: escucha, visión, degustación, oler. O lo que es lo mismo: oír, ver, oler, sabor. Un último es el tacto asociado a lo táctil de la mano que palpa y que siente. Es la gran clasificación sin entrar en las válidas afirmaciones que uno siente con todo el cuerpo, toda la piel es membrana y geografía de los sentidos que informan, que dan cuenta al individuo de todo aquello que pasa a su alrededor, en el mundo, en el más próximo habitado.


Hechos de Guerra, Tormento de Sueños


Nuestra boca que habla no referirá a la boca que degusta sino a la que se presta para ser canal de la emisión de ruido, todo el cuerpo está en consonancia, en solidaridad, en complicidad para sacar desesperados alaridos como si fueran gritos de guerra en desespero, en declaratoria de guerra contra un alguien por lo general anónimo al que quieren joder, a tormentar, el ruido como el tormento de sueños y que hoy es gran tortura, Occidente es la cultura del ruido, del bullicio. 


Será otro el momento de hablar de la amplificación sofisticada de la boca que hace ruido, que emite el caos del barullo, por supuesto, claro está, hacemos referencia a los dispositivos parlantes o equipos de sonido para todos los gustos, de gama baja, media, alta y asentados en diversos formatos que configuran una sociedad del barullo, del ruido, con usuarios que van desde el niño, el joven, adulto, viejitos que tienen su móvil o celular en alto parlante. Todos ellos engordan la industria, las rentas del ruido. Para dar una idea, un ejemplo, algo escandaloso para un trabajador de lomo y brazo partido: un influencer, un tal Wescol, un anodino joven registra más de mil trescientos millones de pesos al mes, más de 400 mil dólares  por hacer tonterías que la gran mayoría en redes celebran desde sus pantallas con numerosos click.


Siguiendo con las víctimas del ruido. Otros serán los vecinos de al lado que arman el fiestón para todo el vecindario. También están los formatos de grandes eventos que todos siguen, todos están montados en ese tren epidémico del ruido: conciertos, eventos, mientras mayor es el ruido, mayor es la efectividad de llamar la atención. Bien por la industria del ruido, aplausos para sus rentas. Mal para los que están en tormento y no pueden dormir, los que están a punto de enloquecer. Es cosa sabida que sin dormir, los humanos enloquecemos, en lo onírico se procesa, se digiere y disipa esta dura realidad.


Historias de Almas en Pena


Tomemos algunos ligeros ejemplos anónimos de esta comarca llamada Colombia, son ciento cuarenta historias allegadas, son almas en pena que quisieron dejar su voz. Está Juan, padre consagrado a esposa, hijos y abuela. Lleva noches sin poder conciliar el sueño. Se siente agotado, imponente, no importa su gran responsabilidad de todos aquellos a quienes provee con la subsistencia. Está a punto de desfallecer, siente que su alma se quiere salir del cuerpo. Transferida estas angustias a su parentela, no comprenden bien las razones del porqué del calvario, padecer estos ruidos de atormentar sueños: bafles potentes llevados al máximo volumen por la mano obediente de un cuerpo en trance; bares que muelen música hasta el amanecer; comerciantes que agitan parlantes aquí y allá en guerra sin cuartel por ganar, por atraer la mayor clientela. Polideportivos convertidos en conchas acústicas emisoras de bullicio; fábricas, aeropuertos con maquinaria obsoleta que dispara decibeles de alto alcance en zonas residenciales. 


Y la guerra de nunca parar continúa… la vieja loca llaman los victimarios a la mamá de dos niños de dos y cuatro años que no logran conciliar el sueño, y cuándo lo medio logran, un vibración de todas las cosas en casa los despierta, la fuente ruidosa que vibra es proveniente de un extractor que pusieron en un aprestigiado restaurante, el dinero que suena en las llamadas zonas mixtas, el esperpento leguleyo que permite entrar lo comercial en zonas residenciales. 


Una pregunta queda por hacer ¿A qué responde esta violencia acústica intencionada que enferma, enloquece y desplaza? ¿ A qué sirve este enorme sacrificio? No están en duda las rentas onerosas para los empresarios del ruido seducen y atraen a la ética mercantil. Pero no logramos entender el leseferismo de entes gubernamentales que no se inmutan con la destrucción de seres humanos que tienen a simple vista, las estadísticas a las llamadas de emergencia al 123 constatan que el 70% son de quejas del ruido están rompiendo el tejido social. ¿Qué sociedad se está edificando? Son preguntas estas que surge ante esta fragilidad del ser que empieza a sentir esa fatiga de ser uno mismo. ¡Homenaje a las víctimas del ruido!


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Simpatía Plural

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica



La ciudad es un Leviatán Moderno


El Leviatán moderno es la ciudad, su caos acosa y amenaza con desestabilizar el «yo», con destruir el «nosotros», con deshacer el tejido social, el espíritu comunitario, esa cosa rara y extraña llamada simpatía plural que es la humanidad. Pero hasta dónde todo esto sólo está respondiendo a un automatismo de la mega máquina que es la ciudad, que toma prestados los cuerpos de los hombres y los consume en sus ritmos y sus lógicas industriales. Se dice que la sociedad industrial produce ante todo a los hombres, a la sociedad. Pero nada quita una intervención inteligente para hacer más habitable estos sumideros humanos.


La Sociedad Industrial Produce Hombres



Los automatismos fabriles del capitalismo moderno no sólo transforman el mundo, sino que toman prestadas a las personas de pies a cabezas. La sociedad de producción produce ante todo la sociedad. «La sociedad de producción produce ante todo la sociedad. El pensamiento se piensa en mí. El yo pierde su importancia rectora, sólo sirve de receptáculo a la operación reflexiva. Y tanto no es «el yo»  que piensa, que el pensamiento no le pertenece y que él deberá - sino quiere ser invalidado- apoderarse de otros, de todos aquellos que se dedican a reactivarlo». (Mi pensamiento, por ejemplo, se apodera y se valida de este aparato crítico: F. Dagognet, La Invencion de Nuestro Mundo, 2008); Marcel Hènaff, La Ciuda que Viene, 2008; Michel Serrres, Hermes IV, la distribución. ¿De qué es capaz un cuerpo? Un cuerpo es capaz según de lo que se le entrene.


Nos exteriorizamos en la herramta



Así como el puño se exterioriza en el martillo cada vez mejorado y automatizado, así la industria toma prestado a su fuerza de trabajo produciendo sus artefactos. Con todo esto queremos plantear ese ideal esquivo de una libertad imaginaria porque cada vez nos sentimos acorralados y amenazados por todo este mundo que se nos sale de las manos. Hace poco el magnate Bill Gates dijo, en referencia a la inteligencia artificial, que los humanos ya no son necesarios, entiendo, quiero entender por ello, la fuerza laboral.


La ciudad Administrativa, Fabril y Dormitorio


Por lo general la ciudad tiene dos polos, uno central administrativo y otro fabril donde se trabaja, incluso se puede considerar uno tercero residencial para el descanso reparador, de recargar nuevas energías para continuar la marcha productiva, existencial. Aunque lo industrial es lo que configura la ciudad, de allí los diseños de sus paisajes urbanos que sigue su automatismo como la rectitud de las carreteras que atraviesan montañas con sus túneles, allí también el paisaje se adapta a lo vial y no aquel a éste. En décadas anteriores, incluso siglos, sin el avance tecnológico, era al contrario, las carreteras se adaptaban, contorneaban el paisaje, se integraban a él. 


Energía Industrial y El Espíritu Comunitario


La ciudad actual es fabril que da dinamismo, incluso un estilo. Es su capacidad instauradora de máquina industrial. Lo fabril moviliza la invención, nada está quieto, la transformación es ley, energía que se transforma. La ciudad es una mega máquina. Todo esto es tan sólo el esqueleto de un organismo en lo cual subsiste con lo administrativo y financiero. Pero esto no da cuenta de lo vital y de la energía propia por cuenta de la gente, de la comunidad, del espíritu comunitario y sus espacios comunes como la calle y los parques, donde todos tenemos la posibilidad de cruzarnos. 


Pero la ciudad sufre transformaciones constantes, lo que ayer fue, hoy no lo es, hace parte del recuerdo, de lo monumental y de lo museal. Pero si bien todo este movimiento de ciudad se debe a lo industrial productivo, es el espíritu comunitario que anima la vida. En los espacios comunes, las calles, los parques está todo eso que nos une y nos enlaza: simpatía plural. Humidad plural. Resta entonces una inteligente gestión del territorio, de los espacios comunes que en última instancia son para la vida, para la mejor calidad de vida posible. 


Ciudad Mega Espectáculo


La ciudad y la nación no pueden convertirse en una especie de mega centro comercial o una enorme concha acústica donde sólo importa la ganancia sin importar el bien común. Es una amenaza real por cuenta de toda la industria del espectáculo que viene con sus flujos monetarios y de ruidos a los cuatro vientos, haciendo sonar las cajas registradoras del mundo legal, ilegal e informal, todo a costa de romper el tejido social, esa simpatía plural de humanidad, en fin, algo edificante, algo constructivo. Si no se gestiona el espacio de manera inteligente y para la vida, la vida como rumba y espectáculo termina tragándose todo lo diverso y edificante que aún persiste, enfermando, destruyendo la vida residencial.


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La Ciudad y el Ethos del Silencio

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Ordenar la Ciudad



El silencio es un bien escaso, esquivo; el ruido y el barullo abundan, están por todos lados. Nadie quita que la ciudad es movimiento, es acción, es intercambio, por allí todo se cruza, todo se intercepta, todo se encuentra, todo confluye, la ciudad es red de redes. Eso nadie lo discute. Anexo al desarrollo está la mayor concentración y el mayor gasto de energía de personas y de máquinas, la ciudad misma es una mega máquina. Y por eso no es gratuito que la misma sociedad con sus organismos administrativos planifique el uso del suelo, debe darse un cierto orden en un cierto caos, en fin, una disposición del lugar que facilite la vida en vez de desequilibrarla, y ello se intenta hacer. Es el deber ser. 


El Centro, Centros


El centro está dedicado por excelencia para los intercambios comerciales, allí la vida confluye y se ve más agitada, por allí pasa y desemboca el mayor tráfico de vehículos y personas. Pero también están los lugares para el reposo, para una pausa que permita tomar aire, tomar nuevos aires, los cafés y los restaurantes están allí como una invitación a sentarse, a departir. Las mismas calles por donde las personas van y vienen, ellas mismas son un espacio común y neutro por donde vamos con una cierta oferta del yo hacia un nosotros, entre extraños miramos y nos miran, es una especie de pacto de aceptación de unos a otros entre las multitudes congregadas. (La ciudad que Viene, Marcel Hènaff, 2008).


La Exposición del Yo


Miren y verán: nadie sale a la calle sin elegir antes la mejor forma de verse así mismo, y por tanto presentable hacia los demás, de mostrarnos, declarar nuestro sentido de ser sociales que nos funda, vamos, caminamos con una cierta confianza que nos regocija y nos permite surfear, navegar, mostrarnos entre los demás por ese simple hecho de compartir eso extraño y anónimo que nos une: el ser social. Nadie está a título personal en su propio cuerpo. Desde luego que la empatía existe entre los miembros de una misma cultura, o incluso mejor en la especie humana, lo generacional y los intereses, la forma de vestirnos nos hace más próximos o lejanos, todo depende del aparejamiento de los gustos. Pero llega un punto en el que queremos, anhelamos sustraernos de las multitudes, de la convulsionada y ruidosa ciudad. Entonces emprendemos marcha hacia nuestro refugio privado, hacia nuestra isla de intimidad.


Nuestro Refugio, Nuestra Isla de Intimidad


En casa, en nuestra isla de intimidad estamos con prendas muy cómodas pero que según nuestro criterio, no están disponibles a la vista de los otros. En nuestro descanso, desplegamos nuestro yo liberado de todas esas demandas sociales. Pero acá tropezamos con un problema anunciado desde el principio, el silencio es un bien escaso, esquivo, incluso costoso, sólo lo pueden asegurar unos pocos quienes pueden pagárselo en extensas y exclusivas hectáreas de tierra llamadas parcelaciones, son pequeños paraísos de silencio y tranquilidad que asegura retirarse de las multitudes y del ruido de no parar en lo urbano de las ciudades. 


En el retiro, en el silencio, el cuerpo entra en reposo, en el sueño profundo se repone de las mejores energías. Y por lo demás, en el silencio se esculpe, se cincela la palabra oportuna que será dicha. En cualquier circunstancia, el espíritu se entrega a una vida edificante, cosa no posible en la perturbación del ruido, por el contrario, la paz interior está ausente, la irritabilidad anuncia lo peor de la convivencia humana. Mientras que acá, en nuestro refugio seguro, en nuestra casa, en nuestra isla de intimidad, nos reponemos para continuar nuestra lucha existencial.


Planificar los Territorios


La sociedad se plantea sus problemas que es capaz de resolver. Para empezar, los territorios se planifican, por ejemplo, zonas de comercio, ocio, cultura, sagradas, estudio, vivienda. Todo está en función de la existencia, de la vida que requiere producir, intercambiar, y con ello una consideración muy especial: el bípedo humano es un animal diurno, necesita la noche para dormir, en sus tres niveles de sueño bajo, medio y profundo, en éste último, se logra el mejor estado reparador, el mejor descanso para reponer las energías necesarias para continuar con la vida productiva. Todos ganarán el pan con el sudor de la frente, es la frase bíblica hecha todo un modelo social y económico, es otra forma de decir que la vida es movimiento y que la quietud mata. Esto con mayor razón demanda una juiciosa planificación para que las energías de la vida entreguen lo mejor de sí. Todo exige concentración y silencio para un hacer juicioso. El ruido por el contrario entorpece, destruye como buen parásito.


El Ruido Destruye


Recuerdo lo estruendoso de las bombas puestas en las ciudades por el terrorismo del narcotráfico, lo ruidoso no solo atemorizaba, también mataba, lesionaba y ensordecía a la gente. El ruido era el método encontrado por los violentos para hacerse escuchar, el ruido como instrumento de intimidar, de someter. Claro, lo demás era horroroso, el matar gente indiscriminadamente sin distinguir sexo ni edad, el objetivo era propagar, usar el ruido, el estruendo como un mecanismo de intimidar, someter a los considerados enemigos y en general a la población: hacerla arrodillar a los pies de los mafiosos, al peor estilo de la entonces mafia italiana.


Vida y Territorio


El territorio está para desplegar la vida. Pero el ruido y sus ganancias se contraponen. El dueño de Netflix trinó hace algún tiempo que su peor enemigo para su negocio era la noche y con ella el sueño, todos esos dormilones con las pantallas apagadas, eran millones de dólares desperdiciados. Para el inescrupuloso magnate sólo interesa el negocio, no importa si la persona se destruye, mientras tenga dinero en sus bolsillos, se exprime hasta el final, acá no importa ni economía, ni sociedad, ni territorio, sólo importa que la caja registradora suene. 


Algo similar está pasando en la gestión de las ciudades actuales, no importa la gente ni la planificación del territorio, no importa eso que la ciudad la componen las gentes, las culturas, lo sacro, los espacios comunes... Nada de eso está en las agendas, sólo importa engordar la chequera de los magnates  que drogan, emborrachan, anestesian, embrutecen a las gentes que se agitan y gritan, ponen bafles potentes a los cuatro vientos. Todos complacientes sin importar la destrucción del territorio y de la vida en esta sociedad del ruido. En el embeleco de zonas mixtas, lo residencial pierde el pulso con lo comercial, quien más dinero tiene se impone, lo gubernamental se deja chantajear por los mayores tributos, y quien pone el oro pone las reglas. Es imperativo ordenar el territorio, el espacio que es común, gestionar el ruido, construir un ethos del silencio que aprecie lo bello de la cultura, el arte, lo sacro y espiritual, una ciudad amable para sus gentes.


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