Historiador
Colombiakrítica
La Colombia del momento vive unas ciertas sacudidas en el orden político, en especial con un presidente de la república polémico que nada a contracorriente de las grandes élites que por décadas, incluso siglos, han direccionado el país bajo los pilares de un viejo orden feudal. Recordemos los inicios de la República en 1810, dos fuerzas han estado en disputa, en alta tensión todo el tiempo, unos, los liberales que como lo sugiere el término, abogan por la libertad, el intercambio, el libre mercado, abrirse al mundo desde un centro fuerte, la ciudad, para el libre mercado, abrir las puertas al comercio, a modernizar el territorio con bienes y servicios que saquen a las gentes de las condiciones de pobreza y carencia, es decir, que los habitantes de un país tengan acceso a los servicios que facilitan una mejor vida, esto es, tener a la población en las mejores condiciones posibles de bienestar general como condición de la producción para jalonar la economía nacional a buen puerto. Por ejemplo, el acceso a servicios de: salud, acueducto, alcantarillados, energía eléctrica, educación, vivienda. Si las fuerzas productivas están bien, a la economía le va bien, en sí, es esa la lógica de los impulsores del liberalismo.
En sí, digamos en general, auspiciar todo aquello tecno económico que mejora la vida, que la hace más fácil y cómoda, pues se tiene que la vida debe elevarse a lo más digno posible, la de todos. Y aquí entra otra idea fuerza del liberalismo asociado a la libertad, a las libertades que bien lo resume la consigna de la Revolución Francesa en 1789: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Estas tres banderas se propagaron como olas por mar abierto por los continentes, sus ecos llegaron y sirvieron de combustible, de inspiración a todas aquellas personas deseosas de sacar de la miseria a sus gentes y territorios, ponerlos a caminar por los senderos del llamado progreso o modernidad. En resumidas cuentas, son estos flujos fuerza que van, vienen y chocan contra esos otros flujos que no quieren renunciar al mundo feudal, quieren seguir en las relaciones de vasallaje de una gran mayoría al servicio de unos pocos señores, los feudos. He allí esa otra fuerza conservadora que se opone a los cambios, que insiste en los valores del vasallaje y no libertarios, ni fraternos ni de igualdad.
Nación Insuficiente, Estado Fallido
Los rezagos por siglos de una dirigencia que se ha opuesto a estos vientos de libertades, de modernizar el territorio, el país, bien ha valido el calificativo de Nación Insuficiente, Estado Fallido en tanto no se ha encarrilado al país hacia aquello que puede llamarse los vientos del progreso. Hacer énfasis en los derechos del ciudadano y no en los deberes de los esclavos. Vale reiterar, para hacernos entender, decir calidad de vida equivale a decir buena salud de las fuerzas productivas de una nación. Para nadie es un secreto que el aumento de expectativa de vida, de talla o la suba de estatura de las personas están asociadas a la mejoras de: alimentación, agua potable, educación, recreación y deporte, descanso. En las conquistas laborales equivale a tres fragmentos de vida cada uno de ocho horas: trabajar, descansar, dormir.
Es curioso que después de dos siglos largos de ideas liberales, aún existen quiénes abogan por un feudalismo miserable de amos y señores, visible en partidos políticos de grandes feudos que designan a dedo a sus vasallos. Es la democracia del bolígrafo. Y a quiénes desobedecen les meten freno con la mano negra de sus ejércitos paramilitares. Y ser revolucionario sigue siendo promover el liberalismo de la Revolución Francesa bajo sus tres consignas de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Valen también recordar la consigna filosófica de que nunca fuimos modernos, seguimos atados a unos valores feudales de amos y señores. Esos mismos valores caducos son los que están siendo removidos por el actual gobierno, es decir, están llegando con servicios estatales a las clases marginales.
Esta es la actual coyuntura política. A futuro, en unas próximas contiendas electorales a la presidencia y al Congreso, estas fuerzas renovadoras, progresistas, tiene por reto materializar poco a poco ese bienestar de libertades anheladas por la humanidad desde siglos atrás. Es cuestión de tender la mano a los marginales, a la población periférica que han estado olvidados por siglos. A esos mismos que las elites, que los señores feudales temen se revelen para empezar a exigir libertades de bienestar general, las mismas que fueron proclamadas desde 1789 con la Revolución Francesa bajo tres consignas simples: Libertad, Igualdad y Fraternidad. No hay derecho insistir en los deberes de los siervos en vez de los Derechos del Ciudadano. Esperemos que los vientos libertarios encuentren eco en quienes más lo necesitan, es la democracia periférica.

 
 



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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