Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colomb
iakrítica

La fatiga de ser uno mismo, estar siempre a la defensiva, de vez en cuando alguna arremetida para chocar contra grandes y sólidos muros construidos sin consideración en torno mío. El fracaso, el abatimiento cada vez más cerca, más próximo, todo se ha vuelto tan difícil, lo más nimio, lo más banal es todo un infierno. Toda una vida en proceso de demolición. El derrumbe que se avecina. Una vida que se afirma en contra, es una vida amenazada. Es ley biológica, de la sobrevivencia que afirma que el pez grande devora al pez chico, el más fuerte se impone ante el más débil. Es una condena escrita con tinta de sangre. La presa siempre está de huida, todo el tiempo, a toda hora vigilante para evadir el anticipado y fatídico final. Es la ley de la selva, sin orden y sin Ley. Y en ella estamos, seguimos. Hoy es una guerra de la boca contra el oído. El ruido que hiere, desplaza y amenaza muerte.


La boca en guerra contra la Oreja


La existencia, la vida animal tiene cinco fuentes de información, de experimentación, de empiria, cinco sentidos, el sentir, que permiten desplegar la existencia. Cuatro de ellos están localizados en la zona rostro cabeza: escucha, visión, degustación, oler. O lo que es lo mismo: oír, ver, oler, sabor. Un último es el tacto asociado a lo táctil de la mano que palpa y que siente. Es la gran clasificación sin entrar en las válidas afirmaciones que uno siente con todo el cuerpo, toda la piel es membrana y geografía de los sentidos que informan, que dan cuenta al individuo de todo aquello que pasa a su alrededor, en el mundo, en el más próximo habitado.


Hechos de Guerra, Tormento de Sueños


Nuestra boca que habla no referirá a la boca que degusta sino a la que se presta para ser canal de la emisión de ruido, todo el cuerpo está en consonancia, en solidaridad, en complicidad para sacar desesperados alaridos como si fueran gritos de guerra en desespero, en declaratoria de guerra contra un alguien por lo general anónimo al que quieren joder, a tormentar, el ruido como el tormento de sueños y que hoy es gran tortura, Occidente es la cultura del ruido, del bullicio. 


Será otro el momento de hablar de la amplificación sofisticada de la boca que hace ruido, que emite el caos del barullo, por supuesto, claro está, hacemos referencia a los dispositivos parlantes o equipos de sonido para todos los gustos, de gama baja, media, alta y asentados en diversos formatos que configuran una sociedad del barullo, del ruido, con usuarios que van desde el niño, el joven, adulto, viejitos que tienen su móvil o celular en alto parlante. Todos ellos engordan la industria, las rentas del ruido. Para dar una idea, un ejemplo, algo escandaloso para un trabajador de lomo y brazo partido: un influencer, un tal Wescol, un anodino joven registra más de mil trescientos millones de pesos al mes, más de 400 mil dólares  por hacer tonterías que la gran mayoría en redes celebran desde sus pantallas con numerosos click.


Siguiendo con las víctimas del ruido. Otros serán los vecinos de al lado que arman el fiestón para todo el vecindario. También están los formatos de grandes eventos que todos siguen, todos están montados en ese tren epidémico del ruido: conciertos, eventos, mientras mayor es el ruido, mayor es la efectividad de llamar la atención. Bien por la industria del ruido, aplausos para sus rentas. Mal para los que están en tormento y no pueden dormir, los que están a punto de enloquecer. Es cosa sabida que sin dormir, los humanos enloquecemos, en lo onírico se procesa, se digiere y disipa esta dura realidad.


Historias de Almas en Pena


Tomemos algunos ligeros ejemplos anónimos de esta comarca llamada Colombia, son ciento cuarenta historias allegadas, son almas en pena que quisieron dejar su voz. Está Juan, padre consagrado a esposa, hijos y abuela. Lleva noches sin poder conciliar el sueño. Se siente agotado, imponente, no importa su gran responsabilidad de todos aquellos a quienes provee con la subsistencia. Está a punto de desfallecer, siente que su alma se quiere salir del cuerpo. Transferida estas angustias a su parentela, no comprenden bien las razones del porqué del calvario, padecer estos ruidos de atormentar sueños: bafles potentes llevados al máximo volumen por la mano obediente de un cuerpo en trance; bares que muelen música hasta el amanecer; comerciantes que agitan parlantes aquí y allá en guerra sin cuartel por ganar, por atraer la mayor clientela. Polideportivos convertidos en conchas acústicas emisoras de bullicio; fábricas, aeropuertos con maquinaria obsoleta que dispara decibeles de alto alcance en zonas residenciales. 


Y la guerra de nunca parar continúa… la vieja loca llaman los victimarios a la mamá de dos niños de dos y cuatro años que no logran conciliar el sueño, y cuándo lo medio logran, un vibración de todas las cosas en casa los despierta, la fuente ruidosa que vibra es proveniente de un extractor que pusieron en un aprestigiado restaurante, el dinero que suena en las llamadas zonas mixtas, el esperpento leguleyo que permite entrar lo comercial en zonas residenciales. 


Una pregunta queda por hacer ¿A qué responde esta violencia acústica intencionada que enferma, enloquece y desplaza? ¿ A qué sirve este enorme sacrificio? No están en duda las rentas onerosas para los empresarios del ruido seducen y atraen a la ética mercantil. Pero no logramos entender el leseferismo de entes gubernamentales que no se inmutan con la destrucción de seres humanos que tienen a simple vista, las estadísticas a las llamadas de emergencia al 123 constatan que el 70% son de quejas del ruido están rompiendo el tejido social. ¿Qué sociedad se está edificando? Son preguntas estas que surge ante esta fragilidad del ser que empieza a sentir esa fatiga de ser uno mismo. ¡Homenaje a las víctimas del ruido!

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