Historiador
Colombiakrítica
Moverse para no morir. Otros horizontes buscados, quizá obligados, todo se pone en perspectiva, en devenir, una bonita expresión para significar lo inédito, todo está en permanente hacerse, voy camino hacia adelante sin saber con que me voy a encontrar, sin quedarse patinando, sin quedarse cavando la propia tumba. Cosa tan común, tan de desespero para quienes la violencia y el hambre anuncian el ángel de la muerte. Recuerdo historias contadas de desplazamientos del campo a otros poblados, por lo general a la ciudad en donde hay más y mejores oportunidades, más calidad de vida, allí están todos los servicios reunidos, concentrados para un mejor vivir.
Violencia 1948
Una época recordada es la que se conoce como la violencia de 1948 con el asesinato emblemático líder popular Jorge Eliécer Gaitán. Fue un hecho político de reacción de la clase feudal, de la clase terrateniente reacia a entrar al mundo de la modernidad, motivada por los liberales jalonadores de la tímida industrialización en el país. Pero más allá de lo macro económico y lo macro político, interesan esos cambios, esos devenires de las gentes que se echaban una bolsa al hombro con sus chiros, sus tres mudas de ropa, allí empacaban su vida, allí llevan todos sus sueños.
Partir, Marcharse
Y, en otrora, salían con otras gentes recién conocidas, amables, bien fuera huyendo de la violencia o de la miseria, o de ambas, en fin, en sus cálculos estaba el partir, el marchar, el probar suerte en cualquier otro lugar. Dirigirse a otro destino no podía ser peor al mundo en el que se encontraban. Morir pronto no estaba en sus cuentas, no estaba en sus deseos, en sus sueños. Correr era un acto de valentía, salir corriendo era mejor que esperar la ingrata y parca muerte que a nadie negaba esa bayoneta y esa espada asesina. ¡Homenaje al campesinado colombiano!
Nuevos Horizontes
Buscar nuevos horizontes para evitar seguir hundiéndose en la pobreza, en la miseria que amenaza cada día de hundir más, al que más mal estaba. Ésta es una posible vía buscada por los migrantes o por quienes por alguna razón fueron desplazados por la violencia, claro está, pues nadie quiere salir corriendo y humillado de su propio terruño, por más mal que se esté, la dignidad nunca sobra, nunca ha de faltar, pero cuando es la propia vida que corre peligro, poca valía tiene la dignidad, a no ser que se prefiera estar bajo tierra, pero siempre habrán razones para persistir con la vida, así sea la mera fuerza biológica que nos empuja a seguir, a mantenernos de pie, alguna esperanza ha de brotar y algún consuelo ha de encontrarse en los caminos por recorrer.
Fuerzas y razones en el devenir
Mirar hacia adelante, hacia el horizonte despejado para continuar la marcha de la vida. Virar hacia atrás da nostalgia que quita fuerzas necesarias para mejores luchas prometedoras, aquello es mucho mejor que llorar sobre la leche derramada. Por eso toda nostalgia hacia un pasado, toda búsqueda hacia una causa primigenia, hacia un origen fundador, frena la vida misma, elli es más bien un contrasentido, pues lo contingente nos funda en el presente, somos flujos que devienen permanentemente.
Toda Partida es un Regreso
Salir para poder encontrarse a uno mismo, toda partida es un regreso, un afianzamiento a sus propias raíces. Toda partida oxigena y da fuerzas para ser uno mismo. Es decir, afianzar lo que el entorno y la cultura han forjado en uno. Pero afianzar no es quietud, todo se repite de manera diferente. El ser se forja en su entorno, en su cultura. Una y otra vez se lo dice sin cansancio, el ser es social. Cada individuo arrastra un pasado de su familia y de su entorno que le vio nacer, que le vio desarrollarse. Nadie está a título personal en su propio cuerpo, la cultura es nuestro rostro, no importa que cuando nos miremos al espejo no nos reconozcamos en nuestro reflejo proyectado, simulado, virtualizado, ello es quizá una reafirmación a ese ser cambiante, mutante que de diferencia en diferencia y de manera continua se repite, todo se repite de manera deferente, yo soy yo, pero he cambiado tanto con el pasar del tiempo.
Los Conflictos Propios
En este agite de vida, en esta historia de violencia, en este contexto social, toda familia vive su propio infierno. Cada quien habla según le haya ido en el baile. Generación tras generación, los individuos arrastran sus conflictos, los heredados por su parentela, por sus padres pero también por los abuelos. Los hijos llevan sobre sus hombros las cargas emocionales de rabias, tristezas, injusticias, miedos, venganzas que se pueden avivar al menor roce y al menor desacierto fincado en esos pasados, es la violencia desviada, transferida a través de un tercero que instrumentalizo.
La carga genética y la educación los pueden aumentar o disminuir, todo se juega en el incierto azaroso. También todo es de aguante, de resistencia, pero no hay problema que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Qué tanto funcionan los inhibidores sociales o que tanto emerge el instinto, la fuerza bruta que se va encendiendo con la impotencia o con los años del olvido, pues con la vejez todo cambia y todo permanece igual, todo es de lo contingente como el agua que sostengo entre mis manos pero que fluye, se va escapando entres los intersticios entre dedo y dedo. Es el propio animal que solo vive el presente.
Por supuesto que el individuo no puede sustraerse de la sociedad atestada de conflictos. Mi peor enemigo es mi propio vecino, mi propio familiar. Para un roto, un desconocido. La herencia pesa, y si agregamos las pulsiones que operan de manera automática, fuerza interior inconsciente, las cosas que hacemos por inercia. Ludopatía, cleptomanía, alcohólicos, drogos. Deambular bien sea en la escasez, en la abundancia, en la riqueza o en la pobreza, en todo ello se dan los conflictos, en unos porque no tienen nada, en otros porque tienen mucho. Todo es cuestión de quitar o poner, la bondad o la miseria. Allá saltará el parásito, quien toma todo y nada da a cambio.
En suma, salir es un devenir en esa lógica de movimiento que es la vida. Homenaje a los desplazados, a los migrantes.
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